lunes, 18 de marzo de 2019

Drona y Ekalavya

Libro I - Adi Parva - Capítulo XX

Un día se le acercó a Drona un muchacho de piel oscura. El maestro acharya en ese momento se encontraba solo y cuando el muchacho llegó a su lado, se le postró a los pies y le dijo:

—Mi señor, he venido para que me enseñes a usar el arco. Por favor, acéptame como tu discípulo.

A Drona le gustaron sus modales y mirándole tiernamente le dijo:

—¿Quién eres tú? El joven respondió:

—Yo soy Ekalavya, hijo de Hiranyadhanus, el rey de los Nishadas. Al oír esto Drona se dio cuenta de que no podría aceptarlo como discípulo porque no era un kshatrya y le dijo:

—Hijo mío, aunque me gustaría, no puedo aceptarte como mi discípulo, pues tengo la responsabilidad de entrenar a estos príncipes kshatryas, y tú, Ekalavya, siendo un nishada, no puedes unirte a ellos.

Decepcionado y con el corazón roto el joven nishada, se fue de vuelta al bosque del que vino. No guardaba ningún resentimiento contra Drona, pero se sentía infeliz. Una vez de vuelta en el bosque hizo con barro una figura representando a Drona, le dio forma con sus propias manos. Y a partir de entonces aquella imagen era para él su guru. Diariamente la adoraba y luego comenzaba sus prácticas con el arco. En poco tiempo se dio cuenta que estaba haciendo grandes progresos y ganando habilidad en el uso del arco. Este es el magnetismo del deseo; absorbe para sí todos los pensamientos conscientes e inconscientes de la persona, y en consecuencia, todas sus acciones no son más que los ecos de la voz de su deseo. Y esto fue lo que ocurrió con Ekalavya; su amor por el arco y su amor por su guru, le hacían pensar continuamente en aprender a usar el arco y en nada más. Quería dominar este arte y muy pronto llegó a ser un gran experto.

Una vez, los príncipes kurus y los pandavas fueron de excursión al bosque. Los pandavas se habían llevado a un perro con ellos. Este perro, vagando, se había introducido en el corazón del bosque. Y de repente vio a un hombre extraño que estaba vestido con piel de leopardo y que caminaba como un leopardo. Al verle, el perro pensó que era un animal salvaje, y comenzó a ladrar furiosamente. Este hombre, que no era otro que Ekalavya, el nishada, no pudo resistir la tentación de cerrar la boca del perro con sus flechas. El largo hocico del perro fue cubierto con flechas. Había entrelazado siete flechas como un habilidoso tejedor, de forma que el perro no podía abrir la boca. El animal huyó corriendo de aquel lugar y llegó al campamento de los pandavas. A todos les asombró la forma en que habían sellado su hocico. 

Drona y sus discípulos quedaron maravillados de la habilidad de aquel arquero desconocido que había hecho una obra de arte con sus flechas. Varios de ellos fueron en busca del extraño y finalmente le encontraron. Le preguntaron quién era y él dijo:

—Soy Ekalavya, soy el hijo de Hiranyadhanus, el rey de los Nishadas. Cuando le preguntaron cómo había podido realizar tales maravillas con su arco y sus flechas, Ekalavya sonrió orgullosamente y dijo:

—Es porque soy un discípulo del gran Drona. Todos volvieron al campamento y le contaron aquello a Drona. A Arjuna, el favorito de Drona, no le gustó aquello en absoluto. Se dirigió a su acharya y le dijo:

—Me habías prometido que me harías el mejor arquero del mundo. Pero ahora parece que le has hecho la misma promesa a otro. De hecho él es ya el mejor arquero del mundo.

Drona fue junto con Arjuna a ver a Ekalavya, de quien ya no se acordaba en lo más mínimo. Allí le encontró vestido con una piel de leopardo, estaba de pie con su arco y las flechas en sus manos. Ekalavya vio a su guru y se apresuró a ir hacia él postrándose a sus pies. Sus lágrimas lavaron los pies de su amado guru. Drona estaba encantado con él y le preguntó cuándo se había convertido en su discípulo.

