martes, 20 de julio de 2021

Draupadi

 


En una de las entradas anteriores (La amistad entre Drona y Draupada) se describió como Drona tomó venganza del rey Draupada, humillándolo y despojándolo de la mitad de su reino. El rey Draupada partió vapuleado hacia lo que le quedó de sus otrora grandes dominios, pero jurando en el camino que eso no se iba a quedar así.

Entonces planeó tener un hijo que naciera solo para asesinar a Drona, y para ello, realizó una ceremonia conocida como “Sacrificio del Fuego”. En determinado momento, del fuego mismo surgió un niño, que fue llamado Dhristadyumna, y del altar del sacrificio surgió una niña, Draupadi. Y en efecto, tiempo después, en la gran guerra, el hijo de Draupada, Dhristadyumna, cegó la vida del gran maestro Drona. Pero este post está dedicado a la hija, Draupadi.

Mientras la niña Draupadi crecía en el palacio de su padre, los 5 Pándavas y su madre, Kunti, estuvieron condenados a la pena de destierro por 13 años, después de los cuales podrían regresar a su país. Sin embargo, el decimotercer año lo vivieron en el poblado llamado Ekachakra, pero disfrazados de brahmines, para esconder su condición real y no ser denunciados ante Duryodhana, su primo y enemigo mortal, que de encontrarlos libres antes de completar los trece años, según la condena, los hubiera condenado a otros trece años de destierro.

En Ekachakra los Pándavas se alojaban en la casa de un piadoso brahmín y salían todos los días a pedir limosna, pues por ser de linaje real, de acuerdo con las normas de su particular cultura, les estaba vedado realizar cualquier trabajo manual. Llegaban siempre ante su madre, Kunti, con suficiente alimento con que pasar sus días en santa paz.  Y Kunti siempre les decía, incansable, que todo lo que recibieran de limosna, deberían repartirlo entre todos. Aquí, en este poblado, ocurre lo narrado en un otro post anterior (Bhima mata al Rakshasa deEkachakra).

Uno de aquellos días en Ekachakra, llegó un brahmín en su recorrido por el mundo, y en amena conversación les narra muchas maravillas y noticias de los lugares por los que ha pasado, y dentro de las noticias, les cuenta que el rey de Panchala, Draupada, estaba organizando una ceremonia de Swayamvara, que consiste en que una princesa escoge a su esposo entre todos los príncipes en edad de merecer. El rey Draupada, pues, está invitando al Swayamvara para su sinigual hija, Draupadi.

No sobra mencionar que Draupadi era un ser sumamente especial, empezando por su nacimiento, que la emparentaba con los dioses. Su inteligencia era asombrosa, su belleza no tenía igual en toda la tierra, y no hay palabras que la puedan describir, así sea someramente, no hay lugares comunes para evocarla. Entonces nos limitaremos a decir que es la principal mujer del Mahabharata, que no es decir poca cosa, pues otras mujeres como Satyavati, Kunti, Madri, y Gandhari, tienen una grandeza difícil de igualar.

Volviendo al Swayamvara, Arjuna, el tercer hijo de Kunti, decide participar en la ceremonia, y así, tal cual han vivido en Ekachakra, disfrazados de brahmines, parten los 5 príncipes Pándavas hacia el reino de Panchala. El acto más importante de la ceremonia, es el de la exhibición que hacen los príncipes de sus habilidades guerreras para impresionar a la princesa. En el Swayamvara de Draupadi, la prueba era acertar con la flecha en un blanco móvil, observándolo en el reflejo de aceite aposado en un recipiente.

Tal prueba no fue superada por ninguno de los príncipes que deseaban casarse con Draupadi. Sin embargo, en determinado momento llegó Arjuna, a quien nadie reconoció, pues veían a un humilde brahmín. Pero este joven humilde tensó la poderosa cuerda del arco, apuntó la filosa flecha y acertó en el blanco mirándolo en el reflejo del aceite.

Por tratarse de un joven humilde, los encumbrados príncipes participantes no pudieron creer lo que había sucedido y se sintieron ofendidos; trataron, entonces, de hacerle daño a Arjuna, pero este y sus hermanos, pronto los hicieron morder tierra. El rey Draupada no entendía cómo este joven brahmín había superado a príncipes que habían tenido la más excelente educación, pero sospechaba que podía tratarse de alguien muy especial. Inclusive, sospechaba que podía tratarse del mismo Arjuna. Entre tanto, la gran princesa Draupadi, feliz y sin dudar un instante, puso el collar de flores en el cuello de Arjuna, señal de que era el elegido. El rey Draupada, por su parte, bendijo esta unión.

Así, pues, los Pándavas partieron del reino de Panchala con destino a Ekachakra, llevando a la joven y feliz pareja. Cuando llegaron a donde su madre, Kunti, uno de ellos le dijo medio en broma: “Adivina qué trajimos, madre”, refiriéndose a Draupadi. Kunti, que no los veía pues estaba ocupada en alguna otra cosa, respondió que imaginaba que habían traído limosnas, y, por tanto, les ordenó que la compartieran entre ellos.

Aquí hay que mencionar que Kunti jamás había dicho una mentira, razón por la que sus palabras tenían poder. Tampoco sus palabras podían desdecirse, pues no eran palabras vanas. En general, se acepta que alguien que tenga ese nivel de grandeza espiritual, tiene lo que en el cristianismo se conoce como la “palabra viva o palabra de vida”. Así, pues, cuando Kunti, engañada por la pregunta, dice que la compartan entre ellos, no hay vuelta atrás.

Entonces Draupadi, su padre, y los Pándavas, toman consejo de Vyasa, abuelo de estos últimos y a la vez compilador del Mahabharata, quien despeja las dudas morales que puedan tener los involucrados, y es así como Draupadi se convierte en la mujer de los 5 héroes. Ella es un personaje a la altura del Mahabharata: grandiosa, asombrosa, controvertida, fuerte y dura como un diamante y suave y delicada como una flor. Draupadi nos deja sin palabras las más de las veces.

Cuando surgió del altar del sacrificio del fuego, se escuchó una voz del cielo que decía: “Esta mujer está destinada a ser la ruina de muchos reyes. Llegado el momento, esta dama de fino talle consumará la misión de los dioses. Por su causa se extenderá el temor entre los regentes de la tierra”.

