Para poner a este inmenso personaje en contexto, diremos que la guerra del Mahabharata se libró entre los Pándavas y los Káuravas, quienes eran primos entre sí. Los primeros eran seguidores estrictos del Dharma (la ley eterna), mientras que los segundos no seguían el Dharma de manera tan estricta. Ambos grupos eran de sangre real, y el principal guerrero de todos fue Arjuna, del grupo de los Pándavas, quien tenía como cochero a nadie menos que al Señor Krishna en persona (origen del Bhagavad Gita). Así, pues, Arjuna era el guerrero más poderoso, invencible y temido, que incluso con una sola mano, en ocasiones pudo destruir ejércitos completos. Este héroe era hijo del dios Indra y la humana Kunti.
Aquí llega Karna, quien desde los contrarios, fue el único
guerrero que igualó al sinigual Arjuna. Karna también era conocido como el “hijo
de suta” o “hijo de cochero”, para enrostrarle su origen humilde. Pero nadie
sabía que no era un “hijo de suta”. Nadie sabía que era hijo del dios Sol y la
humana Kunti. Es decir, era hermano de Arjuna por parte de madre. Tampoco
ninguno de ellos dos, Arjuna y Karna, lo sabía.
Cuando la princesa Kunti era muy joven, su padre le pidió
que atendiera al sabio Durvasa, quien sería su huésped de honor. El sabio,
conocido porque nada le gustaba y molestaba por todo, fue atendido de manera
tan especial por la adolescente, que cuando puso final a su visita, no tuvo más
que reconocer cuánto le había agradado la forma como la chica lo había sabido atender.
Entonces le dijo a Kunti que le iba a conceder un don especial, el que
consistía en que ella podía invocar a cualquier dios que quisiera con un mantra
que le dio a conocer.
Una vez a solas, la joven Kunti se puso a jugar con el
mantra. Pero, tal vez por su juventud, no sabía que el asunto no era de juego,
y de repente apareció ante ella nada menos que el dios Sol. Ella, asustada, le
explicó a la deidad que solo estaba jugando y que había sido un honor conocerle
en toda su belleza y esplendor. El dios, al principio quedó desconcertado, pero
después, comprendiendo la ignorancia de la chica, tuvo que explicarle que si con
ese mantra se invocaba un dios, ella debía procrear un hijo con la deidad que
fuera. No había vuelta atrás, no había tal de despedir a la deidad.
Así nació Karna de una princesa adolescente, que mantuvo el
embarazo en secreto y una vez nacida la criatura (que nació con aretes y
armadura) la envolvió en una manta, la puso en una canasta embreada que puso a
flotar a orillas del Ganges. De allí el bebé fue rescatado por Atiratha, un
hombre cuya profesión era cochero, quien llevó al niño con su esposa, Radha, quien
lo crio, razón por la que también se conoció a Karna como Radheya o hijo de
Radha. En cuanto a Kunti, bastará decir por ahora, que cuando estuvo en edad de
casarse, lo hizo con un príncipe, con quien tuvo 5 hijos, que son los 5
Pándavas, uno de ellos, Arjuna.
El niño creció con su familia adoptiva, principalmente al
lado de su madre Radha, a quien amaba de manera exultante. Por las cualidades
extraordinarias que poseía el muchacho, ella siempre sospechó que estaba emparentado
con dioses. En determinado momento de su primera juventud, Karna fue a buscar al
maestro Drona al palacio de los príncipes del reino (Pándavas y Káuravas) para
que le enseñara el arte del tiro con arco. Pero el maestro se negó porque era
un “suta”, es decir, su casta no le permitía acceder a la misma educación de
los nobles.
Karna comprendió que su casta inferior, pues era hijo de un
cochero, le iba a impedir lograr lo que en su interior hervía como lava de un
volcán: ser un guerrero. Y era lógico, pues en verdad él era un chatria (casta
guerrera) y no un suta, pero lo ignoraba. Aun así, no se descorazonó y volvió a
intentarlo. Fue donde Parashurama, avatar del dios Visnú, y le pidió que le
enseñara el arte de la guerra. Para esto, tuvo que mentir al avatar, diciéndole
que era un brahmín, es decir, que pertenecía a la casta más elevada, la de los
brahmines. Entonces el Señor Parashurama lo recibió en su ashram.
Fue un estudiante tan dedicado, que con el tiempo
Parashurama dijo que Karna era igual a él en el conocimiento del arte de la
guerra. Entre las muchas cosas que aprendió Karna con su maestro, están los “astras”,
armas que solo pueden usarse repitiendo un mantra sagrado. Pero el destino
tenía otros planes para nuestro héroe.
Un día que el Señor Parashurama estaba cansado, pidió a
Karna que le trajera una manta sobre la cual poner su cabeza y dormir un poco
bajo la sombra de un árbol. Karna, agradecido y lleno de amor por su maestro,
no dudó en decirle que podía recostarse sobre sus muslos. Así lo hizo el maestro mientras su discípulo,
feliz, sentía que para él era el más grande honor de su vida. Pasado algún
tiempo, de repente Karna sintió que un aguijón taladraba su muslo. Pero el
señor Parashurama dormía plácidamente, así que Karna resistió el dolor sin
moverse un milímetro para no cometer el pecado de despertar al maestro.
Pasaba el tiempo y Karna seguía resistiendo el terrible
insecto que lo taladraba de dolor mientras veía la sangre manar; no obstante,
continuaba en la misma posición, esperando que su maestro despertara. Pero la
tibia humedad de la sangre lamió en algún momento el rostro del maestro quien
de inmediato despertó. Cuando se vio untado de sangre, sorprendido preguntó a
Karna qué había sucedido. Pero la explicación que dio Karna no satisfizo a Parashurama,
que de inmediato le increpó: “¡Tú me has mentido, pues no eres un brahmín!” Le
explicó que si él, Karna, fuera un brahmín, como había dicho, no habría
resistido el dolor, pues bien sabido es que los brahmines son fácilmente
derrotados por el dolor. En cambio, continuó diciéndole, los chatrias pueden
resistir grandes tormentos sin doblegarse. En consecuencia, Karna debía ser un
chatria y había mentido al decir que era un brahmín.
El señor Parashurama maldijo entonces a Karna por haberlo
engañado, y le dijo que en el momento más difícil en que con más urgencia necesitara
de un astra, olvidaría la fórmula para usarlo. No valió de nada el
arrepentimiento ni los ruegos ni las promesas de Karna. El señor Parashurama
fue inflexible. Sin embargo, y ablandado, pero solo un poco, le dijo al final
que a pesar de todo, él, Karna, sería el guerrero más famoso del mundo. Como en
efecto lo fue.
¿Cómo llegó a ser el guerrero más famoso del mundo? Lo
veremos en el próximo post.