Ekalavya estaba muy feliz de poder contarle toda su historia. Era tan inocente y franco que Drona no pudo evitar sentir amor por él. Ekalavya ni siquiera parecía darse cuenta de que era un gran arquero. Drona reflexionó en silencio durante unos momentos y luego de muy mala gana le dijo:

—Tú proclamas ser mi discípulo, así que lo justo es que te pida una dakshina.

—¡Por supuesto! Me sentiré honrado sí me pides algo —dijo Ekalavya. 

Drona vio la implacable mirada que había en el rostro de Arjuna y le dijo:

—Quiero tu pulgar; el pulgar de tu mano derecha.

Ni un suspiro salió de los labios de Ekalavya. Sonrió y dijo:

—Me siento feliz de darte este dakshina a cambio del arte que aprendí de ti, aquí está.

—Sacó de su aljaba una flecha en forma de Luna menguante y cortándose el pulgar de su mano derecha, depositó el dedo sangrante a los pies de su amado guru.

Drona lo aceptó y Arjuna se sintió feliz. No había nada más que hacer ni que decir, con eso concluía todo. Ekalavya se postró a los pies de su guru haciéndole una salutación y se despidió de él. Drona y Arjuna echaron a andar silenciosamente regresando al
campamento.

viernes, 1 de marzo de 2019

El deseo de venganza de Drona

Libro I - Adi Parva - Capítulo XIX

EN tiempos de su infancia Drona fue compañero e íntimo amigo de Drupada, el príncipe del reino Panchala. Vivían juntos como estudiantes en una ermita. Y en un momento de afecto Drupada le dijo a Drona:

—Eres en verdad mi amigo íntimo. No quiero que nuestra amistad acabe aquí en esta ermita. Soy el heredero del trono de los Panchalas y cuando yo sea rey te tendré conmigo y podremos ser amigos durante toda la vida.

Los años pasaron y Drona se casó con Kripi de la cual tuvo un hijo a quien llamó Aswatthama. La ambición de Drona era convertirse en el mejor de los arqueros de su época. Así que recurrió al gran Bhargava el cual en veintiuna ocasiones había dado la vuelta al mundo destruyendo a los kshatryas. Éste recibió a Drona con afecto y le dijo:

—¿Qué puedo hacer por ti?.

Drona se presentó y le dijo:

—Deseo riquezas.

—Yo no tengo riquezas —dijo Bhargava—, la única pertenencia que me queda es mi cuerpo, soy muy pobre. Drona sonrió y le dijo:

—Mi señor, quiero esa riqueza que tú tienes dentro tuyo, eres el maestro supremo en el uso del arco: quiero ser tu discípulo y aprender de ti.

—Eso es fácil —dijo Bhargava—, te aceptaré como mi discípulo. 

Cuando ya era un maestro y había alcanzado el poder sobre todos los astras, Drona regresó junto a su familia. Su hijo era entonces muy pequeño y estaban en la pobreza total. En una ocasión el niño se acercó a su madre y le dijo:

—Madre, todos mis amigos me hablan de algo que se llama leche, yo quiero de eso, dicen que es muy bueno.

La pobre mujer no sabía qué hacer, pues no tenía medios para satisfacer el deseo de su hijo. En cuanto se lo dijo a Drona éste se puso muy triste. Pero fue entonces cuando se acordó de la amistad que le unía a Drupada, el príncipe Panchala, y le contó a Kripi la promesa que aquél le había hecho.

—Vayamos a la corte de los Panchalas —dijo Drona—, Drupada es ahora el rey; seguro que nos sacará de la miseria librándonos de nuestra pobreza. —Y los tres emprendieron camino rumbo al país de Panchala.