Pero no debe pensarse que “la ruina de muchos reyes” se refiere a nuestros cánones occidentales de Hollywood: que todos querían poseerla, que era mujer fatal, etc. No. Estamos al menos 6 mil años antes de Cristo y Draupadi será la ruina de muchos reyes porque ella es una con los 5 Pándavas, como el puño y los 5 dedos.    

martes, 13 de julio de 2021

Karna, héroe trágico (segunda de 2 partes)

 



y Karna fue maldecido por el avatar Parashurama.

Salió del ashram completamente abatido y caminó sin rumbo por largas horas. De pronto, estaba a orillas de un río meditando sobre su difícil vida, cuando de la nada surgió algo como un animal, y el arquero consumado que era Karna por reflejo y como un rayo disparó una flecha matando aquello que había surgido, que resultó ser la vaca de un brahmín que montó en cólera y no aceptó las disculpas de Karna, ni su ofrecimiento de conseguirle muchas vacas en compensación. En cambio, el colérico brahmín maldijo a Karna condenándolo a que en el momento crucial de su vida, cuando estuviera frente a su principal enemigo, la rueda de su carro se hundiría en el fango y no podría sacarla.

Maldecido dos veces, Karna siguió consternado su camino a casa, donde descansó algunos días, pero no contó ninguna de sus penurias a su madre Radha. Después, le dijo que iría a buscar la vida a a ciudad de Hastinapura. Partió, pues, Karna hacia la capital del reino y coincidió su llegada con un gran espectáculo, al que asistían la mayor parte de los habitantes de la ciudad, que el preceptor de los Kurus, Drona, había preparado para que el pueblo conociera las habilidades desarrolladas por sus reales alumnos.  Dentro del público también estaba Kunti, quien era la madre conocida de los 5 Pándavas, y también la desconocida madre de Karna.

Llegó nuestro héroe y se dirigió directamente al sitio donde se desarrollaba el espectáculo. Ya los alumnos reales de Drona habían demostrado sus habilidades para la guerra y en esos momentos Arjuna estaba dejando con la boca abierta a todos con su capacidad superior a la de todos los demás. Sin embargo, cuando Karna entró al recinto, todo pareció iluminarse, como si el mismo astro rey hubiera llegado. Todos quedaron subyugados por su presencia y sobre todo Kunti, quien lo reconoció de inmediato por su armadura y sus aretes y cayó desmayada.

El hijo de suta, o Radheya, o Karna, pero sobre todo el hijo del sol, subió al escenario donde todos lo miraban con incredulidad. Sacó su arco y comenzó a demostrar que Arjuna no era el mejor, cuando uno de los Pándavas lo detuvo diciéndole que se identificara, pues no era solo llegar al escenario a competir. Karna contestó que tenía entendido que era un espectáculo público en el que cualquiera que tuviera las habilidades necesarias podía competir. Sin embargo, se identificó como el hijo de Atiratha, el cochero. De inmediato todos los Pándavas se burlaron: “Eres el hijo de un suta, un sutaputra, y no puedes competir con la nobleza”.

Pero Duryodhana, el mayor de los primos y enemigos de los Pándavas, saltó y se interpuso como un tigre y les dijo que solo era mirar a ese joven para saber que no era un sutaputra, sino que debía ser el hijo de un dios. Pero que si así fuera, si el joven realmente fuera un sutaputra, él, Duryodhana, en su calidad de príncipe heredero al trono, iba a coronar en ese mismo momento al recién llegado como rey de Anga, una región hasta el momento sin gobernante.

Y así lo hizo de inmediato y en presencia de todos. Luego se enfrentó a los Pándavas y les dijo: Ahora no solo es igual a ustedes, sino que es más que ustedes, pues es un rey. Así que déjenlo competir y derrotar a Arjuna. Karna no podía creer todo lo que sucedía, y por respuesta solo pronunció un juramento: amar, respetar y ser leal por siempre a Duryodhana. Entonces se estrecharon en un abrazo que selló una grandiosa amistad que llegó hasta el fin de sus vidas.

La vida de Karna, el hijo del sol, es abrumadora de conocer. Tiene cimas tan elevadas de bondad, como oscuros abismos de maldad. Tal vez por esta razón, durante todas las épocas, su vida ha despertado tantas pasiones y ha sido tan debatida. Lo que a la postre contribuye a hacer de este héroe uno de los más importantes, impresionantes y conmovedores del Mahabharata.

Era el hombre más bondadoso del mundo: Todos los días al medio día adoraba al sol. Y terminadas sus oraciones, cualquier cosa que se le pidiera, la otorgaba. De esta excelsa cualidad se valió el mismo dios Indra, padre de Arjuna, para venir un día disfrazado de anciano a pedirle su armadura y aretes, con los cuales había nacido y que le otorgaban invulnerabilidad. Karna no dudó un momento en entregárselos al anciano, que siendo en realidad el dios Indra, quería dejar en desventaja a Karna frente a su hijo Arjuna. Sin embargo, el dios reconociendo la nobleza extrema de Karna, le regaló un astra con el cual podía matar a cualquier ser humano o divino. Solo que este astra podía usarse por una sola vez.

Kunti, su madre, se le reveló en uno de esos medios días de adoración al sol. Le dijo que ella era su madre, le contó toda la historia del mantra, de la canasta en el Ganges, etc. Y por si fuera poco, le dijo que ella también era la madre de los Pándavas, y que por lo tanto, le pedía que se uniera a sus hermanos y abandonara la causa de Duryodhana. Le resaltó, que al ser el hermano mayor, sus hermanos le reconocerían y amarían, y por lo tanto le quedaba fácil ser no solo el rey de Hastinapura, sino de todo el mundo. Karna, emocionado por conocer a su madre carnal, sin embargo fue enfático decirle que no abandonaría nunca a Duryodhana ni por el reinado de toda la tierra, demostrando la gratitud y lealtad a toda prueba de su corazón. Lo único que obtuvo Kunti de Karna, fue la promesa de que de sus 5 hermanos, no mataría a 4. El otro era Arjuna.

