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lunes, 5 de julio de 2021

Karna, héroe trágico (Primera de dos partes)

 


Para poner a este inmenso personaje en contexto, diremos que la guerra del Mahabharata se libró entre los Pándavas y los Káuravas, quienes eran primos entre sí. Los primeros eran seguidores estrictos del Dharma (la ley eterna), mientras que los segundos no seguían el Dharma de manera tan estricta. Ambos grupos eran de sangre real, y el principal guerrero de todos fue Arjuna, del grupo de los Pándavas, quien tenía como cochero a nadie menos que al Señor Krishna en persona (origen del Bhagavad Gita). Así, pues, Arjuna era el guerrero más poderoso, invencible y temido, que incluso con una sola mano, en ocasiones pudo destruir ejércitos completos. Este héroe era hijo del dios Indra y la humana Kunti.

Aquí llega Karna, quien desde los contrarios, fue el único guerrero que igualó al sinigual Arjuna. Karna también era conocido como el “hijo de suta” o “hijo de cochero”, para enrostrarle su origen humilde. Pero nadie sabía que no era un “hijo de suta”. Nadie sabía que era hijo del dios Sol y la humana Kunti. Es decir, era hermano de Arjuna por parte de madre. Tampoco ninguno de ellos dos, Arjuna y Karna, lo sabía.

Cuando la princesa Kunti era muy joven, su padre le pidió que atendiera al sabio Durvasa, quien sería su huésped de honor. El sabio, conocido porque nada le gustaba y molestaba por todo, fue atendido de manera tan especial por la adolescente, que cuando puso final a su visita, no tuvo más que reconocer cuánto le había agradado la forma como la chica lo había sabido atender. Entonces le dijo a Kunti que le iba a conceder un don especial, el que consistía en que ella podía invocar a cualquier dios que quisiera con un mantra que le dio a conocer.

Una vez a solas, la joven Kunti se puso a jugar con el mantra. Pero, tal vez por su juventud, no sabía que el asunto no era de juego, y de repente apareció ante ella nada menos que el dios Sol. Ella, asustada, le explicó a la deidad que solo estaba jugando y que había sido un honor conocerle en toda su belleza y esplendor. El dios, al principio quedó desconcertado, pero después, comprendiendo la ignorancia de la chica, tuvo que explicarle que si con ese mantra se invocaba un dios, ella debía procrear un hijo con la deidad que fuera. No había vuelta atrás, no había tal de despedir a la deidad.

Así nació Karna de una princesa adolescente, que mantuvo el embarazo en secreto y una vez nacida la criatura (que nació con aretes y armadura) la envolvió en una manta, la puso en una canasta embreada que puso a flotar a orillas del Ganges. De allí el bebé fue rescatado por Atiratha, un hombre cuya profesión era cochero, quien llevó al niño con su esposa, Radha, quien lo crio, razón por la que también se conoció a Karna como Radheya o hijo de Radha. En cuanto a Kunti, bastará decir por ahora, que cuando estuvo en edad de casarse, lo hizo con un príncipe, con quien tuvo 5 hijos, que son los 5 Pándavas, uno de ellos, Arjuna.

El niño creció con su familia adoptiva, principalmente al lado de su madre Radha, a quien amaba de manera exultante. Por las cualidades extraordinarias que poseía el muchacho, ella siempre sospechó que estaba emparentado con dioses. En determinado momento de su primera juventud, Karna fue a buscar al maestro Drona al palacio de los príncipes del reino (Pándavas y Káuravas) para que le enseñara el arte del tiro con arco. Pero el maestro se negó porque era un “suta”, es decir, su casta no le permitía acceder a la misma educación de los nobles.

Karna comprendió que su casta inferior, pues era hijo de un cochero, le iba a impedir lograr lo que en su interior hervía como lava de un volcán: ser un guerrero. Y era lógico, pues en verdad él era un chatria (casta guerrera) y no un suta, pero lo ignoraba. Aun así, no se descorazonó y volvió a intentarlo. Fue donde Parashurama, avatar del dios Visnú, y le pidió que le enseñara el arte de la guerra. Para esto, tuvo que mentir al avatar, diciéndole que era un brahmín, es decir, que pertenecía a la casta más elevada, la de los brahmines. Entonces el Señor Parashurama lo recibió en su ashram.

Fue un estudiante tan dedicado, que con el tiempo Parashurama dijo que Karna era igual a él en el conocimiento del arte de la guerra. Entre las muchas cosas que aprendió Karna con su maestro, están los “astras”, armas que solo pueden usarse repitiendo un mantra sagrado. Pero el destino tenía otros planes para nuestro héroe.

Un día que el Señor Parashurama estaba cansado, pidió a Karna que le trajera una manta sobre la cual poner su cabeza y dormir un poco bajo la sombra de un árbol. Karna, agradecido y lleno de amor por su maestro, no dudó en decirle que podía recostarse sobre sus muslos.  Así lo hizo el maestro mientras su discípulo, feliz, sentía que para él era el más grande honor de su vida. Pasado algún tiempo, de repente Karna sintió que un aguijón taladraba su muslo. Pero el señor Parashurama dormía plácidamente, así que Karna resistió el dolor sin moverse un milímetro para no cometer el pecado de despertar al maestro.

Pasaba el tiempo y Karna seguía resistiendo el terrible insecto que lo taladraba de dolor mientras veía la sangre manar; no obstante, continuaba en la misma posición, esperando que su maestro despertara. Pero la tibia humedad de la sangre lamió en algún momento el rostro del maestro quien de inmediato despertó. Cuando se vio untado de sangre, sorprendido preguntó a Karna qué había sucedido. Pero la explicación que dio Karna no satisfizo a Parashurama, que de inmediato le increpó: “¡Tú me has mentido, pues no eres un brahmín!” Le explicó que si él, Karna, fuera un brahmín, como había dicho, no habría resistido el dolor, pues bien sabido es que los brahmines son fácilmente derrotados por el dolor. En cambio, continuó diciéndole, los chatrias pueden resistir grandes tormentos sin doblegarse. En consecuencia, Karna debía ser un chatria y había mentido al decir que era un brahmín.

El señor Parashurama maldijo entonces a Karna por haberlo engañado, y le dijo que en el momento más difícil en que con más urgencia necesitara de un astra, olvidaría la fórmula para usarlo. No valió de nada el arrepentimiento ni los ruegos ni las promesas de Karna. El señor Parashurama fue inflexible. Sin embargo, y ablandado, pero solo un poco, le dijo al final que a pesar de todo, él, Karna, sería el guerrero más famoso del mundo. Como en efecto lo fue.

¿Cómo llegó a ser el guerrero más famoso del mundo? Lo veremos en el próximo post.



 

 

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