Del libro 3, titulado Vana Parva - Sección CXXXI
EL HALCÓN, LA PALOMA, Y EL REY USINARA
Personajes:
Lomasa.- Un sabio que
guía a los Pandavas (1) durante su exilio en el bosque.
Yudhisthira.- El mayor
de los Pandavas, heredero al trono, despojado de su reino.
Lomasa y Yudhisthira están en lo alto de una colina. El aire es fino y fresco, y desde allí ven innumerables picos nevados que se recortan contra el azul perfecto del cielo; más abajo, entre el verde valle, el discurrir imponente de las plateadas aguas del río Yamuna. Entonces Lomasa dijo:
En este lugar, Oh, Yudhisthira, el rey Usinara, en peregrinaje sagrado, ofreció un sacrificio (2) que sobrepasó en excelencia a los que hacía el mismo rey de los dioses, Indra. Al ver esto desde los cielos, Indra junto con el dios del fuego, Agni, decidieron probar qué tan real era el mérito de Usinara, y en caso de que lo fuere, planearon concederle ricas bendiciones al virtuoso rey.
Todo comenzó cuando un halcón que perseguía a una paloma
estaba a punto de agarrarla, pero esta se precipitó buscando protección sobre
las piernas del rey Usinara, que sentado sobre una roca contemplaba la Naturaleza y que de inmediato la protegió
entre sus manos. En ese mismo momento, el halcón casi se estrella contra la
humanidad del rey, pero lo evitó en último momento con un giro cerrado y un
aterrizaje forzado.
El halcón, con las plumas desordenadas, y el rey, con la
paloma en sus manos, se miraron tensamente; entonces el ave supo que Usinara no
le iba a entregar su presa. Y así le dijo al rey:
“Todos los reyes de la tierra hablan de ti como un
gobernante piadoso. Sin embargo, no es piedad quitar el alimento a quien
afligido por el hambre busca aquello que las deidades le han asignado como
alimento. Me parece que aparentas virtud, cuando en realidad te apartas de ella”.
El rey Usinara, poniéndose de pie y sosteniendo aún entre
sus manos la paloma, replicó:
“Oh, distinguida ave: cuando esta paloma, amenazada por ti,
temblando de miedo, agitada y pidiendo protección por su vida ha llegado hasta
mí, el mérito consiste precisamente en negarme a entregártela. ¿Qué piedad hay
en abandonarla a tus garras? Sabes muy bien que todo aquel que mate a un
Brahmán (2), a una vaca y niegue protección al que la pida, es igualmente
pecador”.
El halcón vio que iba a ser difícil obtener su presa de
parte del rey, e inició una estrategia de razonamiento:
“Oh, señor de la tierra; sabes que es del alimento que
todos los seres derivan su vida, y es el alimento el que nutre y sostiene a
todos los seres. Un hombre puede tener larga vida después de abandonar lo que
le es más querido, pero no puede hacer lo mismo después de abstenerse del
alimento. Privada de alimento, mi vida, oh, sereno gobernante, con seguridad
dejará mi cuerpo y alcanzará regiones donde problemas de nutrición y larga vida
son desconocidos. Pero reflexiona un poco sobre las consecuencias, oh,
poderoso: con mi muerte, mi esposa y mis hijos con seguridad perecerán, así
que, protegiendo esta sola paloma, oh, príncipe, estás destruyendo muchas vidas”.
El halcón caminaba ahora de un lado a otro de una rama, y
parecía disertar ante un grupo de alumnos:
“La virtud que impide otra virtud, no es ninguna virtud,
sino que en realidad es una injusticia. Pero, atiende bien, oh, rey: solo
merece el nombre de virtud aquella que no entra en conflicto con nada ni nadie”.
Y de repente, había adquirido una seguridad que no tenía
cuando aterrizó, mientras continuaba hablando al rey:
“Después de hacer una comparación entre virtudes opuestas,
y sopesando sus méritos comparables, oh, gran príncipe, uno debe adoptar aquella
virtud que no sea contraria a nada. Por tanto, poniendo en balanza las
virtudes, debes adoptar aquella que tenga más peso”.
Entonces, el rey, que no se dejaba confundir fácilmente por
argumentos en apariencia lógicos, utilizó toda su sabiduría y diplomacia:
“Oh, tú, el mejor de los pájaros; al hablar palabras buenas,
sospecho que eres Suparma, el monarca
de los pájaros. No tengo la menor duda de que tú eres completamente versado con
las formas de la virtud, pues por tu forma de hablar, creo que no hay nada
relacionado con la virtud que sea desconocido para ti. –Hizo una pausa, y
cuando continuó, golpeó directo al pico con su pregunta-: ¿Cómo puedes, entonces,
considerar el abandono de alguien que busca ayuda, como algo virtuoso?”