Uno de los pasajes más perturbadores del Mahabharata fue el del juego de dados. Allí estuvo Karna. Su resumen es como sigue:

El rey de Hastinapura era Dhritarashtra, quien era ciego de nacimiento. También era padre de Duryodhana y tío de los Pándavas. El rey, entonces, queriendo más a su hijo Duryodhana que a sus sobrinos, se plegaba a la voluntad perversa de su hijo, aunque conservaba en lo profundo de su corazón cierto remordimiento por sus sobrinos.

Duryodhana había atentado varias veces contra la vida de sus primos, los Pándavas, pero estos siempre habían salido bien librados. Y en medio de tanta violencia, el rey Dhritarashtra concedió a sus sobrinos una parte del reino, que aunque era la menos apta para vivir y desarrollarse, no obstante los Pándavas la convirtieron en poco tiempo en una región rica, que competía con la que conservaba el rey.

Ya Karna y Duryodhana eran amigos entrañables, cuando este último decide un nuevo atentado contra los Pándavas: despojar de su reino a Yudhishthira, quien por ser el mayor de los 5 Pándavas, era el rey de Indraprastha, como habían llamado a su reino. La forma como lo destronaría sería usando como disculpa un juego de dados, pues sabía de la debilidad de Yudhishthira por el juego. Asesorado por su tío Sakuni, quien era jugador empedernido y tramposo, piden permiso al rey Dhritarashtra para efectuar el juego. El rey acepta.

Aquí, Karna se opone, y dice a su amigo Duryodhana que los reinos se deben ganar en la guerra, y no cobardemente en un juego amañado. Pero Duryodhana no lo escucha y sigue adelante con su plan. Aunque de mala gana, Karna acepta, pues su lealtad hacia Duryodhana es inquebrantable.

Convocan a Yudhishthira para un juego “amistoso”. Para pasar una tarde “agradable”, y el rey de Indraprastha se hace presente para el juego en la corte junto con sus 4 hermanos y Draupadi (esposa común de los 5 Pándavas). No sabe que los dados están cargados y que con ellos jugará un tramposo abominable: Sakuni.

El juego comienza y Yudhishthira, como estaba planeado, siempre pierde. Primero juegan joyas, después ganado, después palacios, tierras, etc., y poco a poco, dada su debilidad por el juego, Yudhishthira no se detiene y va perdiendo toda su riqueza. Casi al final, juega a sus hermanos uno por uno y los pierde; después se juega él mismo y se pierde, y no obstante, aún le queda algo por jugar: su esposa, Draupadi, y también la pierde.

Es así como Duryodhana acaba con los Pándavas y antes de desterrarlos del reino, los humilla con saña. Aquí, nuestro personaje, Karna, que ya se ha rendido ante el perverso accionar de su entrañable amigo, Duryodhana, participa de las humillaciones e insultos hacia los Pándavas. Incluso va más lejos: junto con otros Kauravas, pide que traigan a Draupadi, a la que trata de “perra”, y que la desnuden en presencia de todos. En efecto, la orden se cumple. Los Pándavas, que ya no son nadie, son menos que esclavos, presencian como su esposa es vilipendiada sin que puedan hacer nada más que sangrar hacia adentro al escuchar los desgarradores gritos de su mujer.

Aquí se sella la gran guerra de Kurukshetra, pues dentro de su caída, los Pándavas juran vengarse algún día. Aquí Karna muestra su lado oscuro, y sigue delineándose como un personaje supremamente complejo y a la vez fascinante. Hay muchas batallas en el Mahabharata en las cuales Karna es derrotado y otras en que demuestra su grandeza y poderío como guerrero; muchos pasajes de la épica en que demuestra “mala leche”, y otros en que demuestra su inigualable corazón y nobleza.

Pero a fin llega el momento en que se enfrentarían en singular combate Karna y Arjuna. Los dos guerreros más poderosos de cada bando. Era tal la expectativa, que los mismos dioses se asomaron a presenciar la lid. Hay que recordar aquí que sus respectivos padres eran los dioses Indra (Arjuna) y Surya (Karna)

Cuando se inició el combate, el universo se detuvo. La destreza, potencia y habilidad que desplegaban era asombrosa. Karna ya no tenía sus Kundalas y su Kavacha (aretes y armadura) que lo hacían invulnerable, y también había usado el astra que le había otorgado Indra. Además, tampoco recordaba la forma de usar los astras aprendidos con Parashurama. Así que solo dependía de su maestría en el uso de las armas corrientes. Mientras tanto, Arjuna poseía no solo sus armas corrientes, sino muchísimos astras divinos.

En determinado momento de la batalla, la rueda del carruaje de Karna se hunde en la tierra. Este pide a gritos a su contrincante que detenga el ataque mientras desatasca la rueda. Arjuna acepta detenerse unos instantes, pero su cochero, el Señor Krishna, le insta a acabar de inmediato con la vida de Karna. Karna escucha y pregunta a Krishna por qué aconseja a Arjuna que cometa la vileza de disparar a un hombre desarmado. Krishna le recuerda a Karna muchas de sus vilezas, entre ellas, el tratamiento a Draupadi, quien también estaba desarmada, sin maridos y completamente sola en el mundo. Sin esperar más, Arjuna dispara una última flecha con la que decapita al gran Karna.  

Pero no obstante, la gran guerra de Kurukshetra no termina aquí. El Mahabharata prosigue.



lunes, 5 de julio de 2021

Karna, héroe trágico (Primera de dos partes)

 


Para poner a este inmenso personaje en contexto, diremos que la guerra del Mahabharata se libró entre los Pándavas y los Káuravas, quienes eran primos entre sí. Los primeros eran seguidores estrictos del Dharma (la ley eterna), mientras que los segundos no seguían el Dharma de manera tan estricta. Ambos grupos eran de sangre real, y el principal guerrero de todos fue Arjuna, del grupo de los Pándavas, quien tenía como cochero a nadie menos que al Señor Krishna en persona (origen del Bhagavad Gita). Así, pues, Arjuna era el guerrero más poderoso, invencible y temido, que incluso con una sola mano, en ocasiones pudo destruir ejércitos completos. Este héroe era hijo del dios Indra y la humana Kunti.

