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martes, 13 de julio de 2021

Karna, héroe trágico (segunda de 2 partes)

 



y Karna fue maldecido por el avatar Parashurama.

Salió del ashram completamente abatido y caminó sin rumbo por largas horas. De pronto, estaba a orillas de un río meditando sobre su difícil vida, cuando de la nada surgió algo como un animal, y el arquero consumado que era Karna por reflejo y como un rayo disparó una flecha matando aquello que había surgido, que resultó ser la vaca de un brahmín que montó en cólera y no aceptó las disculpas de Karna, ni su ofrecimiento de conseguirle muchas vacas en compensación. En cambio, el colérico brahmín maldijo a Karna condenándolo a que en el momento crucial de su vida, cuando estuviera frente a su principal enemigo, la rueda de su carro se hundiría en el fango y no podría sacarla.

Maldecido dos veces, Karna siguió consternado su camino a casa, donde descansó algunos días, pero no contó ninguna de sus penurias a su madre Radha. Después, le dijo que iría a buscar la vida a a ciudad de Hastinapura. Partió, pues, Karna hacia la capital del reino y coincidió su llegada con un gran espectáculo, al que asistían la mayor parte de los habitantes de la ciudad, que el preceptor de los Kurus, Drona, había preparado para que el pueblo conociera las habilidades desarrolladas por sus reales alumnos.  Dentro del público también estaba Kunti, quien era la madre conocida de los 5 Pándavas, y también la desconocida madre de Karna.

Llegó nuestro héroe y se dirigió directamente al sitio donde se desarrollaba el espectáculo. Ya los alumnos reales de Drona habían demostrado sus habilidades para la guerra y en esos momentos Arjuna estaba dejando con la boca abierta a todos con su capacidad superior a la de todos los demás. Sin embargo, cuando Karna entró al recinto, todo pareció iluminarse, como si el mismo astro rey hubiera llegado. Todos quedaron subyugados por su presencia y sobre todo Kunti, quien lo reconoció de inmediato por su armadura y sus aretes y cayó desmayada.

El hijo de suta, o Radheya, o Karna, pero sobre todo el hijo del sol, subió al escenario donde todos lo miraban con incredulidad. Sacó su arco y comenzó a demostrar que Arjuna no era el mejor, cuando uno de los Pándavas lo detuvo diciéndole que se identificara, pues no era solo llegar al escenario a competir. Karna contestó que tenía entendido que era un espectáculo público en el que cualquiera que tuviera las habilidades necesarias podía competir. Sin embargo, se identificó como el hijo de Atiratha, el cochero. De inmediato todos los Pándavas se burlaron: “Eres el hijo de un suta, un sutaputra, y no puedes competir con la nobleza”.

Pero Duryodhana, el mayor de los primos y enemigos de los Pándavas, saltó y se interpuso como un tigre y les dijo que solo era mirar a ese joven para saber que no era un sutaputra, sino que debía ser el hijo de un dios. Pero que si así fuera, si el joven realmente fuera un sutaputra, él, Duryodhana, en su calidad de príncipe heredero al trono, iba a coronar en ese mismo momento al recién llegado como rey de Anga, una región hasta el momento sin gobernante.

Y así lo hizo de inmediato y en presencia de todos. Luego se enfrentó a los Pándavas y les dijo: Ahora no solo es igual a ustedes, sino que es más que ustedes, pues es un rey. Así que déjenlo competir y derrotar a Arjuna. Karna no podía creer todo lo que sucedía, y por respuesta solo pronunció un juramento: amar, respetar y ser leal por siempre a Duryodhana. Entonces se estrecharon en un abrazo que selló una grandiosa amistad que llegó hasta el fin de sus vidas.

La vida de Karna, el hijo del sol, es abrumadora de conocer. Tiene cimas tan elevadas de bondad, como oscuros abismos de maldad. Tal vez por esta razón, durante todas las épocas, su vida ha despertado tantas pasiones y ha sido tan debatida. Lo que a la postre contribuye a hacer de este héroe uno de los más importantes, impresionantes y conmovedores del Mahabharata.

Era el hombre más bondadoso del mundo: Todos los días al medio día adoraba al sol. Y terminadas sus oraciones, cualquier cosa que se le pidiera, la otorgaba. De esta excelsa cualidad se valió el mismo dios Indra, padre de Arjuna, para venir un día disfrazado de anciano a pedirle su armadura y aretes, con los cuales había nacido y que le otorgaban invulnerabilidad. Karna no dudó un momento en entregárselos al anciano, que siendo en realidad el dios Indra, quería dejar en desventaja a Karna frente a su hijo Arjuna. Sin embargo, el dios reconociendo la nobleza extrema de Karna, le regaló un astra con el cual podía matar a cualquier ser humano o divino. Solo que este astra podía usarse por una sola vez.

