viernes, 9 de febrero de 2018

EL COMPLOT

Dhritarashtra, que era ciego, no obstante era el rey. Pero ese reino lo había conquistado su hermano, Pandú, el padre de los 5 Pandavas. Por esta razón, el mayor de los hermanos Pandavas, Yudhisthira, era el legítimo heredero al trono. Esta situación no le gustaba al rey ciego, pues prefería designar como heredero al trono a su hijo Duryodhana.



Pero no iba a ser fácil, pues el pueblo amaba a los Pandavas y a Yudhisthira en especial, y se escuchaba por todas partes la voz de diversas gentes pidiendo, con demasiada frecuencia, que Yudhishtira ascendiese pronto al trono que legítimamente le correspondía. Así que a Dhritarashtra no le quedó más remedio que reconocer y designar como heredero al trono a su sobrino Yudhisthira.

Duryodhana, que siempre había malquerido a sus primos, los Pandavas, y que incluso había ordenado la muerte de uno de ellos, Bhima, que por fortuna había sobrevivido, al conocer la designación de Yudhisthira estaba a punto de reventar; entonces le recriminó a su padre haber designado como heredero del trono a Yudhisthira. Le dijo que se suicidaría si el monarca no hacía algo en contra de los Pandavas para favorecerlo a él en su deseo de ser rey.

Dhritarashtra se resistió a la petición de su hijo, advirtiéndole lo inconveniente y por demás peligroso que era, pero Duryodhana insistió, y acribilló con argumentos a su padre para que se pusiera en contra de los Pandavas. Dentro de todo lo que le dijo, le sugirió que valiéndose de cualquier excusa, enviara lejos de Hastinapura, la capital, a los 5 hermanos y a su madre. Que mientras durara la ausencia, él, Duryodhana, se ganaría el amor del pueblo, y después, cuando regresaran algún día los Pandavas, ya habrían perdido toda su popularidad. Descargada su hiel, salió presuroso de la presencia de su padre.

El rey quedó pensativo. Tampoco amaba a los Pandavas, y dándole vueltas al asunto, cayó en cuenta que su hijo no iba a permitir que los Pandavas regresaran jamás. Sabía muy bien de lo que era capaz Duryodhana. Entonces, y para dar su tácita aprobación al complot, guardó silencio respecto al tema, y se limitó a llamar a Yudhisthira ante su presencia.

Entonces, con fingido cariño, le dijo a Yudhisthira que la ciudad de Varanavata era de verdad encantadora. Que si quería, podía irse para esa bella ciudad junto con sus hermanos y su madre y vivir felices allí, siquiera por un año. Yudhisthira no era tan ingenuo como para no saber que tras esas sonrisas y ese ofrecimiento había algo malo. Muy malo. No obstante, decidió seguir el juego y aceptó la propuesta de su tío, el rey. 

Cuando Duryodhana supo que Yudhisthira había aceptado irse a Varanavata con su familia, saltó de alegría y de inmediato llamó a un ministro de su padre, Purochana, y le ofreció riquezas para que le ayudara en el plan de asesinar a los Pandavas. Era sencillo. Solo tenía que adelantarse desde ese mismo día a Varanavata y construir una casa digna de príncipes. Solo que debería construirla con materiales altamente inflamables.

Le ordenó también Duryodhana, que una vez que llegaran los Pandavas, humildemente les debía decir que ocuparan ese palacio mandado a construir para ellos por el rey Dhritarashtra, y que él mismo, Purochana, debía residir allí, para que los príncipes no sospecharan nada. Pero con el tiempo, mientras ellos estuvieran durmiendo, debía prenderle fuego a la casa. Purochana aceptó y de inmediato viajó a Varanavata.

Mientras los príncipes alistaban su viaje, los pobladores, con lágrimas en los ojos, les pedían que no se fueran. Les advertían que el rey ciego los mandaría eliminar una vez estuvieran lejos. Pero Yudhisthira los tranquilizaba, diciéndoles que no era cierto. Que el rey, su tío, los amaba como si fuera su propio padre.

Tanto el rey Dhritarastra como su fallecido hermano Pandú, habían tenido otro hermano, Vidura, que era un hombre supremamente sabio, quizá el hombre más sabio de su tiempo. Vidura amaba a los Pandavas y sabía muy bien las malas intenciones de sus primos, los Kurús. Así que se acercó a Yudhisthira y le dijo al oído palabras sabias, como siempre él sabía hacer, y al escucharlas su sobrino, entendió que debía estar prevenido contra lo peor. Que sus primos no eran lo suficientemente nobles como para luchar abiertamente, y que echarían mano de las trampas más viles. Pero hubo dos palabras que dijo Vidura, que Yudhisthira no entendió, y que quedaron resonando en su mente: fuego y estrellas.

Cuando después de ocho días de viaje los 5 príncipes y su madre llegaron a Varanavata, los pobladores salieron a recibirlos con euforia. Todo era alegría y festejo en la ciudad, y en medio del júbilo, Purochana se acercó a Yudhisthira y le hizo saber que allí cerca estaba un palacio espléndido, construido especialmente para ellos por orden del rey.  Así que hacia allá se dirigieron los Pandavas.

Cuando los príncipes quedaron solos, hablaron sobre el penetrante olor que despedía la casa, y supieron de inmediato, que era una sustancia inflamable. Supieron de inmediato, que sus queridos parientes querían quemarlos vivos con todo y casa. Entonces el más beligerante y fuerte de los cinco, Bhima, dijo que iría a matarlos en ese mismo momento con sus propias manos. (Y vaya, que con su habilidad y  fuerza descomunales, lo podía haber hecho sobradamente).