Aquí llega Karna, quien desde los contrarios, fue el único guerrero que igualó al sinigual Arjuna. Karna también era conocido como el “hijo de suta” o “hijo de cochero”, para enrostrarle su origen humilde. Pero nadie sabía que no era un “hijo de suta”. Nadie sabía que era hijo del dios Sol y la humana Kunti. Es decir, era hermano de Arjuna por parte de madre. Tampoco ninguno de ellos dos, Arjuna y Karna, lo sabía.

Cuando la princesa Kunti era muy joven, su padre le pidió que atendiera al sabio Durvasa, quien sería su huésped de honor. El sabio, conocido porque nada le gustaba y molestaba por todo, fue atendido de manera tan especial por la adolescente, que cuando puso final a su visita, no tuvo más que reconocer cuánto le había agradado la forma como la chica lo había sabido atender. Entonces le dijo a Kunti que le iba a conceder un don especial, el que consistía en que ella podía invocar a cualquier dios que quisiera con un mantra que le dio a conocer.

Una vez a solas, la joven Kunti se puso a jugar con el mantra. Pero, tal vez por su juventud, no sabía que el asunto no era de juego, y de repente apareció ante ella nada menos que el dios Sol. Ella, asustada, le explicó a la deidad que solo estaba jugando y que había sido un honor conocerle en toda su belleza y esplendor. El dios, al principio quedó desconcertado, pero después, comprendiendo la ignorancia de la chica, tuvo que explicarle que si con ese mantra se invocaba un dios, ella debía procrear un hijo con la deidad que fuera. No había vuelta atrás, no había tal de despedir a la deidad.

Así nació Karna de una princesa adolescente, que mantuvo el embarazo en secreto y una vez nacida la criatura (que nació con aretes y armadura) la envolvió en una manta, la puso en una canasta embreada que puso a flotar a orillas del Ganges. De allí el bebé fue rescatado por Atiratha, un hombre cuya profesión era cochero, quien llevó al niño con su esposa, Radha, quien lo crio, razón por la que también se conoció a Karna como Radheya o hijo de Radha. En cuanto a Kunti, bastará decir por ahora, que cuando estuvo en edad de casarse, lo hizo con un príncipe, con quien tuvo 5 hijos, que son los 5 Pándavas, uno de ellos, Arjuna.

El niño creció con su familia adoptiva, principalmente al lado de su madre Radha, a quien amaba de manera exultante. Por las cualidades extraordinarias que poseía el muchacho, ella siempre sospechó que estaba emparentado con dioses. En determinado momento de su primera juventud, Karna fue a buscar al maestro Drona al palacio de los príncipes del reino (Pándavas y Káuravas) para que le enseñara el arte del tiro con arco. Pero el maestro se negó porque era un “suta”, es decir, su casta no le permitía acceder a la misma educación de los nobles.

Karna comprendió que su casta inferior, pues era hijo de un cochero, le iba a impedir lograr lo que en su interior hervía como lava de un volcán: ser un guerrero. Y era lógico, pues en verdad él era un chatria (casta guerrera) y no un suta, pero lo ignoraba. Aun así, no se descorazonó y volvió a intentarlo. Fue donde Parashurama, avatar del dios Visnú, y le pidió que le enseñara el arte de la guerra. Para esto, tuvo que mentir al avatar, diciéndole que era un brahmín, es decir, que pertenecía a la casta más elevada, la de los brahmines. Entonces el Señor Parashurama lo recibió en su ashram.

Fue un estudiante tan dedicado, que con el tiempo Parashurama dijo que Karna era igual a él en el conocimiento del arte de la guerra. Entre las muchas cosas que aprendió Karna con su maestro, están los “astras”, armas que solo pueden usarse repitiendo un mantra sagrado. Pero el destino tenía otros planes para nuestro héroe.

Un día que el Señor Parashurama estaba cansado, pidió a Karna que le trajera una manta sobre la cual poner su cabeza y dormir un poco bajo la sombra de un árbol. Karna, agradecido y lleno de amor por su maestro, no dudó en decirle que podía recostarse sobre sus muslos.  Así lo hizo el maestro mientras su discípulo, feliz, sentía que para él era el más grande honor de su vida. Pasado algún tiempo, de repente Karna sintió que un aguijón taladraba su muslo. Pero el señor Parashurama dormía plácidamente, así que Karna resistió el dolor sin moverse un milímetro para no cometer el pecado de despertar al maestro.

Pasaba el tiempo y Karna seguía resistiendo el terrible insecto que lo taladraba de dolor mientras veía la sangre manar; no obstante, continuaba en la misma posición, esperando que su maestro despertara. Pero la tibia humedad de la sangre lamió en algún momento el rostro del maestro quien de inmediato despertó. Cuando se vio untado de sangre, sorprendido preguntó a Karna qué había sucedido. Pero la explicación que dio Karna no satisfizo a Parashurama, que de inmediato le increpó: “¡Tú me has mentido, pues no eres un brahmín!” Le explicó que si él, Karna, fuera un brahmín, como había dicho, no habría resistido el dolor, pues bien sabido es que los brahmines son fácilmente derrotados por el dolor. En cambio, continuó diciéndole, los chatrias pueden resistir grandes tormentos sin doblegarse. En consecuencia, Karna debía ser un chatria y había mentido al decir que era un brahmín.

El señor Parashurama maldijo entonces a Karna por haberlo engañado, y le dijo que en el momento más difícil en que con más urgencia necesitara de un astra, olvidaría la fórmula para usarlo. No valió de nada el arrepentimiento ni los ruegos ni las promesas de Karna. El señor Parashurama fue inflexible. Sin embargo, y ablandado, pero solo un poco, le dijo al final que a pesar de todo, él, Karna, sería el guerrero más famoso del mundo. Como en efecto lo fue.

¿Cómo llegó a ser el guerrero más famoso del mundo? Lo veremos en el próximo post.



 

 

domingo, 27 de junio de 2021

BHIMA MATA AL RAKSHASA DE EKACHAKRA

DESPUÉS de atravesar muchos riachuelos y paisajes hermosos, los pandavas llegaron por fin a Ekachakra. Se alojaron en la casa de un brahmín que les había acogido y se ganaban el alimento mendigando por la calle. La gente de la ciudad estaba intrigada con aquellos silenciosos brahmanes que no parecían mendigos.

