…y Karna fue maldecido por el avatar Parashurama.
Salió del ashram completamente abatido y caminó sin rumbo
por largas horas. De pronto, estaba a orillas de un río meditando sobre su
difícil vida, cuando de la nada surgió algo como un animal, y el arquero
consumado que era Karna por reflejo y como un rayo disparó una flecha matando
aquello que había surgido, que resultó ser la vaca de un brahmín que montó en
cólera y no aceptó las disculpas de Karna, ni su ofrecimiento de conseguirle
muchas vacas en compensación. En cambio, el colérico brahmín maldijo a Karna
condenándolo a que en el momento crucial de su vida, cuando estuviera frente a
su principal enemigo, la rueda de su carro se hundiría en el fango y no podría
sacarla.
Maldecido dos veces, Karna siguió consternado su camino a
casa, donde descansó algunos días, pero no contó ninguna de sus penurias a su
madre Radha. Después, le dijo que iría a buscar la vida a a ciudad de Hastinapura. Partió, pues, Karna hacia la capital del reino y coincidió su llegada con un
gran espectáculo, al que asistían la mayor parte de los habitantes de la
ciudad, que el preceptor de los Kurus, Drona, había preparado para que el
pueblo conociera las habilidades desarrolladas por sus reales alumnos. Dentro del público también estaba Kunti,
quien era la madre conocida de los 5 Pándavas, y también la desconocida madre
de Karna.
Llegó nuestro héroe y se dirigió directamente al sitio donde
se desarrollaba el espectáculo. Ya los alumnos reales de Drona habían
demostrado sus habilidades para la guerra y en esos momentos Arjuna estaba
dejando con la boca abierta a todos con su capacidad superior a la de todos los
demás. Sin embargo, cuando Karna entró al recinto, todo pareció iluminarse,
como si el mismo astro rey hubiera llegado. Todos quedaron subyugados por su
presencia y sobre todo Kunti, quien lo reconoció de inmediato por su armadura y
sus aretes y cayó desmayada.
El hijo de suta, o Radheya, o Karna, pero sobre todo el hijo
del sol, subió al escenario donde todos lo miraban con incredulidad. Sacó su
arco y comenzó a demostrar que Arjuna no era el mejor, cuando uno de los
Pándavas lo detuvo diciéndole que se identificara, pues no era solo llegar al
escenario a competir. Karna contestó que tenía entendido que era un espectáculo
público en el que cualquiera que tuviera las habilidades necesarias podía
competir. Sin embargo, se identificó como el hijo de Atiratha, el cochero. De
inmediato todos los Pándavas se burlaron: “Eres el hijo de un suta, un
sutaputra, y no puedes competir con la nobleza”.
Pero Duryodhana, el mayor de los primos y enemigos de los
Pándavas, saltó y se interpuso como un tigre y les dijo que solo era mirar a
ese joven para saber que no era un sutaputra, sino que debía ser el hijo de un
dios. Pero que si así fuera, si el joven realmente fuera un sutaputra, él,
Duryodhana, en su calidad de príncipe heredero al trono, iba a coronar en ese
mismo momento al recién llegado como rey de Anga, una región hasta el momento
sin gobernante.
Y así lo hizo de inmediato y en presencia de todos. Luego se
enfrentó a los Pándavas y les dijo: Ahora no solo es igual a ustedes, sino que
es más que ustedes, pues es un rey. Así que déjenlo competir y derrotar a
Arjuna. Karna no podía creer todo lo que sucedía, y por respuesta solo
pronunció un juramento: amar, respetar y ser leal por siempre a Duryodhana.
Entonces se estrecharon en un abrazo que selló una grandiosa amistad que llegó
hasta el fin de sus vidas.
La vida de Karna, el hijo del sol, es abrumadora de conocer.
Tiene cimas tan elevadas de bondad, como oscuros abismos de maldad. Tal vez por
esta razón, durante todas las épocas, su vida ha despertado tantas pasiones y
ha sido tan debatida. Lo que a la postre contribuye a hacer de este héroe uno
de los más importantes, impresionantes y conmovedores del Mahabharata.
Era el hombre más bondadoso del mundo: Todos los días al
medio día adoraba al sol. Y terminadas sus oraciones, cualquier cosa que se le
pidiera, la otorgaba. De esta excelsa cualidad se valió el mismo dios Indra,
padre de Arjuna, para venir un día disfrazado de anciano a pedirle su armadura
y aretes, con los cuales había nacido y que le otorgaban invulnerabilidad.
Karna no dudó un momento en entregárselos al anciano, que siendo en realidad el
dios Indra, quería dejar en desventaja a Karna frente a su hijo Arjuna. Sin
embargo, el dios reconociendo la nobleza extrema de Karna, le regaló un astra
con el cual podía matar a cualquier ser humano o divino. Solo que este astra podía
usarse por una sola vez.
Kunti, su madre, se le reveló en uno de esos medios días de
adoración al sol. Le dijo que ella era su madre, le contó toda la historia del
mantra, de la canasta en el Ganges, etc. Y por si fuera poco, le dijo que ella
también era la madre de los Pándavas, y que por lo tanto, le pedía que se
uniera a sus hermanos y abandonara la causa de Duryodhana. Le resaltó, que al
ser el hermano mayor, sus hermanos le reconocerían y amarían, y por lo tanto le
quedaba fácil ser no solo el rey de Hastinapura, sino de todo el mundo. Karna,
emocionado por conocer a su madre carnal, sin embargo fue enfático decirle que
no abandonaría nunca a Duryodhana ni por el reinado de toda la tierra,
demostrando la gratitud y lealtad a toda prueba de su corazón. Lo único que
obtuvo Kunti de Karna, fue la promesa de que de sus 5 hermanos, no mataría a 4.