Pero su hermano mayor lo tranquilizó. Le dijo que la casa no la incendiarían tan pronto, pues sería muy obvio y se delatarían. Que los Kurús dejarían pasar un tiempo antes de hacerlo, y mientras, ellos, los Pandavas, con la ayuda de su tío Vidura, sabrían qué hacer. Entonces, de repente entendió lo que quería decir su tío con la palabra ‘fuego’.

En efecto, en pocos días llegó un mensajero de Vidura. Después de identificarse plenamente ante Yudhisthira, le dijo que él era un minero, y que el plan era construir un túnel desde la casa hasta orillas del río Ganges. Pero el plan era muy complicado. Tenían que perforar sin que el ruido fuera escuchado, sacar la tierra, todo en las propias narices de Purochana, que residía allí mismo. Sin embargo se dieron mañas en distraerlo, y al final de un largo año, el túnel estaba listo. Partía del salón principal del palacio y desembocaba a orillas del Ganges.

Entonces Kunti, la madre de los 5 príncipes Pandavas, invitó a una fiesta para dar de comer a los pobres, que por supuesto fue todo un éxito. Dentro del gentío, se presentó una mujer que prestaba servicios sexuales a Purochana, lo que Kunti sabía. La mujer iba junto con sus 5 hijos, y Kunti los atendió muy especialmente, con lo que la mujer entró en más confianza, pensando que se había ganado el corazón de la reina.

Así que a avanzadas horas de la noche, el gentío fue retirándose y solo quedaron Purochana, la mujer y sus hijos, todos completamente ebrios. Kunti los hizo acostar en los lechos reales. Entonces los Pandavas penetraron por el túnel, mientras Bhima se quedaba atrás con una tea y comenzaba a incendiar la casa. El pueblo se despertó y gritó de dolor al ver el palacio en llamas. Creían que los príncipes estaba ahí, pero nadie podía acercarse, pues Purochana había hecho un foso alrededor del palacete para que durante el incendio nadie pudiera escapar... ni entrar. Todos sabían que era obra del rey Dhritarashtra y su hijo Duryodhana. El pueblo contempló impotente el incendio hasta el amanecer sin que sus lágrimas cesaran, y todo terminó cuando con estrépito lo que quedaba de la inmensa construcción se derrumbó en medio de las llamas.



Los Pandavas llegaron a orillas del Ganges. Allí encontraron a un barquero, también enviado por Vidura, quien tenía órdenes de pasarlos al otro lado. Además les dijo que Vidura les pedía que se alejaran lo más que pudieran de Varanavata. Que no se dejaran ver de nadie. Que una vez estuvieran en la otra orilla, se guiaran por las estrellas y siguieran siempre rumbo al sur. Cuando desembarcaron al otro lado, los príncipes agradecieron al barquero y se enfrentaron al tétrico bosque. En ese momento entendió Yudhisthira el significado de la palabra ‘estrellas’.

Resumen muy (pero muy) resumido de las secciones CXLIII a CLI del Volumen I, titulado Adi Parva

viernes, 2 de febrero de 2018

EL BHAGAVADGITA Y EL MAHABHARATA

Como vimos en la entrada anterior, el BHAGAVAD-GITA, que es parte del Mahâbhârata, es una obra fundamental del Espíritu. Si a esto le sumamos que su extensión es 'corta' (en el sentido material), nos podemos explicar que haya innumerables traducciones a todos los idiomas del mundo. En nuestro idioma también hay varias traducciones, una de ellas, la del teósofo J. Roviralta Borrell, que publicó en 1910 su versión del BHAGAVAD-GITA en español. En la introducción, nos da nuevas visiones sobre el Mahâbhârata, las que aquí quiero compartir, por considerarlas valiosas para la visión global que de esta epopeya queremos hacer en este blog:

El Señor Ganesha transcribiendo el Mahabharata

...El relato que se acaba de hacer, aunque de un modo somero, es el argumento del Mahâbhârata (1). Autores hay que aceptan este relato al pie de la letra, llegando alguno a suponer, entre otras cosas, tal vez por hacer alarde de ingenio, que la palidez de Pându (2) era ocasionada por la lepra (¡). Opuestamente al modo de pensar de tales autores, va prevaleciendo cada día más una opinión de todo distinta, o sea que el BHAGAVAD-GÎTÂ, así como el Mahâbhârata entero, ya se le considere en conjunto o ya en sus menores detalles, es una obra en la cual la realidad permanece encubierta tras el tupido velo de la alegoría y de la fábula.

“Los contextos de los diversos pasajes —dice Telang– indican, en mi sentir, que se ha soltado una semiverdad aquí y otra semiverdad allí, especialmente relacionadas con el sujeto especial de que se está tratando; pero no se ha hecho todavía ninguna tentativa para organizar las diversas semiverdades— que son aparentemente incompatibles— en un todo simétrico, donde las aparentes contradicciones podrían quizás desvanecerse por completo en una síntesis superior”. Esta opinión viene corroborada por otros autores de reconocida competencia, entre ellos W. Brehon, que se expresa en los siguientes términos: “Aquel que estudie con atención este poema, no tardará en darse cuenta de que en el fondo del mismo hay un substratum, un sentido íntimo mucho más grande que lo que puedan sugerirle las simples palabras”.