Los pandavas nunca dejaban a su madre sola por mucho tiempo; recolectaban sus limosnas y luego regresaban a la casa del brahmín para depositar lo recogido a los pies de su madre. Kunti dividía los alimentos dando la mitad a Bhima y distribuyendo el resto entre los demás hermanos. Bhima siempre tenía hambre, pues por su fuerte complexión necesitaba mucha comida para quedarse satisfecho. Había un alfarero en las cercanías al que Bhima comenzó a ayudar trayendo a sus espaldas enormes cantidades de arcilla.

El alfarero estaba muy satisfecho y sorprendido con la fortaleza de aquel joven e hizo un enorme cuenco para él. A Bhima le gustó mucho y al próximo día se lo llevó con él a la ciudad para mendigar por las calles. La gente le sonreía indulgentemente al ver el enorme cuenco y se lo llenaban con sabrosos alimentos que habían preparado en sus casas.

Un día, Bhima estaba en casa del brahmín a solas con su madre. Sus demás hermanos se habían ido a mendigar. Ambos estaban hablando, cuando de repente oyeron cómo alguien lloraba dentro de la casa. Agudizaron el oído para escuchar qué pasaba y se dieron cuenta de que el brahmín que les había acogido en su casa estaba hablando con su esposa y ambos lloraban apenados. Kunti dijo:

—Han sido muy buenos con nosotros; nos ayudaron cuando no teníamos hogar ofreciéndonos su casa. Si fuera posible, deberíamos ayudarles en la forma que podamos. Bhima, quédate aquí, yo iré a averiguar cuál es la causa de su tristeza.

El brahmín tenía un hijo y una hija. El hijo apenas era un niño. Hablaban entre ellos y decían: «Yo iré », y el otro insistía: «No, iré yo». Kunti no pudo entender de qué hablaban, así que se acercó a la esposa del brahmín y le dijo:

—No he podido evitar oír vuestros lamentos y me he acercado para saber cuál es la causa de vuestra tristeza, porque si pudiéramos ayudaros nos gustaría mucho hacerlo. El brahmín la miró y le dijo:

—En verdad eres muy amable. Tu corazón está lleno de compasión por aquellos que sufren, pero me temo que no hay ningún ser humano que pueda ayudarnos. No obstante, te contaré la razón de nuestra tristeza. En la montaña cercana a la ciudad hay una cueva en la que vive un cruel rakshasa llamado Baka. Ha estado sembrando el terror en nuestra ciudad en los últimos trece años. Al principio descendía de la montaña cuando le apetecía e irrumpía en la ciudad matando a quien le parecía, para comérselo. Los habitantes de la ciudad temían que el rakshasa viniese y les matase indiscriminadamente, por lo que finalmente los ciudadanos se reunieron para buscar una solución al problema, de lo cual surgió una propuesta para hacerle al rakshasa. Una delegación fue a verle y le dijo:

«Baka, los habitantes de la ciudad están aterrados con tus ataques por sorpresa. Viven en el constante miedo de ser devorados por ti en cualquier momento. Pero si quieres escucharnos tenemos una sugerencia que hacerte. Cada semana se te proporcionará una carreta llena de excelentes alimentos y junto con ella se te ofrecerá también un ser humano. Entre nosotros organizaremos turnos para poder alimentarte como tú deseas. Pero por favor, ya no irrumpas más en nuestra ciudad matándonos por sorpresa. De esta forma viviremos con más tranquilidad y tú podrás recibir tu alimento con regularidad».

Al rakshasa le pareció bien y consolidó el pacto. Y cumpliendo con lo pactado se ha estado siguiendo esa norma durante los últimos años, de modo que en turno rotatorio, de cada casa se escoge una persona para ofrecerla como víctima al rakshasa, junto con una carreta llena de alimentos. Y mañana me tocará ir a mí. Es por eso que estamos llorando, porque si yo muero no habrá nadie que pueda cuidar de mi esposa y mis hijos, y si es mi esposa la que muere, mis hijos quedarán huérfanos porque yo ya no podré vivir sin ella. Así que hemos decidido que mañana iremos todos para ofrecernos como víctimas al rakshasa.

Kunti estaba muy apenada por la desdicha del brahmín. Le dijo:

—No te preocupes. Nadie tendrá que morir, tú tan sólo prepara la comida y yo me ocuparé del resto; tengo cinco hijos y enviaré a uno de ellos con la comida. Quiero agradecerte tu amabilidad al ofrecernos tu casa durante estos días.

El brahmín indignado le dijo:

—De ninguna manera, vosotros sois mis invitados, ¿acaso crees que soy tan egoísta que voy a permitir que sacrifiques a uno de tus hijos por salvar mi vida? Vosotros sois tan buenos, que antes preferiría morir que cometer el pecado de dejar morir a otro brahmín. Por favor, no quiero que vuelvas a mencionarlo.

Kunti le sonrió y le dijo:

—Te aseguro que mis hijos no son ordinarios mortales, son los favoritos de los dioses. Tengo un hijo muy fuerte que será capaz de matar al malvado Baka. Por favor, ten fe en mí, permíteme enviar a uno de mis hijos con la carreta llena de comida. Tan sólo te pido una cosa: no quiero que le digas a nadie lo que te he dicho.

El brahmín y su esposa no sabían qué añadir después de aquello. Kunti les había hablado con tal seguridad que no pudieron más que aceptar su oferta.

Kunti se reunió de nuevo con Bhima y después de contarle todo, le hizo la proposición. Bhima se puso contentísimo, gritaba:

—¡Madre, imagínate! ¡una carreta llena de comida!. Mataré al rakshasa, pero asegúrate de que haya suficiente comida y de que sea sabrosa. Kunti se rió y le dijo:

—La esposa del brahmín es una buena cocinera y además es muy generosa. Vamos a consolarla. Se reunieron con el brahmín y su familia y les aseguraron de que a la mañana siguiente Bhima iría a la montaña con la carreta llena de comida.

