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domingo, 20 de junio de 2021

Bhishma

 


Devavrata tenía 16 años cuando conoció a su padre, el rey Santanu. Cuando nació Devavrata, su madre, la diosa Ganga, había abandonado a su esposo y había partido con el bebé a los cielos, donde lo había criado durante esos años y le había brindado la mejor educación posible. Así que cuando padre e hijo se encontraron, la escena fue emocionante. Ganga retornó a su morada celestial y el rey Santanú y su hijo Devavrata comenzaron a vivir felizmente en su reino terrenal. Al poco tiempo, el rey nombró a su hijo heredero al trono y comenzó a encargarlo de algunos asuntos de Estado.

Un día que estaba de caza, encontró el rey a orillas del río a la mujer más hermosa que él hubiera visto, y se enamoró de inmediato. Se llamaba Satyavati y era la hija de un pescador. El rey no dudó un instante en ir a buscar al pescador para pedir en matrimonio a su hija. Cuando le expresó su deseo al hombre, este le dijo que estaría complacido de entregarle a su hija siempre y cuando le prometiera solemnemente que el hijo que tuvieran sería rey.

Como Santanu ya había nombrado como heredero al trono a Devavrata, y no obstante el inmenso amor que le inspiraba la joven, se negó a prometer lo que pedía el padre de la dama. Entonces se despidió del pescador con el alma hecha pedazos.

Al volver a su palacio, los días subsiguientes el rey Santanu fue cayendo en la melancolía y de pronto ya no era el que solía ser, pues la pena de amor lo estaba consumiendo. Estos síntomas no pasaron inadvertidos para nadie y mucho menos para su hijo Devavrata, que lo amaba con devoción.

Entonces Devavrata buscó al cochero de su padre, pues sabía que era quien lo acompañaba a todas partes y que además escuchaba las cuitas que el rey le contaba en secreto. El cochero, sabiendo que el monarca se estaba muriendo de amor y no queriendo que eso sucediera, rompió el voto de secreto que guardaba para con el rey y contó a Devavrata lo sucedido con Satyavati, la hija del pescador.

Sin pérdida de tiempo, Devavrata fue a buscar al pescador y su hija. El pescador le dijo que sabía muy bien que él, Devavrata, era el heredero al trono, y que entendía muy bien que por esa razón el rey Santanu no había aceptado el trato ofrecido. Pero como Devavrata amaba de verdad a su padre y no quería verlo sufrir un día más, sin más trámite le dijo al pescador que en ese momento renunciaba al trono y que le pedía formalmente a Satyavati para llevarla a su padre.

Pero el pescador era codicioso y le respondió que no aceptaba así nomás esa promesa, ¿porque quién le garantizaba que un hijo de Devavrata, o sea un nieto del rey, no fuera el futuro rey?

Devavrata quedó un momento estupefacto contemplando el grado de vileza a que la codicia conducía a una persona. Pasados unos instantes, Devavrata volvió a hablar y le dijo: Entonces no solo prometo que no tendré hijos, sino que jamás tocaré a una mujer. A continuación hizo un juramento solemne ante su madre, la diosa Ganga, ante todos sus antepasados y ante todos los dioses, juramento en que reafirmaba su promesa de nunca tocar mujer alguna.

En esos momentos, los dioses que observaban tan terrible juramento, hicieron llover flores sobre Devavrata y además cambiaron su nombre por el de Bhishma, que significa “el del terrible voto”.

Ya sin más que pedir, el codicioso pescador se salió con la suya y de inmediato entregó a su hija Satyavati para que fuese llevada al rey Santanu. Bhishma la subió a su carruaje y emprendieron viaje al palacio.

Una vez Santanu recibió a su amada Satyavati y se enteró de los pormenores, se sintió muy feliz por él y a la vez muy triste por su hijo. Entonces gracias a los grandes méritos de una vida virtuosa pudo otorgarle un don a su vástago: Bhishma no moriría fácilmente: solo moriría cuando él mismo quisiera hacerlo y no antes.

Bhishma es uno de los personajes más importantes del Mahabharata: regente del reino, patriarca de Kauravas y Pándavas, y guerrero poderoso e invencible.

 

domingo, 28 de octubre de 2018

Satyavati y Bhishma

Libro I - Adi Parva - Capítulo 9


SATYAVATI Y BHISHMA

EL matrimonio de Vichitravirya con las dos princesas, Ambika y Ambalika, se había celebrado de acuerdo a lo decidido. Bhishma seguía cumpliendo las funciones de regente, por lo cual el príncipe pasaba todo el tiempo en compañía de sus encantadoras esposas libre de responsabilidades. Pero el destino le sorprendió de nuevo, pues el joven príncipe contrajo una enfermedad muy maligna, la cual, a pesar de los esfuerzos de los médicos consumió la vida de Vichitravirya hasta causarle la muerte.