Kunti, su madre, se le reveló en uno de esos medios días de adoración al sol. Le dijo que ella era su madre, le contó toda la historia del mantra, de la canasta en el Ganges, etc. Y por si fuera poco, le dijo que ella también era la madre de los Pándavas, y que por lo tanto, le pedía que se uniera a sus hermanos y abandonara la causa de Duryodhana. Le resaltó, que al ser el hermano mayor, sus hermanos le reconocerían y amarían, y por lo tanto le quedaba fácil ser no solo el rey de Hastinapura, sino de todo el mundo. Karna, emocionado por conocer a su madre carnal, sin embargo fue enfático decirle que no abandonaría nunca a Duryodhana ni por el reinado de toda la tierra, demostrando la gratitud y lealtad a toda prueba de su corazón. Lo único que obtuvo Kunti de Karna, fue la promesa de que de sus 5 hermanos, no mataría a 4. El otro era Arjuna.

Uno de los pasajes más perturbadores del Mahabharata fue el del juego de dados. Allí estuvo Karna. Su resumen es como sigue:

El rey de Hastinapura era Dhritarashtra, quien era ciego de nacimiento. También era padre de Duryodhana y tío de los Pándavas. El rey, entonces, queriendo más a su hijo Duryodhana que a sus sobrinos, se plegaba a la voluntad perversa de su hijo, aunque conservaba en lo profundo de su corazón cierto remordimiento por sus sobrinos.

Duryodhana había atentado varias veces contra la vida de sus primos, los Pándavas, pero estos siempre habían salido bien librados. Y en medio de tanta violencia, el rey Dhritarashtra concedió a sus sobrinos una parte del reino, que aunque era la menos apta para vivir y desarrollarse, no obstante los Pándavas la convirtieron en poco tiempo en una región rica, que competía con la que conservaba el rey.

Ya Karna y Duryodhana eran amigos entrañables, cuando este último decide un nuevo atentado contra los Pándavas: despojar de su reino a Yudhishthira, quien por ser el mayor de los 5 Pándavas, era el rey de Indraprastha, como habían llamado a su reino. La forma como lo destronaría sería usando como disculpa un juego de dados, pues sabía de la debilidad de Yudhishthira por el juego. Asesorado por su tío Sakuni, quien era jugador empedernido y tramposo, piden permiso al rey Dhritarashtra para efectuar el juego. El rey acepta.

Aquí, Karna se opone, y dice a su amigo Duryodhana que los reinos se deben ganar en la guerra, y no cobardemente en un juego amañado. Pero Duryodhana no lo escucha y sigue adelante con su plan. Aunque de mala gana, Karna acepta, pues su lealtad hacia Duryodhana es inquebrantable.

Convocan a Yudhishthira para un juego “amistoso”. Para pasar una tarde “agradable”, y el rey de Indraprastha se hace presente para el juego en la corte junto con sus 4 hermanos y Draupadi (esposa común de los 5 Pándavas). No sabe que los dados están cargados y que con ellos jugará un tramposo abominable: Sakuni.

El juego comienza y Yudhishthira, como estaba planeado, siempre pierde. Primero juegan joyas, después ganado, después palacios, tierras, etc., y poco a poco, dada su debilidad por el juego, Yudhishthira no se detiene y va perdiendo toda su riqueza. Casi al final, juega a sus hermanos uno por uno y los pierde; después se juega él mismo y se pierde, y no obstante, aún le queda algo por jugar: su esposa, Draupadi, y también la pierde.

Es así como Duryodhana acaba con los Pándavas y antes de desterrarlos del reino, los humilla con saña. Aquí, nuestro personaje, Karna, que ya se ha rendido ante el perverso accionar de su entrañable amigo, Duryodhana, participa de las humillaciones e insultos hacia los Pándavas. Incluso va más lejos: junto con otros Kauravas, pide que traigan a Draupadi, a la que trata de “perra”, y que la desnuden en presencia de todos. En efecto, la orden se cumple. Los Pándavas, que ya no son nadie, son menos que esclavos, presencian como su esposa es vilipendiada sin que puedan hacer nada más que sangrar hacia adentro al escuchar los desgarradores gritos de su mujer.

Aquí se sella la gran guerra de Kurukshetra, pues dentro de su caída, los Pándavas juran vengarse algún día. Aquí Karna muestra su lado oscuro, y sigue delineándose como un personaje supremamente complejo y a la vez fascinante. Hay muchas batallas en el Mahabharata en las cuales Karna es derrotado y otras en que demuestra su grandeza y poderío como guerrero; muchos pasajes de la épica en que demuestra “mala leche”, y otros en que demuestra su inigualable corazón y nobleza.

Pero a fin llega el momento en que se enfrentarían en singular combate Karna y Arjuna. Los dos guerreros más poderosos de cada bando. Era tal la expectativa, que los mismos dioses se asomaron a presenciar la lid. Hay que recordar aquí que sus respectivos padres eran los dioses Indra (Arjuna) y Surya (Karna)

Cuando se inició el combate, el universo se detuvo. La destreza, potencia y habilidad que desplegaban era asombrosa. Karna ya no tenía sus Kundalas y su Kavacha (aretes y armadura) que lo hacían invulnerable, y también había usado el astra que le había otorgado Indra. Además, tampoco recordaba la forma de usar los astras aprendidos con Parashurama. Así que solo dependía de su maestría en el uso de las armas corrientes. Mientras tanto, Arjuna poseía no solo sus armas corrientes, sino muchísimos astras divinos.

En determinado momento de la batalla, la rueda del carruaje de Karna se hunde en la tierra. Este pide a gritos a su contrincante que detenga el ataque mientras desatasca la rueda. Arjuna acepta detenerse unos instantes, pero su cochero, el Señor Krishna, le insta a acabar de inmediato con la vida de Karna. Karna escucha y pregunta a Krishna por qué aconseja a Arjuna que cometa la vileza de disparar a un hombre desarmado. Krishna le recuerda a Karna muchas de sus vilezas, entre ellas, el tratamiento a Draupadi, quien también estaba desarmada, sin maridos y completamente sola en el mundo. Sin esperar más, Arjuna dispara una última flecha con la que decapita al gran Karna.  

Pero no obstante, la gran guerra de Kurukshetra no termina aquí. El Mahabharata prosigue.



lunes, 5 de julio de 2021

Karna, héroe trágico (Primera de dos partes)

 


Para poner a este inmenso personaje en contexto, diremos que la guerra del Mahabharata se libró entre los Pándavas y los Káuravas, quienes eran primos entre sí. Los primeros eran seguidores estrictos del Dharma (la ley eterna), mientras que los segundos no seguían el Dharma de manera tan estricta. Ambos grupos eran de sangre real, y el principal guerrero de todos fue Arjuna, del grupo de los Pándavas, quien tenía como cochero a nadie menos que al Señor Krishna en persona (origen del Bhagavad Gita). Así, pues, Arjuna era el guerrero más poderoso, invencible y temido, que incluso con una sola mano, en ocasiones pudo destruir ejércitos completos. Este héroe era hijo del dios Indra y la humana Kunti.

Aquí llega Karna, quien desde los contrarios, fue el único guerrero que igualó al sinigual Arjuna. Karna también era conocido como el “hijo de suta” o “hijo de cochero”, para enrostrarle su origen humilde. Pero nadie sabía que no era un “hijo de suta”. Nadie sabía que era hijo del dios Sol y la humana Kunti. Es decir, era hermano de Arjuna por parte de madre. Tampoco ninguno de ellos dos, Arjuna y Karna, lo sabía.

Cuando la princesa Kunti era muy joven, su padre le pidió que atendiera al sabio Durvasa, quien sería su huésped de honor. El sabio, conocido porque nada le gustaba y molestaba por todo, fue atendido de manera tan especial por la adolescente, que cuando puso final a su visita, no tuvo más que reconocer cuánto le había agradado la forma como la chica lo había sabido atender. Entonces le dijo a Kunti que le iba a conceder un don especial, el que consistía en que ella podía invocar a cualquier dios que quisiera con un mantra que le dio a conocer.

Una vez a solas, la joven Kunti se puso a jugar con el mantra. Pero, tal vez por su juventud, no sabía que el asunto no era de juego, y de repente apareció ante ella nada menos que el dios Sol. Ella, asustada, le explicó a la deidad que solo estaba jugando y que había sido un honor conocerle en toda su belleza y esplendor. El dios, al principio quedó desconcertado, pero después, comprendiendo la ignorancia de la chica, tuvo que explicarle que si con ese mantra se invocaba un dios, ella debía procrear un hijo con la deidad que fuera. No había vuelta atrás, no había tal de despedir a la deidad.