Al rato llegaron los cuatro hermanos después de la recogida de limosnas. Bhima estaba sentado en una esquina y en cuanto Yudhishthira le miró notó que en su rostro había una expresión de alegría que hacía ya mucho tiempo que no veía y dirigiéndose a su madre le dijo:

—Madre, ¿qué sucede?. Parece como si mi hermano estuviera tramando alguna jugarreta. Kunti le dijo:

—No, no está planeando nada, he sido yo quien le he pedido, que se ofreciese para hacerle un favor al brahmín que tan amablemente nos ha acogido en su casa, ayudando al mismo tiempo a la gente de esta ciudad. —A continuación le contó a Yudhishthira los detalles de lo que había sucedido durante su ausencia.

Yudhishthira después de oír lo que le había contado su madre, por primera vez en su vida se enfadó con ella, y con voz fuerte le dijo:

—Madre, ¿por qué lo has hecho?. Tú sabes lo que Bhima significa para todos nosotros. Y el papel vital que ha jugado en nuestra protección física, y, sin embargo, ahora se lo ofreces como una víctima a un monstruo detestable. ¿Crees que Bhima ha nacido para morir como una ofrenda a ese rakshasa llamado Baka? Creo que en tu gratitud a este brahmín has perdido el sentido de la proporción, pues de otra forma no hubieras actuado de un modo tan impulsivo.

Kunti no se inmutó por las palabras de su hijo y en un tono calmo le dijo:

—No creas que soy tan tonta como para actuar de un modo tan inconsciente. Es sólo debido a que conozco la fuerza que tiene Bhima que me he atrevido a sugerirle semejante plan. Ya viste con qué energía anduvo cargando con nosotros durante horas, y recuerda también cómo mató al rakshasa Hidimba. Cuando tan sólo era un niño y vivíamos en el valle de Satasringa, un día estando yo sentada en el jardín con Bhima en mi regazo, apareció un tigre; al verlo me aterroricé y me levanté para salir corriendo sin reparar poseída del terror como estaba, en que tenía un niño en mi regazo. Al oír mis gritos Pandu apareció y con una flecha atravesó el cuerpo del tigre matándole instantáneamente. En ese momento me di cuenta de que el niño se había caído rodando por la colina hacia abajo. Tu padre y yo corrimos hacia el pie de la colina asustados, pues nos imaginábamos que algo terrible habría sucedido. Pero para nuestro asombro nos encontramos a Bhima durmiendo apaciblemente y la roca que le había detenido en su descenso, estaba hecha añicos. Así es la fuerza de Bhima. Estoy segura de que matará a ese malvado Baka, para Bhima será una tarea fácil. ¿Acaso no sabes que cuando un kshatrya ayuda a un brahmín su vida en esta tierra es bendecida por los moradores de los altos cielos? De esta forma agradecemos la amabilidad que nos han mostrado el brahmín y su familia al tiempo que beneficiaremos a la gente de esta ciudad que nos han estado proveyendo de alimentos durante todos estos días. Así que no te preocupes más por ello.

Yudhishthira se sintió avergonzado por las duras palabras que le había dirigido a su madre, le pidió perdón y se dirigió luego al brahmín para decirle:

—Mi madre me ha contado la difícil situación en la que te encuentras. Estoy feliz de saber que podemos ayudarte. No te preocupes por mi hermano, es muy fuerte y con toda seguridad aniquilará a ese vil rakshasa.

Al día siguiente, por la mañana temprano, la esposa del brahmín ya había acabado de cocinar todos los alimentos para la ofrenda y llamó a Bhima. La carreta estaba repleta de comida. Bhima se despidió de todos y se fue hacia la cueva de la montaña tirando él mismo de la carreta. Muy pronto llegó a la cima de la montaña y ya se disponía a llamar al rakshasa, cuando se detuvo y recapacitó así:

—Un momento, esta comida se supone que es para el rakshasa, pero si lo voy a matar de qué le va a servir. Mejor me la como antes de matarle porque luego con las manos sucias no podré comérmela, lo cual sería trágico. Así pues, detuvo la carreta debajo de la sombra de un árbol y se dispuso a comer.

Estaba saboreando el suculento banquete convenciéndose de que su madre tenía razón al decirle que la esposa del brahmín era una excelente cocinera. Cuando ya estaba acabando de comer llamó al rakshasa con un grito. Baka le oyó y acudió rápidamente al lugar de donde provenía el grito. Y para su asombro vio que el joven brahmín se había comido toda la comida que le pertenecía a él; entonces, acercándose, le dijo:

—¿Quién eres tú?. ¿Cómo te atreves a comerte la comida que me pertenece?.

Bhima le sonreía como si no le hubiera oído y seguía comiendo lo poco que quedaba. Para Baka esto ya fue demasiado. De un tirón arrancó el tronco de un árbol y se lo arrojó a Bhima. Éste ni se inmutó; con su mano izquierda desvió la trayectoria del tronco mientras que con la derecha seguía comiendo y limpiándose la boca con el antebrazo. Luego miró a Baka y le dijo:

—Has estado viviendo en esta ciudad durante demasiado tiempo, tu cuerpo ha engordado mucho y creo que ya es tiempo de que abandones este mundo. Te ayudaré a alcanzar la morada de Yama. Quiero liberar a esta ciudad de ti y de tu despótica crueldad. Venga, prepárate a luchar conmigo.

Y ambos se enzarzaron en una lucha que duró mucho tiempo. Baka era muy fuerte pero no lo suficiente para derrotar a Bhima. Finalmente Bhima cogió a Baka entre sus brazos y apoyándolo en sus rodillas lo rompió en dos como un elefante rompe a una caña de azúcar. Con un terrible grito de dolor el rakshasa cayó al suelo muerto. Viendo a Baka muerto, sus aterrados compinches se acercaron a Bhima pidiéndole clemencia. Él les dijo:

—Si prometéis no molestar más a la gente de la ciudad os dejaré ir. Si no, sufriréis la misma suerte que vuestro amigo.

