El
Mahabharata es la epopeya espiritual de todos los tiempos. La guerra que describe es tan física, brutal y dolorosa
como toda guerra. Pero al mismo tiempo –y ahí está la diferencia con otras
epopeyas– narra la guerra que todos libramos permanentemente con nosotros
mismos: entre nuestras bajas pasiones y las elevadas aspiraciones del alma.
Todos
los pecados, todas las debilidades, todos los abismos del alma humana, pero
también toda la fortaleza, nobleza, heroísmo, valor, aspiración y elevación de
que es capaz el hombre se encuentran retratados en esta obra divina, en la que
apenas iniciando la lectura se advierte: “Lo que aquí se dice, lo hallarás en
cualquier lugar; lo que no se halle aquí, no se encuentra en ningún otro lugar
“.
Obra
divina, decíamos, pues no se puede soslayar el hecho de que el Mahabharata es
una obra religiosa. La mayoría de las personas en Occidente que se acercan a
ella la estudian con la lente de la ‘literatura antigua’. Pero esto es como
estudiar las pirámides de Egipto con la ‘lente de la mineralogía’ –claro que
están hechas de piedra– pero para efectos prácticos, eso es lo de menos. Aunque
parezca absurdo.
La
calidad literaria del Mahabharata, teniendo el peso, solidez y belleza de toda
epopeya, es solo una característica opacada por su deslumbrante mensaje
espiritual. Lo que no quiere decir que si alguien solo quiere ver en ella la
parte literaria, no tendrá suficiente material para asombrarse y deleitar su
intelecto. Así que no desanimamos a nadie de acercarse a este cosmos llamado
Mahabharata, aunque el cometido de su autor fue la enseñanza espiritual.
Esta
divina obra tiene tantas líneas argumentales, que desborda todo sentido de las
proporciones, pero a la vez tiene una línea argumental que sobresale sobre las
demás, y que narra la terrible guerra librada por los dos bandos en disputa. Y
esta guerra es una vorágine que tiene información sobre mitos, astrología,
medicina, historia, poesía, dioses, tecnología, armamento, técnicas, filosofía
y política, por solo mencionar algunas cosas que al azar recuerdo al escribir
estas líneas.
En
el Mahabharata vemos personajes del mundo celestial, del mundo terrestre y del
inframundo interactuando permanentemente y unos tipos humanos que nos conmueven
hasta las lágrimas por su bondad y otra vez hasta las lágrimas por su maldad,
sin dejar de mencionar que también hay algunos parecidos a nosotros, los de la
mayoría de la humanidad, que hollamos el mundo sin pena ni gloria. ¡Pero qué
ejemplo y ganas de vivir nos dan algunos de aquellos personajes!
El
Mahabharata inicialmente fue transmitido boca a boca. Con el tiempo fue puesto por escrito, pero, cabe preguntar, ¿6 mil páginas pueden llamarse ‘libro’? Su autor fue un sabio
legendario, Vyasa, quien después de haber concebido en su mente la historia, pidió
al dios Ganesha que le ayudara tomando el dictado. Fue así como el dios llegó
hasta Vyasa y le dijo que le ayudaría a condición de que no se detuviera en el
dictado. Y Vyasa le dictó tan abundantes y densas palabras, que Ganesha –muy a
su pesar- tuvo que parar varias veces porque no entendía del todo los
significados.
Inicialmente
se llamó el Bharata. Y al poseer tal hondura espiritual, los dioses decidieron ponerlo en una balanza y
contra-pesarlo con los 4 Vedas (Rig, Sama, Yajur y Atharva), resultando más
pesado el Bharata. En consecuencia, lo llamaron el Gran Bharata: Mahabharata o quinto
Veda.
El
Mahabharata contiene la quintaesencia de la espiritualidad india: El Bhagavadgita, bello poema filosófico-espiritual, una de las obras religiosas más
importantes de todos los tiempos, joya de la corona del Mahabharata, que consta
en solo 18 capítulos y 700 versos. (El Mahabharata consta de 107 mil versos).
No
podemos terminar esta levísima reseña del Mahabharata, sin señalar que a esta
Gran Obra nos debemos acercar con actitud sagrada y, en consecuencia, su
lectura no debe ser superficial, ni por pasar el rato, ni por mera curiosidad.
Pero si te acercas a él con estas últimas actitudes, el Mahabharata tampoco te
va a rechazar, disfrutarás unas historias maravillosas, asombrosas y que en
ninguna otra parte hallarás, aunque su esencia para ti permanecerá ajena.