Como vimos en la entrada anterior, el BHAGAVAD-GITA, que es parte del Mahâbhârata, es una obra fundamental del Espíritu. Si a esto le sumamos que su extensión es 'corta' (en el sentido material), nos podemos explicar que haya innumerables traducciones a todos los idiomas del mundo. En nuestro idioma también hay varias traducciones, una de ellas, la del teósofo J. Roviralta Borrell, que publicó en 1910 su versión del BHAGAVAD-GITA en español. En la introducción, nos da nuevas visiones sobre el Mahâbhârata, las que aquí quiero compartir, por considerarlas valiosas para la visión global que de esta epopeya queremos hacer en este blog:
El Señor Ganesha transcribiendo el Mahabharata |
...El relato que se acaba de hacer, aunque de un modo somero, es el argumento del Mahâbhârata (1). Autores hay que aceptan este relato al pie de la letra, llegando alguno a suponer, entre otras cosas, tal vez por hacer alarde de ingenio, que la palidez de Pându (2) era ocasionada por la lepra (¡). Opuestamente al modo de pensar de tales autores, va prevaleciendo cada día más una opinión de todo distinta, o sea que el BHAGAVAD-GÎTÂ, así como el Mahâbhârata entero, ya se le considere en conjunto o ya en sus menores detalles, es una obra en la cual la realidad permanece encubierta tras el tupido velo de la alegoría y de la fábula.
“Los contextos de los diversos pasajes —dice Telang– indican, en mi sentir, que se ha soltado una semiverdad aquí y otra semiverdad allí, especialmente relacionadas con el sujeto especial de que se está tratando; pero no se ha hecho todavía ninguna tentativa para organizar las diversas semiverdades— que son aparentemente incompatibles— en un todo simétrico, donde las aparentes contradicciones podrían quizás desvanecerse por completo en una síntesis superior”. Esta opinión viene corroborada por otros autores de reconocida competencia, entre ellos W. Brehon, que se expresa en los siguientes términos: “Aquel que estudie con atención este poema, no tardará en darse cuenta de que en el fondo del mismo hay un substratum, un sentido íntimo mucho más grande que lo que puedan sugerirle las simples palabras”.
En efecto: la misma disposición del poema, la forma en que están distribuidas sus materias y capítulos, diversos hechos de carácter maravilloso y extraordinario que descuellan en el mismo, todo, en fin, revela bien a las claras la verdad de esta última opinión, indicando asimismo que es preciso poseer un elucidario, o mejor dicho, una o más claves para poder descifrar los enigmas y misterios de que rebosan las páginas de este libro (3). Un solo ejemplo bastará para demostrar esta afirmación: en el curso de todo el Mahâbhârata se encuentra de un modo preferente el número dieciocho. Dieciocho son los parvas (divisiones o libros) de que consta dicha epopeya: dieciocho son los cantos o capítulos del BHAGAVAD-GÎTÂ; dieciocho es el número que corresponde al nombre de este poema; en dieciocho cuerpos de ejército se dividieron los dos partidos beligerantes de Kurús y Pandavas; dieciocho días duro el combate; el número dieciocho está misteriosamente relacionado el nombre de Arjuna, y dieciocho es también el número que representa la forma particular del Logos asumida por Krishna. Igualmente encontramos el número dieciocho en las siguientes cifras que indica Sâuti, contestando a una pregunta de los Richis: “El número de carros de un ejército, oh excelentes brâhmanas, según aquellos que conocen la ciencia de los cálculos, es de 21,870 (2+1+8+7=18); el número de elefantes es idéntico (=18); 109,350 (=18) es el número de los soldados de a pie; y 65,610 (=18) es el número de caballos. He aquí lo que los hombres versados en la ciencia de los cálculos han designado con el nombre de ejército completo”.
Como indica W. Q. Judge, en su introducción al BHAGAVAD-GÎTÂ, éste puede interpretarse de diversas maneras, según sea el punto de vista bajo el cual lo considere el lector. Así es que puede referirse al individuo siguiendo todo el curso de su desarrollo evolucionario, a la cosmogenia, a la evolución del mundo astral, a las distintas jerarquías de seres, a la naturaleza moral, etc.
Si el relato se aplica al individuo, tenemos que el rey Dhritarâchtra representa al cuerpo humano, que la Mónada inmortal, obligada por la fuerza de la ley kármica (ley de justa retribución) y del tanha (sed o deseo de vida), adquieren al venir a la existencia transmigratoria con el objeto de recorrer el sendero de la evolución. Es ciego, porque el cuerpo, separado de sus facultades internas, es materia insensible, y por consiguiente, incapaz de gobernar; razón por la cual figura en el Mahâbhârata otro personaje como regente del Estado, siendo rey de nombre el ciego Dhritarâchtra, o sea el cuerpo físico.
Como quiera que en nosotros hay una doble naturaleza, vemos que los Kurús mencionados en el poema simbolizan la parte material de nuestro ser, el yo inferior, mientras que los príncipes Pandavas, y entre ellos Arjuna, representan los principios espirituales.
El sabio brahmín teósofo Subba Row, en su excelente obra titulada Discourses on the Bhagavad-Gîtâ, dice que por Arjuna ha de entenderse el hombre, o mejor dicho, la Mónada humana, conforme viene a probarlo el significado mismo de Nara (hombre), que es una de las varias denominaciones con que se designa a dicho príncipe; y por Krishna ha de entenderse el Yo supremo, el Logos (4), Atman o Espíritu inmortal, que descienden para iluminar al hombre y contribuir a su salvación. Este es el motivo porque se representa al dios desempeñando, en obsequio de su amigo, el papel de guía en el campo de batalla.