En efecto: la misma disposición del poema, la forma en que están distribuidas sus materias y capítulos, diversos hechos de carácter maravilloso y extraordinario que descuellan en el mismo, todo, en fin, revela bien a las claras la verdad de esta última opinión, indicando asimismo que es preciso poseer un elucidario, o mejor dicho, una o más claves para poder descifrar los enigmas y misterios de que rebosan las páginas de este libro (3). Un solo ejemplo bastará para demostrar esta afirmación: en el curso de todo el Mahâbhârata se encuentra de un modo preferente el número dieciocho. Dieciocho son los parvas (divisiones o libros) de que consta dicha epopeya: dieciocho son los cantos o capítulos del BHAGAVAD-GÎTÂ; dieciocho es el número que corresponde al nombre de este poema; en dieciocho cuerpos de ejército se dividieron los dos partidos beligerantes de Kurús y Pandavas; dieciocho días duro el combate; el número dieciocho está misteriosamente relacionado el nombre de Arjuna, y dieciocho es también el número que representa la forma particular del Logos asumida por Krishna. Igualmente encontramos el número dieciocho en las siguientes cifras que indica Sâuti, contestando a una pregunta de los Richis: “El número de carros de un ejército, oh excelentes brâhmanas, según aquellos que conocen la ciencia de los cálculos, es de 21,870 (2+1+8+7=18); el número de elefantes es idéntico (=18); 109,350 (=18) es el número de los soldados de a pie; y 65,610 (=18) es el número de caballos. He aquí lo que los hombres versados en la ciencia de los cálculos han designado con el nombre de ejército completo”.

Como indica W. Q. Judge, en su introducción al BHAGAVAD-GÎTÂ, éste puede interpretarse de diversas maneras, según sea el punto de vista bajo el cual lo considere el lector. Así es que puede referirse al individuo siguiendo todo el curso de su desarrollo evolucionario, a la cosmogenia, a la evolución del mundo astral, a las distintas jerarquías de seres, a la naturaleza moral, etc.

Si el relato se aplica al individuo, tenemos que el rey Dhritarâchtra representa al cuerpo humano, que la Mónada inmortal, obligada por la fuerza de la ley kármica (ley de justa retribución) y del tanha (sed o deseo de vida), adquieren al venir a la existencia transmigratoria con el objeto de recorrer el sendero de la evolución. Es ciego, porque el cuerpo, separado de sus facultades internas, es materia insensible, y por consiguiente, incapaz de gobernar; razón por la cual figura en el Mahâbhârata otro personaje como regente del Estado, siendo rey de nombre el ciego Dhritarâchtra, o sea el cuerpo físico.

Como quiera que en nosotros hay una doble naturaleza, vemos que los Kurús mencionados en el poema simbolizan la parte material de nuestro ser, el yo inferior, mientras que los príncipes Pandavas, y entre ellos Arjuna, representan los principios espirituales.

El sabio brahmín teósofo Subba Row, en su excelente obra titulada Discourses on the Bhagavad-Gîtâ, dice que por Arjuna ha de entenderse el hombre, o mejor dicho, la Mónada humana, conforme viene a probarlo el significado mismo de Nara (hombre), que es una de las varias denominaciones con que se designa a dicho príncipe; y por Krishna ha de entenderse el Yo supremo, el Logos (4), Atman o Espíritu inmortal, que descienden para iluminar al hombre y contribuir a su salvación. Este es el motivo porque se representa al dios desempeñando, en obsequio de su amigo, el papel de guía en el campo de batalla.

Bajo el punto de vista filosófico, los dos ejércitos enemigos, los Kurús y los Pandavas, son las dos agrupaciones de potencias o facultades humanas que traban entre sí encarnizada lucha, teniendo las unas a degradarnos y sumirnos en la materialidad, y propendiendo las otras a elevarnos a la sublimación espiritual. Los Kurús, o sea la parte inferior y más grosera de nuestra naturaleza primitivamente desarrollada, obtienen por el momento el poder sobre este plano, y uno de ellos, Duryodhana, “prevalece”, hasta el punto de que los Pandavas, esto es, las partes más nobles y espirituales de nuestra naturaleza, se hallan proscritos temporalmente del reino, o lo que es lo mismo, se hallan imposibilitados para gobernar. La prolongada marcha errante y las numerosas privaciones a que están condenados los príncipes pandavas, son el continuo vagar de un lado a otro, causado por las necesidades de la evolución, antes que dichas partes nobilísimas de nuestro ser se detengan con el objeto de alcanzar la dirección en la lucha evolucionaria del hombre.

Cuanto acaba de indicarse respecto al hombre considerado individualmente, se puede referir también a la Humanidad, o sea al hombre considerado como raza, así como al encumbramiento y decadencia cíclicos de las naciones.

La batalla sangrienta que tiene lugar en Kurukchetra, simboliza la lucha que se entabla entre la parte más noble o espiritual del hombre, representada por los Pandavas, y las más grosera y material, representada por los Kurús, con el objeto de conquistar el trono de Hastinâpura, esto es, los planos de existencia más elevados, siendo para ello preciso apelar a la fuerza, a la violencia, hasta que el hombre espiritual, verdadero santuario de la Divinidad, aniquile por completo a la “bestia humana”, con todo su cortejo de pasiones y tendencias ruines”. Esto mismo es lo que vienen a significar los dos siguientes pasajes bíblicos; “El reino de los cielos se alcanza a viva fuerza, y los que se la hacen a sí mismos, son los que lo arrebatan”. (Math., XI, 12); “...de manera que la vida inmortal absorba y haga desaparecer lo que hay de mortalidad en nosotros”. (Corinth., V. 4).