Satyavati estaba profundamente consternada por tal calamidad. La pérdida de sus dos hijos fue muy dura para ella, pero lo que más le atormentaba era que la casa de los kurus se quedaba sin heredero al trono; esto fue lo que le rompió el corazón. Y después de pasarse horas pensando sobre la manera de reavivar la llama que se extinguía, llamó a Bhishma a su presencia y le dijo:

—Mira lo desdichada que soy, hijo mío. He perdido a mi querido señor, que ha ido a reunirse con sus antepasados. Yo podía sobrellevar esta pérdida porque él había alcanzado ya una edad avanzada y es normal que un anciano se muera. Pero luego Chitrangada murió y antes de que yo pudiera aceptar esa pérdida que casi me mata, me encuentro con la muerte de Vichitravirya. La única esperanza de la casa de los kurus ha sido destruida en la flor de la juventud. Estoy desesperada. El linaje debe ser continuado y he decidido lo que debe hacerse; sé cómo continuar la línea de los kurus. Te corresponde a ti reavivar de nuevo este linaje.

Bhishma estaba sorprendido. Le dijo:

—Madre, ¿cómo puedo yo, siendo célibe, continuar el linaje?

Satyavati le respondió:

—Mi hijo Vichitravirya murió sin dejar un hijo. Sus dos viudas, a quienes tú trajiste para él son todavía jóvenes y tienen insatisfechos los deseos de sus corazones. El único Dharma evidente para mí es éste: debes tomarlas y hacerlas madres de los futuros vástagos de la casa de los kurus. Debes hacer esto para que el linaje pueda continuar. Esta regla fue seguida por muchos de tus antepasados y es la única manera. Debes tomar las viudas de tu hermano y tus hijos serán los verdaderos descendientes de Kuru. Es tu sagrada obligación hacer esto.

Atónito por esta absurda propuesta, Bhishma le respondió pacientemente:

—Madre, estás afligida por el dolor de la pérdida repentina de tus hijos y por eso me propones tal cosa. No hay duda de que existe una regla como la que tú dices. Lo sé. Y es una regla aprobada por las costumbres, pero, madre, no me parece correcto que me pidas a mí que haga tal cosa cuando tú sabes bien que he jurado renunciar al trono y a la vida de casado. Lo hice por ti y estoy seguro de que no lo has olvidado. ¿No recuerdas el terrible juramento que hice?. Juré que en esta vida mía no habría lugar para una mujer y ahora tú me pides que tome las viudas de mi hermano. En verdad te ha afectado la muerte de tu querido Vichitravirya, de otra forma no me habrías hecho tal sugerencia. Yo estoy muy apenado por ti, pero por favor, no me pidas eso.

Satyavati dijo:

—Recuerdo bien las circunstancias en las cuales pronunciaste este voto en favor de tu padre y mío. Pero ahora las circunstancias han cambiado, pues el voto lo hiciste para que un hijo mío pudiese ser el rey. Ahora mis dos hijos han muerto, lo cual es una amenaza de extinción para nuestra raza. Es por eso que como último recurso te pido, que hagas eso. Yo soy tu madre y es tu deber complacerme, así pues debes obedecerme. Este Dharma es mucho más importante que cualquier voto que hayas hecho.

Bhishma tuvo su temperamento bajo control hasta este momento, pero no pudo contenerse más. Tal vez recordó los acontecimientos pasados como un paisaje que se refleja en una gota de rocío. Su madre Ganga; su feliz infancia con ella en los cielos, su educación, primero en ciencia política con Brihaspati y Sukra y después su aprendizaje de los Vedas y Vedangas con Vasishtha. La mente de Bhishma recorrió los días en que estuvo con su guru Bhargava aprendiendo el uso del arco. Su madre le había hecho aprender todo esto porque quería que fuese un digno hijo de la casa de los kurus y
que se convirtiese en el rey ideal. ¡Cuántas veces le había dicho eso!. Su mente voló a los días felices que pasó con su padre en perfecto compañerismo. Se habían hecho camaradas. Su padre le amaba perdidamente y él a su vez tenía devoción por Santanu. Bhishma había sido coronado como heredero al trono y entonces, como salida del aire, apareció Satyavati. Para agradar a su padre y satisfacer la avaricia del padre de ella, renunció a todo lo que era hermoso en este mundo. Fue en aquel momento cuando, aún siendo joven, envejeció de repente. Desde entonces ya nada había que pareciese merecer la pena. Conformó su vida a un esquema de blanco y negro. Después vino Amba, el hilo carmesí que entraba y salía de la trama blanca y negra que había tejido para sí y causó tantos problemas. Él no quiso tomarla porque no podía. Él rompió su corazón y arruinó su feminidad por el terrible juramento que había hecho. No había obedecido a su guru, Bhargava, cuando le pidió tomar a Amba. Y ahora, después de todo aquello, su madrastra le “ordenaba” ¡tomar las viudas de su hermano muerto!.

Toda su ira se desató y, temblándole la voz de furia, le dijo a su madre:

—Madre, tú no conoces la fuerza de mi mente ni la firmeza de mi Dharma, de hecho no me conoces en absoluto. Nada logrará que yo haga lo que me ordenas. La tierra puede perder su perfume, el agua su dulzura, el Sol puede perder su brillo y la Luna su fresca blancura; incluso el Señor Dharma puede abandonar su Dharma, pero yo jamás me apartaré del camino de la verdad. La Verdad es para mí más que todas las promesas de recompensa en el Cielo. Nada me hará cambiar: ni siquiera tú con el poder que tienes sobre mí como madre. Por favor abandona ese absurdo deseo.

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