Libro I - Adi Parva - Capítulo 9
SATYAVATI Y BHISHMA
EL matrimonio de Vichitravirya con las dos princesas, Ambika y Ambalika, se había celebrado de acuerdo a lo decidido. Bhishma seguía cumpliendo las funciones de regente, por lo cual el príncipe pasaba todo el tiempo en compañía de sus encantadoras esposas libre de responsabilidades. Pero el destino le sorprendió de nuevo, pues el joven príncipe contrajo una enfermedad muy maligna, la cual, a pesar de los esfuerzos de los médicos consumió la vida de Vichitravirya hasta causarle la muerte.
Satyavati estaba profundamente consternada por tal calamidad. La pérdida de sus dos hijos fue muy dura para ella, pero lo que más le atormentaba era que la casa de los kurus se quedaba sin heredero al trono; esto fue lo que le rompió el corazón. Y después de pasarse horas pensando sobre la manera de reavivar la llama que se extinguía, llamó a Bhishma a su presencia y le dijo:
—Mira lo desdichada que soy, hijo mío. He perdido a mi querido señor, que ha ido a reunirse con sus antepasados. Yo podía sobrellevar esta pérdida porque él había alcanzado ya una edad avanzada y es normal que un anciano se muera. Pero luego Chitrangada murió y antes de que yo pudiera aceptar esa pérdida que casi me mata, me encuentro con la muerte de Vichitravirya. La única esperanza de la casa de los kurus ha sido destruida en la flor de la juventud. Estoy desesperada. El linaje debe ser continuado y he decidido lo que debe hacerse; sé cómo continuar la línea de los kurus. Te corresponde a ti reavivar de nuevo este linaje.
Bhishma estaba sorprendido. Le dijo:
—Madre, ¿cómo puedo yo, siendo célibe, continuar el linaje?
Satyavati le respondió:
—Mi hijo Vichitravirya murió sin dejar un hijo. Sus dos viudas, a quienes tú trajiste para él son todavía jóvenes y tienen insatisfechos los deseos de sus corazones. El único Dharma evidente para mí es éste: debes tomarlas y hacerlas madres de los futuros vástagos de la casa de los kurus. Debes hacer esto para que el linaje pueda continuar. Esta regla fue seguida por muchos de tus antepasados y es la única manera. Debes tomar las viudas de tu hermano y tus hijos serán los verdaderos descendientes de Kuru. Es tu sagrada obligación hacer esto.
Atónito por esta absurda propuesta, Bhishma le respondió pacientemente:
—Madre, estás afligida por el dolor de la pérdida repentina de tus hijos y por eso me propones tal cosa. No hay duda de que existe una regla como la que tú dices. Lo sé. Y es una regla aprobada por las costumbres, pero, madre, no me parece correcto que me pidas a mí que haga tal cosa cuando tú sabes bien que he jurado renunciar al trono y a la vida de casado. Lo hice por ti y estoy seguro de que no lo has olvidado. ¿No recuerdas el terrible juramento que hice?. Juré que en esta vida mía no habría lugar para una mujer y ahora tú me pides que tome las viudas de mi hermano. En verdad te ha afectado la muerte de tu querido Vichitravirya, de otra forma no me habrías hecho tal sugerencia. Yo estoy muy apenado por ti, pero por favor, no me pidas eso.
Satyavati dijo:
—Recuerdo bien las circunstancias en las cuales pronunciaste este voto en favor de tu padre y mío. Pero ahora las circunstancias han cambiado, pues el voto lo hiciste para que un hijo mío pudiese ser el rey. Ahora mis dos hijos han muerto, lo cual es una amenaza de extinción para nuestra raza. Es por eso que como último recurso te pido, que hagas eso. Yo soy tu madre y es tu deber complacerme, así pues debes obedecerme. Este Dharma es mucho más importante que cualquier voto que hayas hecho.
Bhishma tuvo su temperamento bajo control hasta este momento, pero no pudo contenerse más. Tal vez recordó los acontecimientos pasados como un paisaje que se refleja en una gota de rocío. Su madre Ganga; su feliz infancia con ella en los cielos, su educación, primero en ciencia política con Brihaspati y Sukra y después su aprendizaje de los Vedas y Vedangas con Vasishtha. La mente de Bhishma recorrió los días en que estuvo con su guru Bhargava aprendiendo el uso del arco. Su madre le había hecho aprender todo esto porque quería que fuese un digno hijo de la casa de los kurus y
que se convirtiese en el rey ideal. ¡Cuántas veces le había dicho eso!. Su mente voló a los días felices que pasó con su padre en perfecto compañerismo. Se habían hecho camaradas. Su padre le amaba perdidamente y él a su vez tenía devoción por Santanu. Bhishma había sido coronado como heredero al trono y entonces, como salida del aire, apareció Satyavati. Para agradar a su padre y satisfacer la avaricia del padre de ella, renunció a todo lo que era hermoso en este mundo. Fue en aquel momento cuando, aún siendo joven, envejeció de repente. Desde entonces ya nada había que pareciese merecer la pena. Conformó su vida a un esquema de blanco y negro. Después vino Amba, el hilo carmesí que entraba y salía de la trama blanca y negra que había tejido para sí y causó tantos problemas. Él no quiso tomarla porque no podía. Él rompió su corazón y arruinó su feminidad por el terrible juramento que había hecho. No había obedecido a su guru, Bhargava, cuando le pidió tomar a Amba. Y ahora, después de todo aquello, su madrastra le “ordenaba” ¡tomar las viudas de su hermano muerto!.
Toda su ira se desató y, temblándole la voz de furia, le dijo a su madre:
—Madre, tú no conoces la fuerza de mi mente ni la firmeza de mi Dharma, de hecho no me conoces en absoluto. Nada logrará que yo haga lo que me ordenas. La tierra puede perder su perfume, el agua su dulzura, el Sol puede perder su brillo y la Luna su fresca blancura; incluso el Señor Dharma puede abandonar su Dharma, pero yo jamás me apartaré del camino de la verdad. La Verdad es para mí más que todas las promesas de recompensa en el Cielo. Nada me hará cambiar: ni siquiera tú con el poder que tienes sobre mí como madre. Por favor abandona ese absurdo deseo.