Es de notar que Arjuna no pretendía que Krishna peleara por él. De esto se sigue que la Mónada humana ha de reñir su propia batalla, ayudada, desde el momento en que el hombre empieza a pisar la verdadera senda, por su propio Logos, que es su amigo y consejero.

El descorazonamiento que se apodera de Arjuna, el intenso pesar que le agobia cuando el desventurado príncipe considera que ha de trabar un encarnizado combate contra sus amigos y parientes más cercanos es el profundo desaliento, la desesperación que se apodera del hombre en el acto de emprender la lucha contra su naturaleza inferior, que es una parte de sí mismo; simboliza el sentimiento de doloroso vacío, de amarga soledad que le atormenta cuando tiene que anonadar sus pasiones animales, sus afectos y sus aspiraciones terrenas, que tanto había acariciado hasta aquel momento y durante repetidas existencias. Es también una alegoría para expresar que cuando el hombre se halla en el mismo umbral del conocimiento, con mucha frecuencia su alma consiente que los peores sentimientos de su naturaleza avasallen por completo su razón, y en tales casos, si no se apresurara a reunir en torno a él sus mejores aliados, el hombre está perdido. Esto también es lo que Bulwer Lytton pretende significar en su Zanoni, cuando describe con tan vivos colores el monstruoso y terrible guardián o “habitante del umbral”, cuya influencia en el plano de la mente es mucho más abrumadora que la de cualquier terror de orden material. En semejante circunstancias, la victoria o la derrota dependerán del efecto que en el hombre produzcan las exhortaciones de Krishna, o sea del Logos que brilla dentro de nosotros y habla en nuestro interior...

Notas:

(1) El lector que desee conocer más extensamente esta gran epopeya, podrá consultar con fruto el precioso compendio que de ella ha hecho Mrs. A. Besant, con el título The Story of the Great War (Historia de la Gran Guerra ).

(2) Pandu significa pálido.

(3) Antes de la aparición del Buddhismo, el BHAGAVAD-GÎTÂ, por razón de ser uno de los antiguos libros de iniciación, hallábase únicamente en manos y bajo la custodia de los brâhmanes iniciados, siendo por completo desconocido para las muchedumbres. Gautama Buddha, llevado de su deseo de abrir las puertas del Santuario oculto a todos cuantos, sin distinción de casta o de posición social, se mostrasen dignos de conocer las Verdades supremas, reveló en parte el secreto de este libro; pero, inmediatamente después de la muerte del sabio Maestro, sus enemigos hicieron desaparecer la clave, el verdadero grano de la doctrina, dejando tan solo la cáscara para desorientar a las masas. Esta preciosa clave, contenida en un volumen tres veces más abultado que todo el Mahâbhârata se dice que los buddhistas iniciados se la llevaron consigo cuando fueron condenados al destierro, y es fama que en el templo de Kandy, en Ceilán, se conserva actualmente un ejemplar o copia de la misma. (SUBBA ROW).

(4)  Krishna es el Logos, pero sólo una forma particular del mismo representada por el número dieciocho. Es el Logos que protege al Yo humano, y el dar Krishna su propia hermana Subhadrâ (nombre que significa “bien propicia”) en matrimonio a Arjuna, simboliza la unión entre la luz del Logos y la Mónada humana. (SUBBA ROW).


jueves, 25 de enero de 2018

EL BHAGAVADGITA


Dentro de El Mahabharata se encuentra El Bhagavadgita, uno de los libros sagrados por excelencia de la humanidad, que es leído devotamente por cientos de millones de indios (sí, cientos de millones), y por millones de personas de otras nacionalidades, y su contenido nos informa, entre otras cosas, sobre la ilusión de lo que nosotros llamamos ‘realidad’, y por consiguiente abriéndonos una perspectiva mucho más profunda de la vida, que aquella a la que estamos acostumbrados.

Este texto sagrado se encuentra en el libro VI de El Mahabharata, titulado Bishma Parva, y consta de 18 capítulos y 700 versos. Todas las tradiciones hinduistas lo consideran sagrado y sus más excelsos sabios le han dedicado extraordinarios estudios, pues indudablemente su mensaje se revela como una brújula a todo buscador de la Verdad. 

Para apreciar su grandeza, baste saber que está contenido en solo 700 versos dentro de los más de 100 mil versos que tiene El Mahabharata, y sin embargo, El Bhagavadgita tiene tal fuerza, que por sí solo es una obra fundamental dentro de la sabiduría humana.

Los académicos han concluido que El Bhagavadgita fue interpolado dentro de El Mahabharata, y sus razones juiciosas deben tener. Sin embargo, para las personas que amamos El Mahabharata como un todo, no es así. Simplemente afirmamos que El Bhagavadgita es la joya de la corona de El Mahabharata, pues sus versos tocan las fibras del alma en lo más profundo, como si fuera la melodía o pasaje más emotivo e inolvidable de una pieza musical.

Momentos antes de que la gran guerra estallara, según lo referido en el post anterior, las cosas estaban así: todo general iba en un carro tirado por caballos y tenía un cochero o auriga. Del lado de los Pandavas el comandante general era Arjuna, y su auriga era nada menos que el Señor Krishna en persona. Como recordarán, los Pandavas habían sido criados por su tío Bishma, y habían crecido junto con sus primos, los Kurús, y su tío el rey Dhritarashtra, además de muchos otros familiares, amigos y relacionados, en el reino de Hastinapura.