El otro era Arjuna.
Uno de los pasajes más perturbadores del Mahabharata fue el
del juego de dados. Allí estuvo Karna. Su resumen es como sigue:
El rey de Hastinapura era Dhritarashtra, quien era ciego de
nacimiento. También era padre de Duryodhana y tío de los Pándavas. El rey,
entonces, queriendo más a su hijo Duryodhana que a sus sobrinos, se plegaba a
la voluntad perversa de su hijo, aunque conservaba en lo profundo de su corazón
cierto remordimiento por sus sobrinos.
Duryodhana había atentado varias veces contra la vida de sus
primos, los Pándavas, pero estos siempre habían salido bien librados. Y en
medio de tanta violencia, el rey Dhritarashtra concedió a sus sobrinos una
parte del reino, que aunque era la menos apta para vivir y desarrollarse, no
obstante los Pándavas la convirtieron en poco tiempo en una región rica, que
competía con la que conservaba el rey.
Ya Karna y Duryodhana eran amigos entrañables, cuando este
último decide un nuevo atentado contra los Pándavas: despojar de su reino a Yudhishthira,
quien por ser el mayor de los 5 Pándavas, era el rey de Indraprastha, como
habían llamado a su reino. La forma como lo destronaría sería usando como
disculpa un juego de dados, pues sabía de la debilidad de Yudhishthira por el
juego. Asesorado por su tío Sakuni, quien era jugador empedernido y tramposo,
piden permiso al rey Dhritarashtra para efectuar el juego. El rey acepta.
Aquí, Karna se opone, y dice a su amigo Duryodhana que los
reinos se deben ganar en la guerra, y no cobardemente en un juego amañado. Pero
Duryodhana no lo escucha y sigue adelante con su plan. Aunque de mala gana, Karna
acepta, pues su lealtad hacia Duryodhana es inquebrantable.
Convocan a Yudhishthira para un juego “amistoso”. Para pasar
una tarde “agradable”, y el rey de Indraprastha se hace presente para el juego
en la corte junto con sus 4 hermanos y Draupadi (esposa común de los 5 Pándavas).
No sabe que los dados están cargados y que con ellos jugará un tramposo abominable:
Sakuni.
El juego comienza y Yudhishthira, como estaba planeado,
siempre pierde. Primero juegan joyas, después ganado, después palacios,
tierras, etc., y poco a poco, dada su debilidad por el juego, Yudhishthira no
se detiene y va perdiendo toda su riqueza. Casi al final, juega a sus hermanos
uno por uno y los pierde; después se juega él mismo y se pierde, y no obstante,
aún le queda algo por jugar: su esposa, Draupadi, y también la pierde.
Es así como Duryodhana acaba con los Pándavas y antes de
desterrarlos del reino, los humilla con saña. Aquí, nuestro personaje, Karna,
que ya se ha rendido ante el perverso accionar de su entrañable amigo,
Duryodhana, participa de las humillaciones e insultos hacia los Pándavas.
Incluso va más lejos: junto con otros Kauravas, pide que traigan a Draupadi, a
la que trata de “perra”, y que la desnuden en presencia de todos. En efecto, la
orden se cumple. Los Pándavas, que ya no son nadie, son menos que esclavos,
presencian como su esposa es vilipendiada sin que puedan hacer nada más que
sangrar hacia adentro al escuchar los desgarradores gritos de su mujer.
Aquí se sella la gran guerra de Kurukshetra, pues dentro de
su caída, los Pándavas juran vengarse algún día. Aquí Karna muestra su lado
oscuro, y sigue delineándose como un personaje supremamente complejo y a la vez
fascinante. Hay muchas batallas en el Mahabharata en las cuales Karna es
derrotado y otras en que demuestra su grandeza y poderío como guerrero; muchos
pasajes de la épica en que demuestra “mala leche”, y otros en que demuestra su
inigualable corazón y nobleza.
Pero a fin llega el momento en que se enfrentarían en singular
combate Karna y Arjuna. Los dos guerreros más poderosos de cada bando. Era tal
la expectativa, que los mismos dioses se asomaron a presenciar la lid. Hay que
recordar aquí que sus respectivos padres eran los dioses Indra (Arjuna) y Surya
(Karna)
Cuando se inició el combate, el universo se detuvo. La
destreza, potencia y habilidad que desplegaban era asombrosa. Karna ya no tenía
sus Kundalas y su Kavacha (aretes y armadura) que lo hacían invulnerable, y
también había usado el astra que le había otorgado Indra. Además, tampoco
recordaba la forma de usar los astras aprendidos con Parashurama. Así que solo
dependía de su maestría en el uso de las armas corrientes. Mientras tanto,
Arjuna poseía no solo sus armas corrientes, sino muchísimos astras divinos.
En determinado momento de la batalla, la rueda del carruaje
de Karna se hunde en la tierra. Este pide a gritos a su contrincante que
detenga el ataque mientras desatasca la rueda. Arjuna acepta detenerse unos
instantes, pero su cochero, el Señor Krishna, le insta a acabar de inmediato con
la vida de Karna. Karna escucha y pregunta a Krishna por qué aconseja a Arjuna
que cometa la vileza de disparar a un hombre desarmado. Krishna le recuerda a
Karna muchas de sus vilezas, entre ellas, el tratamiento a Draupadi, quien
también estaba desarmada, sin maridos y completamente sola en el mundo. Sin
esperar más, Arjuna dispara una última flecha con la que decapita al gran
Karna.
Pero no obstante, la gran guerra de Kurukshetra no termina
aquí. El Mahabharata prosigue.
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