viernes, 1 de marzo de 2019

El deseo de venganza de Drona

Libro I - Adi Parva - Capítulo XIX

EN tiempos de su infancia Drona fue compañero e íntimo amigo de Drupada, el príncipe del reino Panchala. Vivían juntos como estudiantes en una ermita. Y en un momento de afecto Drupada le dijo a Drona:

—Eres en verdad mi amigo íntimo. No quiero que nuestra amistad acabe aquí en esta ermita. Soy el heredero del trono de los Panchalas y cuando yo sea rey te tendré conmigo y podremos ser amigos durante toda la vida.

Los años pasaron y Drona se casó con Kripi de la cual tuvo un hijo a quien llamó Aswatthama. La ambición de Drona era convertirse en el mejor de los arqueros de su época. Así que recurrió al gran Bhargava el cual en veintiuna ocasiones había dado la vuelta al mundo destruyendo a los kshatryas. Éste recibió a Drona con afecto y le dijo:

—¿Qué puedo hacer por ti?.

Drona se presentó y le dijo:

—Deseo riquezas.

—Yo no tengo riquezas —dijo Bhargava—, la única pertenencia que me queda es mi cuerpo, soy muy pobre. Drona sonrió y le dijo:

—Mi señor, quiero esa riqueza que tú tienes dentro tuyo, eres el maestro supremo en el uso del arco: quiero ser tu discípulo y aprender de ti.

—Eso es fácil —dijo Bhargava—, te aceptaré como mi discípulo. 

Cuando ya era un maestro y había alcanzado el poder sobre todos los astras, Drona regresó junto a su familia. Su hijo era entonces muy pequeño y estaban en la pobreza total. En una ocasión el niño se acercó a su madre y le dijo:

—Madre, todos mis amigos me hablan de algo que se llama leche, yo quiero de eso, dicen que es muy bueno.

La pobre mujer no sabía qué hacer, pues no tenía medios para satisfacer el deseo de su hijo. En cuanto se lo dijo a Drona éste se puso muy triste. Pero fue entonces cuando se acordó de la amistad que le unía a Drupada, el príncipe Panchala, y le contó a Kripi la promesa que aquél le había hecho.

—Vayamos a la corte de los Panchalas —dijo Drona—, Drupada es ahora el rey; seguro que nos sacará de la miseria librándonos de nuestra pobreza. —Y los tres emprendieron camino rumbo al país de Panchala.

Drona fue a la corte de Drupada y solicitó una audiencia con él. Cuando por fin fue recibido le dijo:

—Yo soy Drona, tu compañero de infancia. Supe que habías sido nombrado rey y por eso he venido. ¿Te acuerdas de lo que me dijiste cuando vivíamos juntos en aquella ermita?. Dijiste que nuestra amistad duraría para siempre y me prometiste que compartirías tu reino conmigo cuando fueras rey. Yo no quiero tus tierras ni tus riquezas, sólo he venido a ti como un amigo para estar contigo. Permanezcamos juntos para siempre.

Drupada había cambiado mucho. Ya no era la misma persona que hacía años había hablado tan dulcemente con Drona. Sus riquezas y el hecho de ser rey, le habían convertido en una persona orgullosa. Ebrio de poder se rió de Drona y le dijo:

—Me hace reír oírte hablar así; un pobre brahmín de quien fui amigo en mis tiempos de estudiante reclamándome ahora su amistad. ¿Acaso no sabes que la amistad sólo es posible entre dos iguales? Sólo dos pobres pueden ser amigos, e igualmente sólo dos ricos pueden ser amigos. Esta extraña amistad a la que te refieres no puede existir, es sólo un sueño. Por favor vete de aquí y no vuelvas a molestarme con tus cuentos de una fantasiosa promesa hecha hace ya mucho tiempo.

Drona, tras aquel insulto permaneció en silencio por unos momentos, y luego se dio media vuelta y se fue enfurecido sin decir una sola palabra. En esos momentos de silencio, Drona había decidido que en el futuro habría de vengarse de ese rey arrogante cuyo orgullo le había cegado hasta el punto de olvidarse de su promesa, insultándole en cambio.

Así pues, como venganza, Drona decidió entrenar a un joven kshatrya en el uso del arco, para ser el instrumento mediante el cual él vería realizado su sueño. Y se puso en camino de Hastinapura. Había oído que Kripa, el hermano de su esposa, era el tutor de los jóvenes príncipes de la casa de los kurus, y sintió que por ahí había una posibilidad de ver realizada su venganza.

Drona estaba muy contento por la forma en que Bhishma le había recibido a su llegada a Hastinapura. Le contó el insulto que había recibido del rey Drupada y su deseo de venganza mediante un joven arquero a quien él quería entrenar personalmente.

Bhishma le dijo:

—Has llegado al lugar correcto. Soy tutor de más de un centenar de nietos deseosos de aprender a usar el arco. Me honraría y me alegraría mucho que pudieras encargarte de la tarea de entrenarles hasta hacer de ellos verdaderos kshatryas.

Drona se sintió muy complacido y aceptó la oferta. Bhishma llamó a todos los muchachos y los confió a la tutela de Drona, a quien le dijo:

—Desde hoy en adelante son tuyos. Tuya es la tarea de educarles hasta que sean hombres, verdaderos hombres.

Los años pasaron y los príncipes fueron aprendiendo el uso de las diferentes armas, llegando a ser auténticos expertos, pero Arjuna en especial se había convertido en el favorito de Drona. Su amor por el arco, su incesante práctica, su extrema paciencia y su dedicación a sus estudios y a su guru, junto con su naturaleza encantadora, se habían ganado el corazón de Drona llegando a serle más querido que su propio hijo. En una ocasión Drona le dijo a Arjuna:

—Te prometo que haré de ti el mejor arquero del mundo.

Una vez, mientras Drona se estaba bañando en el río Ganges, fue atacado por un cocodrilo, el cual le tenía cogido por una pierna. A pesar de que se hubiera podido desembarazar del cocodrilo por sí mismo, no lo hizo porque quería probar el valor de sus discípulos. Y comenzó a gritar:

—¡Salvadme! ¡salvadme de este cocodrilo!

Incluso antes de que acabara de pronunciar estas palabras, Arjuna ya había sacado una de sus agudas y rápidas flechas dando muerte con ella al cocodrilo, a pesar de que estaba debajo del agua. Drona estaba tan complacido con Arjuna que le enseñó el gran astra llamado Brahmasirsha. Le enseñó cómo lanzarlo y cómo retirarlo, advirtiéndole además sobre un detalle, le dijo:

—Este astra es demasiado poderoso para usarlo sobre ordinarios mortales. Si es lanzado en vano sobre una persona cualquiera, destruirá el mundo entero. Sólo se debe usar contra un rakshasa o contra un deva pervertido que esté causando estragos entre los hombres, sólo entonces.

Arjuna lo aceptó con gran gratitud y humildad.

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