Un instante antes de iniciarse la guerra, Arjuna pide a su cochero, el Señor Krishna, que lo ubique en medio de los dos ejércitos. Así lo hace el Señor, y Arjuna desde allí observa detenidamente a sus enemigos y se da cuenta de que están todos sus seres queridos. Entonces,  dominado por intensa tristeza, dice al Señor Krishna:

No veo cómo puede resultar bien alguno de matar a mis propios parientes en esta batalla; ni puedo, mi querido Krishna, desear ninguna victoria, ni  reino, ni felicidad subsecuentes.

¡Oh, Krishna! ¿De qué nos sirven los reinos, la felicidad, o aun la vida misma, cuando todos aquellos para quienes los deseamos se encuentran ahora dispuestos en este campo de batalla? ¡Oh, Krishna! Cuando maestros, padres, hijos, abuelos, tíos maternos, suegros, nietos, cuñados y todos los parientes están dispuestos a dar sus vidas y sus propiedades y están presentes ante mí, entonces, ¿por qué he de desear matarlos, aunque yo sobreviva? ¡Oh, sustentador de todas las criaturas! No estoy dispuesto a pelear en contra de ellos, ni siquiera a cambio de los tres mundos, mucho menos por esta tierra.

Y Más adelante agrega:

¡Ay de mí! ¡Cuán extraño es que estemos preparándonos para cometer actos extremadamente pecaminosos, impulsados por el deseo de disfrutar de felicidad regia!

Yo consideraría mejor que los hijos de Dhritarashtra me matasen desarmado y sin resistir, antes que pelear con ellos.

....Habiendo así hablado en el campo de batalla, Arjuna, con su mente abrumada por la angustia, arrojó a un lado su arco y flechas y se sentó en la cuadriga.

Entonces el Señor Krishna comienza a animar al guerrero para que luche, y le explica detalladamente por qué debe hacerlo. Lo que Arjuna ve en apariencia, es decir, sus abuelos, tíos, etc., son solo apariencia. En otras palabras, comienza una explicación filosófica y espiritual de lo que en verdad es la vida. A muchas afirmaciones del Señor Krishna, Arjuna solicita aclaraciones, y así va avanzando el diálogo a través de los 18 capítulos y 700 versos, de una manera tan profunda, que cuando terminamos su lectura, salimos inquietos, como si también estuviéramos dispuestos a luchar... y entonces volvemos a leer y a leer...

En los versos finales de El Bhagavadgita, el Señor Krishna dice a Arjuna: 

¡Oh, Arjuna, el conquistador de riqueza! ¿Has oído esto atentamente con tu mente? Y, ¿se disiparon ya tus ilusiones e ignorancia?

Y Arjuna contesta:

Mi querido Krishna. ¡Oh, infalible! Ahora mi ilusión se ha ido. Por tu misericordia he recobrado mi memoria y ahora estoy firme y libre de la duda y preparado para actuar de acuerdo a Tus instrucciones.

Entonces Arjuna se levanta y comienza la gran guerra, y lo que resta del libro VI de El Mahabharata, más los otros 12 libros, nos dan cuenta de lo acontecido.

Para finalizar esta entrada, como siempre demasiado sintética, y además escrita por una persona del montón, no un maestro ni un académico, (con la única credencial de quien ama y ha leído y releído El Bhagavadgita), quisiera transcribir lo que algunas personalidades han dicho sobre este fundamental texto de la humanidad:

Mahatma Gandhi: “El Bhagavadgita ha sido una fuente de solaz para mí. En momentos en que no percibía en el horizonte ninguna perspectiva consoladora, abría el Gita y encontraba ese verso que me daba nuevas esperanzas”.

Ralph Waldo Emerson: “Debo un magnífico día al Bhagavadgita; fue el primero de los libros; era como si un imperio nos hablara; nada pequeño ni desmerecedor, sino por el contrario, majestuoso, sereno, consistente, la voz de una inteligencia que en otra época y clima examinó y resolvió las mismas preguntas que hoy nos mueven”.

Alexander von Humboldt: “Lo más profundo y elevado que el mundo puede mostrarnos. Agradezco a Dios que me permitió vivir tanto tiempo como para que yo pudiera leer El Bhagavadgita”.

Hermann Hesse: “La maravilla del Bhagavadgita es su hermosa revelación de la sabiduría de la vida, que hace que la filosofía florezca dentro de la religión”.




sábado, 20 de enero de 2018

Lo que nos cuenta El Mahabharata


Es imposible hacer una sinopsis de El Mahabharata a la manera de los resúmenes usados en las reseñas de los libros. Lo más cercano son las 770 páginas mencionadas en el post anterior, sobre la versión en español de Emilio Faro

Pero voy a intentar describir el resumen. Advierto, eso sí, que será como describir la pirámide de Keops, diciendo que “es una de las maravillas del mundo, mole de piedras gigantes ensambladas entre sí, con una altura de 146 metros...”

Para empezar, diré que El Mahabharata tiene muchísimas historias que, como ramas, se desprenden de la historia principal. Por ejemplo, dentro del argumento fundamental se narra el destierro que sufren los protagonistas (los Pandavas) durante 12 años, tiempo en el que van de un lugar a otro del país por zonas boscosas. Pero en la narración de esos doce años suceden muchos episodios, que no tienen relación directa con la historia principal y, no obstante, son narraciones maravillosas. Para dar solo un ejemplo, mencionaré la conmovedora historia de amor titulada ‘Historia de Nala’, relato contenido en 26 capítulos, que por sí solo es del tamaño de una novela, por demás excelsa, en la que se narra la historia de un amor casi imposible. 