Aquellos rakshasas se alejaron de la ciudad para no volver jamás. Bhima se llevó el cuerpo de Baka arrastrándolo por las piernas hasta las puertas de la ciudad donde lo dejó para que toda la gente supiese que el rakshasa había muerto. Después se dirigió a la casa del brahmín para devolverle la carreta vacía y le pidió que no le contase a nadie quién había sido el que les había liberado de Baka. Luego se dio un baño y se echó a dormir; había comido demasiado.

Al día siguiente, por la mañana, los habitantes de la ciudad se quedaron sorprendidos al ver el cadáver de Baka. No se explicaban cómo había sucedido. Y como sabían que aquel día le tocaba el turno al brahmín se acercaron a su casa y le preguntaron qué había sucedido. El brahmín, respetando lo que Bhima le había pedido, respondió:

—Un ser celestial viéndome llorar se compadeció de mí y me dijo que él llevaría la comida al monstruo y le mataría. Hice lo que me pidió y él se fue. Desde entonces no le he vuelto a ver.

domingo, 20 de junio de 2021

Bhishma

 


Devavrata tenía 16 años cuando conoció a su padre, el rey Santanu. Cuando nació Devavrata, su madre, la diosa Ganga, había abandonado a su esposo y había partido con el bebé a los cielos, donde lo había criado durante esos años y le había brindado la mejor educación posible. Así que cuando padre e hijo se encontraron, la escena fue emocionante. Ganga retornó a su morada celestial y el rey Santanú y su hijo Devavrata comenzaron a vivir felizmente en su reino terrenal. Al poco tiempo, el rey nombró a su hijo heredero al trono y comenzó a encargarlo de algunos asuntos de Estado.

Un día que estaba de caza, encontró el rey a orillas del río a la mujer más hermosa que él hubiera visto, y se enamoró de inmediato. Se llamaba Satyavati y era la hija de un pescador. El rey no dudó un instante en ir a buscar al pescador para pedir en matrimonio a su hija. Cuando le expresó su deseo al hombre, este le dijo que estaría complacido de entregarle a su hija siempre y cuando le prometiera solemnemente que el hijo que tuvieran sería rey.

Como Santanu ya había nombrado como heredero al trono a Devavrata, y no obstante el inmenso amor que le inspiraba la joven, se negó a prometer lo que pedía el padre de la dama. Entonces se despidió del pescador con el alma hecha pedazos.

Al volver a su palacio, los días subsiguientes el rey Santanu fue cayendo en la melancolía y de pronto ya no era el que solía ser, pues la pena de amor lo estaba consumiendo. Estos síntomas no pasaron inadvertidos para nadie y mucho menos para su hijo Devavrata, que lo amaba con devoción.

Entonces Devavrata buscó al cochero de su padre, pues sabía que era quien lo acompañaba a todas partes y que además escuchaba las cuitas que el rey le contaba en secreto. El cochero, sabiendo que el monarca se estaba muriendo de amor y no queriendo que eso sucediera, rompió el voto de secreto que guardaba para con el rey y contó a Devavrata lo sucedido con Satyavati, la hija del pescador.

Sin pérdida de tiempo, Devavrata fue a buscar al pescador y su hija. El pescador le dijo que sabía muy bien que él, Devavrata, era el heredero al trono, y que entendía muy bien que por esa razón el rey Santanu no había aceptado el trato ofrecido. Pero como Devavrata amaba de verdad a su padre y no quería verlo sufrir un día más, sin más trámite le dijo al pescador que en ese momento renunciaba al trono y que le pedía formalmente a Satyavati para llevarla a su padre.

Pero el pescador era codicioso y le respondió que no aceptaba así nomás esa promesa, ¿porque quién le garantizaba que un hijo de Devavrata, o sea un nieto del rey, no fuera el futuro rey?

Devavrata quedó un momento estupefacto contemplando el grado de vileza a que la codicia conducía a una persona. Pasados unos instantes, Devavrata volvió a hablar y le dijo: Entonces no solo prometo que no tendré hijos, sino que jamás tocaré a una mujer. A continuación hizo un juramento solemne ante su madre, la diosa Ganga, ante todos sus antepasados y ante todos los dioses, juramento en que reafirmaba su promesa de nunca tocar mujer alguna.

En esos momentos, los dioses que observaban tan terrible juramento, hicieron llover flores sobre Devavrata y además cambiaron su nombre por el de Bhishma, que significa “el del terrible voto”.

Ya sin más que pedir, el codicioso pescador se salió con la suya y de inmediato entregó a su hija Satyavati para que fuese llevada al rey Santanu. Bhishma la subió a su carruaje y emprendieron viaje al palacio.

Una vez Santanu recibió a su amada Satyavati y se enteró de los pormenores, se sintió muy feliz por él y a la vez muy triste por su hijo. Entonces gracias a los grandes méritos de una vida virtuosa pudo otorgarle un don a su vástago: Bhishma no moriría fácilmente: solo moriría cuando él mismo quisiera hacerlo y no antes.

Bhishma es uno de los personajes más importantes del Mahabharata: regente del reino, patriarca de Kauravas y Pándavas, y guerrero poderoso e invencible.

 

domingo, 13 de junio de 2021

La amistad entre Drona y Draupada

Draupada humilla a Drona

Drona era el mejor maestro de tiro al arco, arte que había aprendido de nadie menos que de Parasurama. Además, había estudiado los vedas y artes marciales en compañía, entre otros alumnos, de un príncipe llamado Draupada. Eran muchachos despreocupados y buenos amigos, y en una de sus charlas, Draupada le había dicho a Drona que su amistad sería para toda la vida, y que cuando ascendiera al trono, compartiría la mitad del reino de Panchala con él. Terminada la época escolar, cada uno siguió su camino.

Pasados los años, Drona estaba atravesando por una época difícil, sin recursos económicos, y se encontraba desesperado de ver sufrir a su esposa y su pequeño hijo. Entonces recordó a su amigo de infancia, Draupada, que a esas alturas ya debería ser el rey de Panchala. Así que decidió ir a buscarlo para pedirle ayuda.

Una vez ante el monarca, Drona le recordó las conversaciones que habían tenido cuando adolescentes, respecto a la amistad de por vida. Draupada, que ahora era un monarca cruel y arrogante, no pudo contenerse y se echó a reír, diciéndole:

"¿Crees que entre un hombre rico y un hombre pobre puede haber amistad? ¿Piensas que un rey y un pobre diablo pueden ser amigos? La amistad solo se da entre iguales. ÎQué ingenuo! ÎVete por donde viniste!"