Bajo el punto de vista filosófico, los dos ejércitos enemigos, los Kurús y los Pandavas, son las dos agrupaciones de potencias o facultades humanas que traban entre sí encarnizada lucha, teniendo las unas a degradarnos y sumirnos en la materialidad, y propendiendo las otras a elevarnos a la sublimación espiritual. Los Kurús, o sea la parte inferior y más grosera de nuestra naturaleza primitivamente desarrollada, obtienen por el momento el poder sobre este plano, y uno de ellos, Duryodhana, “prevalece”, hasta el punto de que los Pandavas, esto es, las partes más nobles y espirituales de nuestra naturaleza, se hallan proscritos temporalmente del reino, o lo que es lo mismo, se hallan imposibilitados para gobernar. La prolongada marcha errante y las numerosas privaciones a que están condenados los príncipes pandavas, son el continuo vagar de un lado a otro, causado por las necesidades de la evolución, antes que dichas partes nobilísimas de nuestro ser se detengan con el objeto de alcanzar la dirección en la lucha evolucionaria del hombre.
Cuanto acaba de indicarse respecto al hombre considerado individualmente, se puede referir también a la Humanidad, o sea al hombre considerado como raza, así como al encumbramiento y decadencia cíclicos de las naciones.
La batalla sangrienta que tiene lugar en Kurukchetra, simboliza la lucha que se entabla entre la parte más noble o espiritual del hombre, representada por los Pandavas, y las más grosera y material, representada por los Kurús, con el objeto de conquistar el trono de Hastinâpura, esto es, los planos de existencia más elevados, siendo para ello preciso apelar a la fuerza, a la violencia, hasta que el hombre espiritual, verdadero santuario de la Divinidad, aniquile por completo a la “bestia humana”, con todo su cortejo de pasiones y tendencias ruines”. Esto mismo es lo que vienen a significar los dos siguientes pasajes bíblicos; “El reino de los cielos se alcanza a viva fuerza, y los que se la hacen a sí mismos, son los que lo arrebatan”. (Math., XI, 12); “...de manera que la vida inmortal absorba y haga desaparecer lo que hay de mortalidad en nosotros”. (Corinth., V. 4).
Es de notar que Arjuna no pretendía que Krishna peleara por él. De esto se sigue que la Mónada humana ha de reñir su propia batalla, ayudada, desde el momento en que el hombre empieza a pisar la verdadera senda, por su propio Logos, que es su amigo y consejero.
El descorazonamiento que se apodera de Arjuna, el intenso pesar que le agobia cuando el desventurado príncipe considera que ha de trabar un encarnizado combate contra sus amigos y parientes más cercanos es el profundo desaliento, la desesperación que se apodera del hombre en el acto de emprender la lucha contra su naturaleza inferior, que es una parte de sí mismo; simboliza el sentimiento de doloroso vacío, de amarga soledad que le atormenta cuando tiene que anonadar sus pasiones animales, sus afectos y sus aspiraciones terrenas, que tanto había acariciado hasta aquel momento y durante repetidas existencias. Es también una alegoría para expresar que cuando el hombre se halla en el mismo umbral del conocimiento, con mucha frecuencia su alma consiente que los peores sentimientos de su naturaleza avasallen por completo su razón, y en tales casos, si no se apresurara a reunir en torno a él sus mejores aliados, el hombre está perdido. Esto también es lo que Bulwer Lytton pretende significar en su Zanoni, cuando describe con tan vivos colores el monstruoso y terrible guardián o “habitante del umbral”, cuya influencia en el plano de la mente es mucho más abrumadora que la de cualquier terror de orden material. En semejante circunstancias, la victoria o la derrota dependerán del efecto que en el hombre produzcan las exhortaciones de Krishna, o sea del Logos que brilla dentro de nosotros y habla en nuestro interior...
Notas:
(1) El lector que desee conocer más extensamente esta gran epopeya, podrá consultar con fruto el precioso compendio que de ella ha hecho Mrs. A. Besant, con el título The Story of the Great War (Historia de la Gran Guerra ).
(2) Pandu significa pálido.
(3) Antes de la aparición del Buddhismo, el BHAGAVAD-GÎTÂ, por razón de ser uno de los antiguos libros de iniciación, hallábase únicamente en manos y bajo la custodia de los brâhmanes iniciados, siendo por completo desconocido para las muchedumbres. Gautama Buddha, llevado de su deseo de abrir las puertas del Santuario oculto a todos cuantos, sin distinción de casta o de posición social, se mostrasen dignos de conocer las Verdades supremas, reveló en parte el secreto de este libro; pero, inmediatamente después de la muerte del sabio Maestro, sus enemigos hicieron desaparecer la clave, el verdadero grano de la doctrina, dejando tan solo la cáscara para desorientar a las masas. Esta preciosa clave, contenida en un volumen tres veces más abultado que todo el Mahâbhârata se dice que los buddhistas iniciados se la llevaron consigo cuando fueron condenados al destierro, y es fama que en el templo de Kandy, en Ceilán, se conserva actualmente un ejemplar o copia de la misma. (SUBBA ROW).
(4) Krishna es el Logos, pero sólo una forma particular del mismo representada por el número dieciocho. Es el Logos que protege al Yo humano, y el dar Krishna su propia hermana Subhadrâ (nombre que significa “bien propicia”) en matrimonio a Arjuna, simboliza la unión entre la luz del Logos y la Mónada humana. (SUBBA ROW).
Para los interesados: El BHAGAVAD-GÎTÂ, de Roviralta Borrell
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