Y así, sucesivamente, mientras avanza el argumento principal, se van desprendiendo historias y más historias; algunas describen cosas divinas, otras describen cosas mundanas y otras aun infernales, pero todas con un trasfondo profundo, que no siempre se capta a primera leída, pues debemos recordar que El Mahabharata es, ante todo, un libro sagrado.

Hechas las anteriores aclaraciones, trataré de ‘describir’ el argumento principal:

Hace 5000 años, en la India había una pareja real: el rey Santanú y su consorte Satyavati. El rey, antes de unirse a Satyavati, había tenido un hijo con la diosa Ganga. Dicho hijo se llamaba Bhishma. Por su parte, la reina Satyavati, antes de unirse al rey, había tenido un hijo con el sabio Parashara, vástago llamado Vyasa. Una vez unida la pareja real, tuvieron un hijo llamado Vichitravirya. En resumen, la pareja real tenía 3 hijos, hermanastros entre sí: Bhishma, Vyasa y Vichitravirya. Este último, fue nombrado por su padre como legítimo heredero al trono.

Siendo ya rey Vichitravirya, se casó con dos hermanas: Amba y Ambalika, pero murió sin dejar descendencia. En consecuencia, la línea del rey Santanú quedaría interrumpida. Para solucionarlo, el hijo mayor del rey Santanú, Bhishma, quien era el príncipe regente, acordó con su hermanastro Vyasa, que este procreara con las dos viudas. Así nacieron de estas uniones dos hijos que fueron llamados respectivamente Dhritarashtra y Pandú.

Dhritarashtra y Pandú fueron educados por su tío Bhishma, y cuando llegó el momento, se casaron, el primero con Gandhari, y el segundo con dos damas: Kunti y Madri. De Dhritarashtra y Gandhari nacieron 100 hijos, el mayor de los cuales era Duryodhana; estos eran los Kurús. De la unión de Pandú con Kunti y Madri nacieron 5 hijos: los Pandavas.

Dhritarashtra, el mayor, había nacido ciego, y la ley  brahmánica establecía que por este defecto no podía gobernar. Así que entregó la corona a su hermano, Pandú, quien a su vez señaló a su hijo mayor, Yudhishtira, como heredero al trono. Pero el rey Pandú murió muy pronto, dejando a sus cinco hijos aún muy jóvenes. De su crianza, muy esmerada, como correspondía, se encargó el abuelo Bishma. Y es importante señalar que los 5 Pandavas se criaron en palacio junto con sus 100 primos, los Kurús, y su tío Dhritarashtra.

Pero pronto se vio que los Pandavas eran más nobles, más inteligentes, más sabios, más conocedores y practicantes de la ley sagrada y, en fin, mejores príncipes que los Kurús, sus primos. Por esta razón, el mayor de los Kurús, Duryodhana, comenzó a tomarles ojeriza. Y pronto la ojeriza se convirtió en un odio a muerte. Sin embargo, los Pandavas lograron salir indemnes de las trampas mortales que les tendió Duryodhana, que entonces planeó deshacerse de ellos por otros medios.

Junto con un tío materno, que era jugador de dados, trazaron el plan de invitar a jugar al mayor de los Pandavas y heredero del trono, Yudhishtira, sabiendo que también era aficionado al juego de dados. Pero el juego se urdió como una trampa: los dados estaban cargados. Así que Yudhishtira, sin saber las verdaderas intenciones de su primo, aceptó el reto sin dudar un momento. 


Embriagado por el juego, Yudhishtira jugó y perdió, jugó y perdió, jugó y perdió... jugó de nuevo y perdió... perdió todo su reino. Finalmente, apostó a sus propios hermanos, los Pandavas, y también los perdió. Su última apuesta fue su esposa, Draupadi, a quien también perdió y quien fue tratada ignominiosamente por su nuevo dueño.

Cuando Yudhishtira despertó de la embriaguez del juego y vio la tragedia que había causado, incluso la de haber sometido a la esclavitud y al vejamen a los seres que más amaba, como sus hermanos y su esposa, no tuvo más qué hacer, que llorar.  No obstante, aquí hay que aclarar algo sobre el príncipe Yudhishtira: Lloraba como hombre, no como cobarde. Era poderoso físicamente y era el rey. Sus hermanos eran incluso más poderosos físicamente que él, y todos le instaban a revelarse contra la trampa tendida y a destruir a los Kurús ese mismo día. Además, tenían amigos poderosos, reyes que les ofrecían sus ejércitos si querían iniciar la guerra en esos momentos. 

Y si Yudhishtira era poderoso físicamente, espiritualmente era muchísimas veces más poderoso, y no había en toda la tierra quien le igualara en sabiduría y rectitud. Podría decirse que Yudhishtira era un semidiós. Así que les contestó a sus hermanos y a los demás que querían la guerra, que él había perdido todo a los dados y que aceptaba, sin ningún reclamo, tanto el despojo de todo su reino, como la condena a 12 años de destierro que su primo, Duryodhana, les había decretado a los Pandavas, para él poder gobernar a sus anchas. 

Sus hermanos y su esposa y sus amigos no le entendían. Pero a la vez le entendían. No entendían por qué ante tanta humillación, dolor e infamia no reaccionaba. Pero sí lo entendían, porque desde siempre sabían que era el hombre más bueno (en el prístino sentido del adjetivo) del mundo.   