Drona partió poseído de odio y rencor. Sin embargo, como era el mejor en tiro al arco y artes marciales, llegó a ser el maestro de los príncipes Kurus (Pandavas y Kauravas), dentro de los cuales destacaban nada menos que Arjuna, Bhima, Duryodhana y Asvatama, entre otros.

En aquellos tiempos existía la tradición de que una vez terminada la educación, los alumnos entregaban un regalo al maestro (dakshina). Así que Drona pidió dakshina a sus alumnos, que gracias a él, se habían convertido en los guerreros más poderosos y temibles del reino más grande e importante ante el cual, el reino de Draupada era tributario e insignificante. Entonces Drona les  pidió por dakshina que invadieran Panchala y le trajeran preso a su rey.

Dicho y hecho. Fue pan comido para los héroes Pandavas y Kauravas, que en cosa de un par de días volvieron con el arrogante rey maltrecho y lo tiraron atado con sogas a los pies de su maestro.

La venganza es dulce, y esa dulzura debió sentir Drona al ver al rey Draupada tirado a sus pies. Ahora solo tenía que ordenarles a sus alumnos que lo mataran. Pero Drona era superior a este rey, y no era ni cruel ni arrogante. Simplemente lo hizo levantar, y le preguntó si recordaba sus palabras cuando él, en momentos difíciles, había necesitado de su ayuda. El rey Draupada tuvo que admitir que sí con la cabeza baja. Entonces Drona le contestó que aunque podía quedarse con todo el reino de Panchala, solo se quedaría con la mitad del territorio. Que le permitiría a Draupada seguir siendo rey pero de solo la otra mitad. En conclusión, le dijo que ahora ellos dos eran iguales. Que ahora podían ser amigos. Y lo despachó. Esa fue su venganza.

Quien salió ahora lleno de odio y rencor fue Draupada. Pero sabía que vengarse de Drona, para él era imposible, pues no había punto de comparación entre sus ejércitos. Entonces Draupada hizo un ritual de sacrificio con fuego para propiciar a los dioses, y pidió tener un hijo que pudiera asesinar a Drona. Fruto de este sacrificio nacieron dos hijos, niña y niño. Este último, llamado Dhrishtadyumna, fue quien años más tarde, durante la guerra del Mahabharata, decapitó a Drona.

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 7 de junio de 2021

Amba o el odio más grande

 

Eran tres princesas: Amba, Ambika y Ambalika. Su padre, el rey de Kasi, había organizado una ceremonia conocida como “swayamvara”, en la que se realizaba la escogencia por parte de las mujeres de su futuro esposo.  Así que al swayamvara del rey de Kasi estaban invitados todos los príncipes y reyes casaderos de la Gran Bharata (antigua India), excepto los del reino de los Kurus. El regente de este reino de los Kurus, se llamaba Bhishma, quien tenía dos hermanastros mucho menores que él, y que estaban destinados a reinar.

Al saber Bhishma que sus hermanastros no habían sido invitados al swayamvara de Kasi, montó en cólera y entonces asistió él mismo a la ceremonia. Una vez allí, delante de todos los asistentes raptó a las tres princesas. Los príncipes y reyes presentes se sintieron ofendidos y burlados y salieron tras Bhishma que se llevaba a las tres chicas. Bhishma los enfrentó a todos él solo y los derrotó en una batalla relámpago.

Una vez en su reino, las entregó como esposas a sus hermanastros, pero Amba se negó, alegando que instantes antes de ser raptada, ya había escogido a su príncipe. Enterado, Bhishma le permitió marchar a su reino. Pero una vez allí, cuando  Amba se presentó al príncipe que había elegido, este la despreció, alegando que al haber sido raptada, Amba ahora le pertenecía a Bhishma.

Descorazonada volvió a donde Bhishma y después de explicarle su situación, le dijo que estaba dispuesta a que él la hiciera su esposa. Pero Bhishma (por razones que en otro capítulo de estos resúmenes se contarán), había prometido ser célibe de por vida, así que le dijo a Amba que lo sentía mucho, pero que él no se desposaría con ella ni con ninguna otra mujer.

Habiendo perdido al príncipe que amaba, luego habiéndose negado a casarse con uno de los hermanastros de Bhishma, y ahora rechazada por este, Amba había quedado en una situación terrible, pues ya ningún hombre la aceptaría. Y en aquellas épocas y en su cultura particular, esto era lo peor que podía sucederle. Entonces surgió en ella un rencor contra Bhishma, que en poco tiempo se convirtió en el odio más grande que en esta historia del Mahabharata se haya contado.

Recorrió el mundo preparándose para asesinar al que le había dañado su vida. Fue a todos los reinos que pudo y solicitó ayuda para su cometido, realizó oraciones, sacrificios, y mil cosas más, con tal de vengarse de quien le había hecho un mal peor que la misma muerte. Pero todo fue en vano. Los reyes y príncipes se negaban a ayudarla, pues Bhishma era el hombre más poderoso de la tierra y le temían. Además, por su terrible voto de castidad, le había sido otorgado el don de morir solo cuando él lo deseara y no antes. Desesperada, pero no derrotada, Amba se internó en el bosque durante largo tiempo a realizar austeridades extraordinarias.

Entonces el Señor Siva se fijó en ella y decidió ayudarla: “Podrás vengarte pero no en esta vida, sino en la próxima”, le dijo el Señor. De inmediato Amba encendió una pira y se lanzó en ella.

Renació pocos años después como la hija del rey Draupada y se llamó Sikhandini. Siendo mujer, no obstante actuaba y vestía como hombre, y así pudo estudiar las artes de la guerra. Con el tiempo, un Rakshasa (demonio), le ayudó a cambiar de sexo y entonces se convirtió en el guerrero llamado Sikhandi.  

El reino de los Kurus se había dividido entre los Pándavas y los Káuravas. Cuando estalló la guerra, Sikhandi estaba del lado de los Pándavas, entre los cuales estaba el Señor Krishna, