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miércoles, 5 de agosto de 2020

SELECCIONES DEL MAHABHARATA - 1

Del libro 3, titulado Vana Parva - Sección CXXXI

EL HALCÓN, LA PALOMA, Y EL REY USINARA

Personajes:

Lomasa.- Un sabio que guía a los Pandavas (1) durante su exilio en el bosque.

Yudhisthira.- El mayor de los Pandavas, heredero al trono, despojado de su reino.

Lomasa y Yudhisthira están en lo alto de una colina. El aire es fino y fresco, y desde allí ven innumerables picos nevados que se recortan contra el azul perfecto del cielo; más abajo, entre el verde valle, el discurrir imponente de las plateadas aguas del río Yamuna. Entonces Lomasa dijo:

En este lugar, Oh, Yudhisthira, el rey Usinara, en peregrinaje sagrado, ofreció un sacrificio (2) que sobrepasó en excelencia a los que hacía el mismo rey de los dioses, Indra. Al ver esto desde los cielos, Indra junto con el dios del fuego, Agni, decidieron probar qué tan real era el mérito de Usinara, y en caso de que lo fuere, planearon concederle ricas bendiciones al virtuoso rey.

Todo comenzó cuando un halcón que perseguía a una paloma estaba a punto de agarrarla, pero esta se precipitó buscando protección sobre las piernas del rey Usinara, que sentado sobre una roca contemplaba la  Naturaleza y que de inmediato la protegió entre sus manos. En ese mismo momento, el halcón casi se estrella contra la humanidad del rey, pero lo evitó en último momento con un giro cerrado y un aterrizaje forzado.

El halcón, con las plumas desordenadas, y el rey, con la paloma en sus manos, se miraron tensamente; entonces el ave supo que Usinara no le iba a entregar su presa. Y así le dijo al rey:

“Todos los reyes de la tierra hablan de ti como un gobernante piadoso. Sin embargo, no es piedad quitar el alimento a quien afligido por el hambre busca aquello que las deidades le han asignado como alimento. Me parece que aparentas virtud, cuando en realidad te apartas de ella”.

El rey Usinara, poniéndose de pie y sosteniendo aún entre sus manos la paloma, replicó:

“Oh, distinguida ave: cuando esta paloma, amenazada por ti, temblando de miedo, agitada y pidiendo protección por su vida ha llegado hasta mí, el mérito consiste precisamente en negarme a entregártela. ¿Qué piedad hay en abandonarla a tus garras? Sabes muy bien que todo aquel que mate a un Brahmán (2), a una vaca y niegue protección al que la pida, es igualmente pecador”.

El halcón vio que iba a ser difícil obtener su presa de parte del rey, e inició una estrategia de razonamiento:

“Oh, señor de la tierra; sabes que es del alimento que todos los seres derivan su vida, y es el alimento el que nutre y sostiene a todos los seres. Un hombre puede tener larga vida después de abandonar lo que le es más querido, pero no puede hacer lo mismo después de abstenerse del alimento. Privada de alimento, mi vida, oh, sereno gobernante, con seguridad dejará mi cuerpo y alcanzará regiones donde problemas de nutrición y larga vida son desconocidos. Pero reflexiona un poco sobre las consecuencias, oh, poderoso: con mi muerte, mi esposa y mis hijos con seguridad perecerán, así que, protegiendo esta sola paloma, oh, príncipe, estás destruyendo muchas vidas”.

El halcón caminaba ahora de un lado a otro de una rama, y parecía disertar ante un grupo de alumnos:

“La virtud que impide otra virtud, no es ninguna virtud, sino que en realidad es una injusticia. Pero, atiende bien, oh, rey: solo merece el nombre de virtud aquella que no entra en conflicto con nada ni nadie”.

Y de repente, había adquirido una seguridad que no tenía cuando aterrizó, mientras continuaba hablando al rey:

“Después de hacer una comparación entre virtudes opuestas, y sopesando sus méritos comparables, oh, gran príncipe, uno debe adoptar aquella virtud que no sea contraria a nada. Por tanto, poniendo en balanza las virtudes, debes adoptar aquella que tenga más peso”.

Entonces, el rey, que no se dejaba confundir fácilmente por argumentos en apariencia lógicos, utilizó toda su sabiduría y diplomacia:

“Oh, tú, el mejor de los pájaros; al hablar palabras buenas, sospecho que eres Suparma, el monarca de los pájaros. No tengo la menor duda de que tú eres completamente versado con las formas de la virtud, pues por tu forma de hablar, creo que no hay nada relacionado con la virtud que sea desconocido para ti. –Hizo una pausa, y cuando continuó, golpeó directo al pico con su pregunta-: ¿Cómo puedes, entonces, considerar el abandono de alguien que busca ayuda, como algo virtuoso?”

Ahora el rey miraba fijamente al halcón en espera de alguna señal de comprensión, pero solo había dureza en la mirada del ave. Entonces el rey continuó su alegato, pero planteando una solución:

“Si tus esfuerzos están encaminados solo a la búsqueda de alimento, oh protector de los cielos, entonces puedes apaciguar tu hambre con alguna otra clase de alimento, inclusive más copioso. Estoy perfectamente dispuesto a procurarte cualquier clase de alimento que te pueda parecer más gustoso, por ejemplo una res, un jabalí, un venado o un búfalo”.

Entonces el ave pensó un poco; pareció caer del pedestal de seguridad en que se había subido, pues se posó en tierra, y comenzó a hablar en tono defensivo:

“Oh, gran rey; no deseo comer la carne de un jabalí ni de una res ni de otra especie de bestia, pues bien sabes, oh, gobernante de la tierra, que los halcones, por disposición eterna, solo comen palomas.  ¿Qué voy a hacer con cualquier otra clase de alimento? Por tanto, oh, poderoso chatria (3), déjame esta paloma en especial, la cual hoy los cielos han ordenado que sea mi alimento”

El rey volvió a sentarse sobre la roca y pensativo acariciaba a la paloma. Escuchó por unos instantes el imponente rumor del río Yamuna, y, entonces, al parecer con una mejor idea, volvió a levantarse y dijo al halcón:

“Oh, guardián de los cielos: estoy dispuesto a otorgarte esta rica provincia o cualquier otra cosa que te pueda parecer deseable con tal de liberar de la muerte a esta ave”.

El halcón de nuevo pareció dudar. Al rey se le antojó que ante su ofrecimiento, el ave por fin iba a dar su ala a torcer. Entonces escuchó al halcón con tono sarcástico, decir:

“Oh, gran gobernante de hombres: si has concebido tanto afecto por esta paloma, entonces corta una porción de tu propia carne y ponla en una balanza en contrapeso con la paloma. Cuando el peso de tu carne sea igual al de la paloma, entonces me darás tu carne y quedaré satisfecho”.

Pero al contrario de lo que el halcón pensaba, el rey pareció desembarazarse de un gran peso, porque en un instante  cayó en cuenta de que si la lógica y los razonamientos no habían podido justificar la salvación de la paloma, los hechos, que son los que mueven el mundo, sí la iban a salvar. Entonces, contestó sonriente a su interlocutor:

“Oh, halcón, considero tu petición como un favor que me haces y, por tanto, gustoso te daré mi propia carne después de pesarla en la balanza”.

Diciendo esto, Oh, poderoso Yudhisthira, el muy virtuoso rey tomó un cuchillo y cortó una porción de su propia carne y la puso en la balanza en contrapeso con la paloma. No le importaba el dolor. No le importaba la sangre ni el detrimento de su salud. Pero cuando miró el fiel de la balanza, vio que la carne cortada no era suficiente para igualar el peso de la paloma.

Entonces, una vez más, el rey Usinara tomó el cuchillo y cortó una nueva porción de su carne y la añadió a la primera. El espectáculo era desgarrador para todos los que se habían congregado a observar, pero a pesar del dolor y la sangre, el rey no se quebrantaba.

Entonces Usinara puso otra porción de carne, y otra, y otra, y muy a su pesar no lograba equilibrar la balanza con el peso de la paloma, hasta que ya no le quedaba más carne en el cuerpo, y ya completamente carente de carne, subió a la balanza él mismo, y cuando todo parecía perdido, la paloma y el halcón se convirtieron de repente en Indra y Agni.

El rey, en ese instante, recuperadas sus carnes, cayó al suelo adorando a los dioses, mientras un olor a pétalos se apoderaba de todo el espacio sagrado en que se hallaban. Entonces Indra dijo:

“Vinimos disfrazados a este lugar, donde has hecho espléndido sacrificio con deseos de probar tus méritos. Y Puesto que has cortado la propia carne de tu cuerpo, tu gloria sobrepasará la gloria de todos los demás hombres en el mundo. Todos los hombres conocerán tu fama y te alabarán, y en tanto los hombres sepan de ti, así durará tu gloria, y habitarás en las regiones más sagradas de los cielos”.

Y diciendo esto, los dioses ascendieron a su morada y solo quedó en el aire un aroma celestial.

Y el virtuoso rey Usinara, después de haber colmado los cielos y la tierra con el mérito de sus actos piadosos, ascendió radiante a la región más sagrada del cielo.

Observa, oh rey (Yudhisthira), el lugar donde hizo tan grandes sacrificios y donde después fue probado por Indra y Agni. Aquí, oh, rey, puedes observar cómo hoy día conviven sabios y dioses, junto con virtuosos Brahmanes.

 

(1)  Los Pandavas eran 5 hermanos que lideraban uno de los ejércitos enfrentados en la terrible guerra narrada en el Mahabharata. El otro ejército era el de los Kauravas.

(2)  Brahmán: se refiere a una persona que pertenece a la casta de sacerdotes, la casta más alta de la sociedad hindú.

(3)  Chatria: perteneciente a la segunda casta, o sea, noble, guerrero. En la tradición, la mayoría de los reyes provienen de esta casta.

 

 

 


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