Los Pandavas vagaron por la tierra doce años vestidos con cortezas de árboles, durmiendo muchas veces a la intemperie, sufriendo frío y calor; ellos, que eran de raza real. Ellos, que eran la gente más noble que pisara el mundo, ahora la tierra los veía pasar peor que a mendigos.

Cumplido el destierro, los Pandavas fueron recuperándose poco a poco. Eran tan hábiles guerreros, tan sabios e inteligentes, que la riqueza volvió a manos llenas. Formaron un ejército tan poderoso como el de los Kurús y, además, sus amigos de otros reinos les ofrecieron sus ejércitos para atacar a Duryodhana y recuperar el reino original. Pero Yudhishtira no aceptaba la guerra. No quería la guerra. Detestaba la guerra. Mas no por cobardía, sino por nobleza: porque no quería regar la tierra con la sangre de nadie.

Entonces comenzó a enviar emisarios a su primo Duryodhana. Hizo todo el juego diplomático que debe hacerse para evitar una guerra. A pesar de que era el rey destronado injustamente y podía reclamar por las armas todo el reino, sin embargo pedía que Duryodhana le devolviera solo la mitad del reino, y entonces se daría por satisfecho. Pero su primo, hombre malo como ninguno, le mandó decir que no le devolvería ni aún la tierra que cupiera en la punta de un alfiler.

Así que, Yudhishtira, el hombre más bueno del mundo, habiendo cumplido con todos los castigos que le impusieron, habiendo vagado como mendigo todo el tiempo de su condena, habiendo agotado la vía diplomática, y ya sin que su consciencia pudiera objetarle la menor injusticia, no tuvo más remedio que aceptar la guerra. Y entonces, en el campo de Kurukshetra, empezó la guerra más horrorosa de todas. Solo duró 18 días, pero murieron más de 2 millones de soldados. El reino quedó devastado.  

Cada uno de estos días de guerra se narra detalladamente y los sucesos nos sumergen, junto con los protagonistas, en un mar de sangre y horror. Es un precipicio donde cada vez hay más y más muertos para que al final solo quede un puñado de hombres. No obstante, este espanto nos hace pensar en el espíritu, porque el dolor muerde la carne pero eleva el alma.

Después del 18 día de guerra, cuando la tierra era solo carne putrefacta y sangre y humo, quedan pocas páginas para que se cierre la epopeya. La guerra la ganaron los Pandavas. El rey del mundo era de nuevo Yudhishtira. El bien se había sobrepuesto, una vez más, sobre el mal, pero a qué costo...Y mientras, los lectores estamos sumidos en las reflexiones de vida más profundas, como todo libro sagrado induce.

Hasta aquí esta muy modesta descripción de El Mahabharata, no olvidando que fue un ejercicio parecido a decir que la pirámide de Keops es “es una de las maravillas del mundo, mole de piedras gigantes ensambladas entre sí, con una altura de 146 metros...”













sábado, 13 de enero de 2018

El Mahabharata en español

El Mahabharata es el poema épico más extenso del mundo, pues tiene más de cien mil versos, lo que equivale a cuatro veces la Biblia u ocho veces la Ilíada y la Odisea juntas. Son nada menos que 6 mil páginas y... están en inglés. Por esta extensión es muy difícil hacer un resumen de tan majestuosa obra y sin embargo, hay personas admirables que han logrado extraordinarios compendios que si tienes el privilegio de comenzar a leer, ya no podrás detenerte. El Mahabharata es tan dramático, tan bello, tan elevado, tan apasionante… si lees en inglés. Pero, calma, calma. En esta entrada les dejaré información sobre dos versiones abreviadas del Mahabharata en nuestro idioma.

El texto original está en sánscrito y la primera versión en un idioma occidental (inglés) se hizo en el siglo XIX por K. M. Ganguli, entre 1883 y 1896. Dicha traducción es la más popular y, estiman los eruditos, fue muy bien lograda. Además, por estar en el Dominio Público, puede ser bajada de muchos sitios en Internet. Aquí puedes encontrar uno.

Ahora llegan las buenas noticias: viene en camino la primera traducción de la obra completa en español (sí, las 6 mil páginas), la que está en proceso por parte de la Editorial Hastinapura, de Argentina, y que en estos momentos va por el tomo VIII. Cuando esté concluida, será, quizá, la única opción para adquirir la obra total en nuestro idioma, pues hasta hoy no he podido dar con otra edición completa del Mahabharata en español.

Pero tranquilos, que siguen las buenas noticias: hay dos versiones condensadas en nuestro idioma que,  a mi modesto entender, son extraordinarias, pues una vez leídas, se obtiene una feliz panorámica  del Mahabharata. 

La primera se titula Mahabharata, el mayor poema épico de la India, en 2 tomos, traducción de Julio Pardilla, editorial Edicomunicación, Barcelona, 1997. Ambos tomos suman 956 páginas. No me fue posible conseguirlo en librerías, pero lo busqué y encontré en la biblioteca pública Virgilio Barco de Bogotá, y espero que se encuentre en la mayoría de bibliotecas públicas de Hispanoamérica.

La segunda versión condensada es la de Emilio Faro. Es un archivo en PDF de 770 páginas. Se encuentra en la página web de la Universidad de Vigo y puede descargarse libremente; por tanto, es la más difundida en español. Aquí el link para los muchos interesados: El Mahabharata, del sabio Vyasa (resumen en español por Emilio Faro)

Pero hay algo que no se puede perder de vista para seguir el hilo del Mahabharata en español: ambas versiones en nuestro idioma son traducciones de una de las versiones abreviadas más populares en inglés, la de Kamala Subramaniam. La traducción de Julio Pardilla se ajusta en todo al texto en inglés. La de Emilio Faro, va más allá, pues incluye pasajes que no están en la versión en inglés de Kamala Subramaniam.