Drona fue a la corte de Drupada y solicitó una audiencia con él. Cuando por fin fue recibido le dijo:

—Yo soy Drona, tu compañero de infancia. Supe que habías sido nombrado rey y por eso he venido. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste cuando vivíamos juntos en aquella ermita?. Dijiste que nuestra amistad duraría para siempre y me prometiste que compartirías tu reino conmigo cuando fueras rey. Yo no quiero tus tierras ni tus riquezas, sólo he venido a ti como un amigo para estar contigo. Permanezcamos juntos para siempre.

Drupada había cambiado mucho. Ya no era la misma persona que hacía años había hablado tan dulcemente con Drona. Sus riquezas y el hecho de ser rey, le habían convertido en una persona orgullosa. Ebrio de poder se rió de Drona y le dijo:

—Me hace reír oírte hablar así; un pobre brahmín de quien fui amigo en mis tiempos de estudiante reclamándome ahora su amistad. ¿Acaso no sabes que la amistad sólo es posible entre dos iguales? Sólo dos pobres pueden ser amigos, e igualmente sólo dos ricos pueden ser amigos. Esta extraña amistad a la que te refieres no puede existir, es sólo un sueño. Por favor vete de aquí y no vuelvas a molestarme con tus cuentos de una fantasiosa promesa hecha hace ya mucho tiempo.

Drona, tras aquel insulto permaneció en silencio por unos momentos, y luego se dio media vuelta y se fue enfurecido sin decir una sola palabra. En esos momentos de silencio, Drona había decidido que en el futuro habría de vengarse de ese rey arrogante cuyo orgullo le había cegado hasta el punto de olvidarse de su promesa, insultándole en cambio.

Así pues, como venganza, Drona decidió entrenar a un joven kshatrya en el uso del arco, para ser el instrumento mediante el cual él vería realizado su sueño. Y se puso en camino de Hastinapura. Había oído que Kripa, el hermano de su esposa, era el tutor de los jóvenes príncipes de la casa de los kurus, y sintió que por ahí había una posibilidad de ver realizada su venganza.

Drona estaba muy contento por la forma en que Bhishma le había recibido a su llegada a Hastinapura. Le contó el insulto que había recibido del rey Drupada y su deseo de venganza mediante un joven arquero a quien él quería entrenar personalmente.

Bhishma le dijo:

—Has llegado al lugar correcto. Soy tutor de más de un centenar de nietos deseosos de aprender a usar el arco. Me honraría y me alegraría mucho que pudieras encargarte de la tarea de entrenarles hasta hacer de ellos verdaderos kshatryas.

Drona se sintió muy complacido y aceptó la oferta. Bhishma llamó a todos los muchachos y los confió a la tutela de Drona, a quien le dijo:

—Desde hoy en adelante son tuyos. Tuya es la tarea de educarles hasta que sean hombres, verdaderos hombres.

Los años pasaron y los príncipes fueron aprendiendo el uso de las diferentes armas, llegando a ser auténticos expertos, pero Arjuna en especial se había convertido en el favorito de Drona. Su amor por el arco, su incesante práctica, su extrema paciencia y su dedicación a sus estudios y a su guru, junto con su naturaleza encantadora, se habían ganado el corazón de Drona llegando a serle más querido que su propio hijo. En una ocasión Drona le dijo a Arjuna:

—Te prometo que haré de ti el mejor arquero del mundo.

Una vez, mientras Drona se estaba bañando en el río Ganges, fue atacado por un cocodrilo, el cual le tenía cogido por una pierna. A pesar de que se hubiera podido desembarazar del cocodrilo por sí mismo, no lo hizo porque quería probar el valor de sus discípulos. Y comenzó a gritar:

—¡Salvadme! ¡salvadme de este cocodrilo!