Así nació Karna de una princesa adolescente, que mantuvo el embarazo en secreto y una vez nacida la criatura (que nació con aretes y armadura) la envolvió en una manta, la puso en una canasta embreada que puso a flotar a orillas del Ganges. De allí el bebé fue rescatado por Atiratha, un hombre cuya profesión era cochero, quien llevó al niño con su esposa, Radha, quien lo crio, razón por la que también se conoció a Karna como Radheya o hijo de Radha. En cuanto a Kunti, bastará decir por ahora, que cuando estuvo en edad de casarse, lo hizo con un príncipe, con quien tuvo 5 hijos, que son los 5 Pándavas, uno de ellos, Arjuna.

El niño creció con su familia adoptiva, principalmente al lado de su madre Radha, a quien amaba de manera exultante. Por las cualidades extraordinarias que poseía el muchacho, ella siempre sospechó que estaba emparentado con dioses. En determinado momento de su primera juventud, Karna fue a buscar al maestro Drona al palacio de los príncipes del reino (Pándavas y Káuravas) para que le enseñara el arte del tiro con arco. Pero el maestro se negó porque era un “suta”, es decir, su casta no le permitía acceder a la misma educación de los nobles.

Karna comprendió que su casta inferior, pues era hijo de un cochero, le iba a impedir lograr lo que en su interior hervía como lava de un volcán: ser un guerrero. Y era lógico, pues en verdad él era un chatria (casta guerrera) y no un suta, pero lo ignoraba. Aun así, no se descorazonó y volvió a intentarlo. Fue donde Parashurama, avatar del dios Visnú, y le pidió que le enseñara el arte de la guerra. Para esto, tuvo que mentir al avatar, diciéndole que era un brahmín, es decir, que pertenecía a la casta más elevada, la de los brahmines. Entonces el Señor Parashurama lo recibió en su ashram.

Fue un estudiante tan dedicado, que con el tiempo Parashurama dijo que Karna era igual a él en el conocimiento del arte de la guerra. Entre las muchas cosas que aprendió Karna con su maestro, están los “astras”, armas que solo pueden usarse repitiendo un mantra sagrado. Pero el destino tenía otros planes para nuestro héroe.

Un día que el Señor Parashurama estaba cansado, pidió a Karna que le trajera una manta sobre la cual poner su cabeza y dormir un poco bajo la sombra de un árbol. Karna, agradecido y lleno de amor por su maestro, no dudó en decirle que podía recostarse sobre sus muslos.  Así lo hizo el maestro mientras su discípulo, feliz, sentía que para él era el más grande honor de su vida. Pasado algún tiempo, de repente Karna sintió que un aguijón taladraba su muslo. Pero el señor Parashurama dormía plácidamente, así que Karna resistió el dolor sin moverse un milímetro para no cometer el pecado de despertar al maestro.

Pasaba el tiempo y Karna seguía resistiendo el terrible insecto que lo taladraba de dolor mientras veía la sangre manar; no obstante, continuaba en la misma posición, esperando que su maestro despertara. Pero la tibia humedad de la sangre lamió en algún momento el rostro del maestro quien de inmediato despertó. Cuando se vio untado de sangre, sorprendido preguntó a Karna qué había sucedido. Pero la explicación que dio Karna no satisfizo a Parashurama, que de inmediato le increpó: “¡Tú me has mentido, pues no eres un brahmín!” Le explicó que si él, Karna, fuera un brahmín, como había dicho, no habría resistido el dolor, pues bien sabido es que los brahmines son fácilmente derrotados por el dolor. En cambio, continuó diciéndole, los chatrias pueden resistir grandes tormentos sin doblegarse. En consecuencia, Karna debía ser un chatria y había mentido al decir que era un brahmín.

El señor Parashurama maldijo entonces a Karna por haberlo engañado, y le dijo que en el momento más difícil en que con más urgencia necesitara de un astra, olvidaría la fórmula para usarlo. No valió de nada el arrepentimiento ni los ruegos ni las promesas de Karna. El señor Parashurama fue inflexible. Sin embargo, y ablandado, pero solo un poco, le dijo al final que a pesar de todo, él, Karna, sería el guerrero más famoso del mundo. Como en efecto lo fue.

¿Cómo llegó a ser el guerrero más famoso del mundo? Lo veremos en el próximo post.



 

 

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