Ambas versiones, como dije, son extraordinarias y, además, apasionantes. Una vez empiezas, ya no puedes parar, y nos sirven de abre bocas para cuando podamos algún día leer toda la obra, que repito, está completa solamente en inglés. Pero algún día también estará en español, gracias a la editorial Hastinapura. 

Debemos agradecer a los señores Julio Pardilla y Emilio Faro, el bien que nos han hecho al producir estos resúmenes, pues tanto para los buscadores de la Verdad, como para los amantes de la literatura, la lectura del Mahabharata es una experiencia vital.

viernes, 12 de enero de 2018

¿Qué es el Mahabharata?

El Mahabharata es la epopeya espiritual de todos los tiempos. La guerra que  describe es tan física, brutal y dolorosa como toda guerra. Pero al mismo tiempo –y ahí está la diferencia con otras epopeyas– narra la guerra que todos libramos permanentemente con nosotros mismos: entre nuestras bajas pasiones y las elevadas aspiraciones del alma.
Todos los pecados, todas las debilidades, todos los abismos del alma humana, pero también toda la fortaleza, nobleza, heroísmo, valor, aspiración y elevación de que es capaz el hombre se encuentran retratados en esta obra divina, en la que apenas iniciando la lectura se advierte: “Lo que aquí se dice, lo hallarás en cualquier lugar; lo que no se halle aquí, no se encuentra en ningún otro lugar “.
Obra divina, decíamos, pues no se puede soslayar el hecho de que el Mahabharata es una obra religiosa. La mayoría de las personas en Occidente que se acercan a ella la estudian con la lente de la ‘literatura antigua’. Pero esto es como estudiar las pirámides de Egipto con la ‘lente de la mineralogía’ –claro que están hechas de piedra– pero para efectos prácticos, eso es lo de menos. Aunque parezca absurdo.
La calidad literaria del Mahabharata, teniendo el peso, solidez y belleza de toda epopeya, es solo una característica opacada por su deslumbrante mensaje espiritual. Lo que no quiere decir que si alguien solo quiere ver en ella la parte literaria, no tendrá suficiente material para asombrarse y deleitar su intelecto. Así que no desanimamos a nadie de acercarse a este cosmos llamado Mahabharata, aunque el cometido de su autor fue la enseñanza espiritual.
Esta divina obra tiene tantas líneas argumentales, que desborda todo sentido de las proporciones, pero a la vez tiene una línea argumental que sobresale sobre las demás, y que narra la terrible guerra librada por los dos bandos en disputa. Y esta guerra es una vorágine que tiene información sobre mitos, astrología, medicina, historia, poesía, dioses, tecnología, armamento, técnicas, filosofía y política, por solo mencionar algunas cosas que al azar recuerdo al escribir estas líneas.
En el Mahabharata vemos personajes del mundo celestial, del mundo terrestre y del inframundo interactuando permanentemente y unos tipos humanos que nos conmueven hasta las lágrimas por su bondad y otra vez hasta las lágrimas por su maldad, sin dejar de mencionar que también hay algunos parecidos a nosotros, los de la mayoría de la humanidad, que hollamos el mundo sin pena ni gloria. ¡Pero qué ejemplo y ganas de vivir nos dan algunos de aquellos personajes!  
El Mahabharata inicialmente fue transmitido boca a boca. Con el tiempo fue puesto por escrito, pero, cabe preguntar, ¿6 mil páginas pueden llamarse ‘libro’? Su autor fue un sabio legendario, Vyasa, quien después de haber concebido en su mente la historia, pidió al dios Ganesha que le ayudara tomando el dictado. Fue así como el dios llegó hasta Vyasa y le dijo que le ayudaría a condición de que no se detuviera en el dictado. Y Vyasa le dictó tan abundantes y densas palabras, que Ganesha –muy a su pesar- tuvo que parar varias veces porque no entendía del todo los significados.

Inicialmente se llamó el Bharata. Y al poseer tal hondura espiritual, los  dioses decidieron ponerlo en una balanza y contra-pesarlo con los 4 Vedas (Rig, Sama, Yajur y Atharva), resultando más pesado el Bharata. En consecuencia, lo llamaron el Gran Bharata: Mahabharata o quinto Veda.
El Mahabharata contiene la quintaesencia de la espiritualidad india: El Bhagavadgita, bello poema filosófico-espiritual, una de las obras religiosas más importantes de todos los tiempos, joya de la corona del Mahabharata, que consta en solo 18 capítulos y 700 versos. (El Mahabharata consta de 107 mil versos).
No podemos terminar esta levísima reseña del Mahabharata, sin señalar que a esta Gran Obra nos debemos acercar con actitud sagrada y, en consecuencia, su lectura no debe ser superficial, ni por pasar el rato, ni por mera curiosidad. Pero si te acercas a él con estas últimas actitudes, el Mahabharata tampoco te va a rechazar, disfrutarás unas historias maravillosas, asombrosas y que en ninguna otra parte hallarás, aunque su esencia para ti permanecerá ajena.

Dos grandes epopeyas de la India y del Asia Sudoriental

EL MAHABHARATA Y EL RAMAYANA por Arthur L. Basham* (Extracto de un artículo publicado en la revista El Correo de la UNESCO, Diciembre de 1...