Ahora el rey miraba fijamente al halcón en espera de alguna
señal de comprensión, pero solo había dureza en la mirada del ave. Entonces el
rey continuó su alegato, pero planteando una solución:
“Si tus esfuerzos están encaminados solo a la búsqueda de
alimento, oh protector de los cielos, entonces puedes apaciguar tu hambre con
alguna otra clase de alimento, inclusive más copioso. Estoy perfectamente
dispuesto a procurarte cualquier clase de alimento que te pueda parecer más
gustoso, por ejemplo una res, un jabalí, un venado o un búfalo”.
Entonces el ave pensó un poco; pareció caer del pedestal de
seguridad en que se había subido, pues se posó en tierra, y comenzó a hablar en
tono defensivo:
“Oh, gran rey; no deseo comer la carne de un jabalí ni de
una res ni de otra especie de bestia, pues bien sabes, oh, gobernante de la
tierra, que los halcones, por disposición eterna, solo comen palomas. ¿Qué voy a hacer con cualquier otra clase de
alimento? Por tanto, oh, poderoso chatria (3), déjame esta paloma en especial,
la cual hoy los cielos han ordenado que sea mi alimento”
El rey volvió a sentarse sobre la roca y pensativo
acariciaba a la paloma. Escuchó por unos instantes el imponente rumor del río
Yamuna, y, entonces, al parecer con una mejor idea, volvió a levantarse y dijo
al halcón:
“Oh, guardián de los cielos: estoy dispuesto a otorgarte
esta rica provincia o cualquier otra cosa que te pueda parecer deseable con tal
de liberar de la muerte a esta ave”.
El halcón de nuevo pareció dudar. Al rey se le antojó que
ante su ofrecimiento, el ave por fin iba a dar su ala a torcer. Entonces
escuchó al halcón con tono sarcástico, decir:
“Oh, gran gobernante de hombres: si has concebido tanto
afecto por esta paloma, entonces corta una porción de tu propia carne y ponla
en una balanza en contrapeso con la paloma. Cuando el peso de tu carne sea
igual al de la paloma, entonces me darás tu carne y quedaré satisfecho”.
Pero al contrario de lo que el halcón pensaba, el rey pareció
desembarazarse de un gran peso, porque en un instante cayó en cuenta de que si la lógica y los
razonamientos no habían podido justificar la salvación de la paloma, los hechos,
que son los que mueven el mundo, sí la iban a salvar. Entonces, contestó
sonriente a su interlocutor:
“Oh, halcón, considero tu petición como un favor que me
haces y, por tanto, gustoso te daré mi propia carne después de pesarla en la
balanza”.
Diciendo esto, Oh, poderoso Yudhisthira, el muy virtuoso
rey tomó un cuchillo y cortó una porción de su propia carne y la puso en la
balanza en contrapeso con la paloma. No le importaba el dolor. No le importaba
la sangre ni el detrimento de su salud. Pero cuando miró el fiel de la balanza,
vio que la carne cortada no era suficiente para igualar el peso de la paloma.
Entonces, una vez más, el rey Usinara tomó el cuchillo y
cortó una nueva porción de su carne y la añadió a la primera. El espectáculo
era desgarrador para todos los que se habían congregado a observar, pero a
pesar del dolor y la sangre, el rey no se quebrantaba.
Entonces Usinara puso otra porción de carne, y otra, y
otra, y muy a su pesar no lograba equilibrar la balanza con el peso de la
paloma, hasta que ya no le quedaba más carne en el cuerpo, y ya completamente
carente de carne, subió a la balanza él mismo, y cuando todo parecía perdido,
la paloma y el halcón se convirtieron de repente en Indra y Agni.
El rey, en ese instante, recuperadas sus carnes, cayó al
suelo adorando a los dioses, mientras un olor a pétalos se apoderaba de todo el
espacio sagrado en que se hallaban. Entonces Indra dijo:
“Vinimos disfrazados a este lugar, donde has hecho espléndido
sacrificio con deseos de probar tus méritos. Y Puesto que has cortado la propia
carne de tu cuerpo, tu gloria sobrepasará la gloria de todos los demás hombres
en el mundo. Todos los hombres conocerán tu fama y te alabarán, y en tanto los
hombres sepan de ti, así durará tu gloria, y habitarás en las regiones más sagradas
de los cielos”.
Y diciendo esto, los dioses ascendieron a su morada y solo
quedó en el aire un aroma celestial.
Y el virtuoso rey Usinara, después de haber colmado los
cielos y la tierra con el mérito de sus actos piadosos, ascendió radiante a la
región más sagrada del cielo.
Observa, oh rey (Yudhisthira), el lugar donde hizo tan
grandes sacrificios y donde después fue probado por Indra y Agni. Aquí, oh,
rey, puedes observar cómo hoy día conviven sabios y dioses, junto con virtuosos
Brahmanes.
(1) Los
Pandavas eran 5 hermanos que lideraban uno de los ejércitos enfrentados en la
terrible guerra narrada en el Mahabharata. El otro ejército era el de los
Kauravas.
(2) Brahmán: se refiere a una persona que pertenece a la casta de sacerdotes, la casta más alta de la sociedad hindú.
(3) Chatria:
perteneciente a la segunda casta, o sea, noble, guerrero. En la tradición, la
mayoría de los reyes provienen de esta casta.
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