Incluso antes de que acabara de pronunciar estas palabras, Arjuna ya había sacado una de sus agudas y rápidas flechas dando muerte con ella al cocodrilo, a pesar de que estaba debajo del agua. Drona estaba tan complacido con Arjuna que le enseñó el gran astra llamado Brahmasirsha. Le enseñó cómo lanzarlo y cómo retirarlo, advirtiéndole además sobre un detalle, le dijo:

—Este astra es demasiado poderoso para usarlo sobre ordinarios mortales. Si es lanzado en vano sobre una persona cualquiera, destruirá el mundo entero. Sólo se debe usar contra un rakshasa o contra un deva pervertido que esté causando estragos entre los hombres, sólo entonces.

Arjuna lo aceptó con gran gratitud y humildad.

domingo, 10 de febrero de 2019

Drona Llega a Hastinapura

Libro I - Adi Parva - Capítulo XVIII

BHISHMA había asignado a Kripa la labor de educar a los príncipes en el uso de las
diferentes armas. Había sido criado en la corte del rey Santanu, el cual le había
encontrado en el bosque junto con su hermana melliza un día que había salido de
caza. Compadeciéndose de ellos, los trajo al palacio y les puso los nombres de Kripa,
a él, y Kripi a su hermana. Eran hijos del gran Gautama. Kripa había aprendido a
usar las armas y Bhishma pensó que él era la persona adecuada para hacer de tutor
de los jóvenes príncipes. Por lo cual, los hijos de Dhritarashtra, los hijos de Pandu,
y los jóvenes príncipes de la casa de los Vrishnis, Bhoja y Andhaka que vinieron a
Hastinapura aprendieron de Kripa el uso del arco y otras armas de guerra. Cuando ya
habían aprendido suficiente, Bhishma pensó que deberían recibir un entrenamiento más
especializado de un maestro más capacitado.

Un día los muchachos estaban jugando a la pelota. Y ocurrió que jugando se les
escapó la pelota y fue a parar al fondo de un pozo cercano. Los muchachos se quedaron
algo frustrados ante tal contratiempo, pues ya no podían seguir jugando. Pero un hombre
que les observaba desde cierta distancia, viéndoles confusos, se les acercó y les dijo:
—Evidentemente no conocéis el uso del arco y la flecha pues si supieseis usarlos no
habría razón para estar tan desalentados. Los jóvenes, un poco ofendidos, le contestaron:

—Sí que sabemos. Además, ¿qué tiene que ver eso con nuestra pelota?

—Os mostraré —dijo el extraño, y sacándose el anillo del dedo lo tiró dentro del pozo,
poniendo a continuación una flecha en su arco. Los muchachos le miraban con ojos de
asombro. El hombre la disparó rápidamente atravesando el anillo y clavándola luego
en la pelota. A continuación siguió disparando flechas que sucesivamente se fueron
clavando unas en otras hasta formar una hilera, luego, tirando de ésta, les devolvió
la pelota a los muchachos y se puso el anillo en el dedo otra vez. Los muchachos se
quedaron atónitos, pues jamás habían visto cosa igual y llenos de admiración por aquel
extraño le dijeron:

—Por favor dinos quién eres. El extraño les sonrió y les dijo:

—Id y decidle a Bhishma, vuestro abuelo tutor lo que ha pasado aquí. Él sabrá quién
soy.

Los muchachos fueron corriendo al palacio de Bhishma y le contaron lo que había
hecho aquel hombre maravilloso. Bhishma enseguida supo quien era. No podía ser otro
más que Drona, el esposo de Kripi. El gran Bhargava había sido su maestro en el uso del
arco. Era el hijo de Bharadwaja, el gran sabio.

Bhishma sintió que por fin había llegado el tutor apropiado para aquellos muchachos.
Fue a toda prisa a encontrarse con Drona y con el debido honor le dio la bienvenida a
Hastinapura.

Dos grandes epopeyas de la India y del Asia Sudoriental

EL MAHABHARATA Y EL RAMAYANA por Arthur L. Basham* (Extracto de un artículo publicado en la revista El Correo de la UNESCO, Diciembre de 1...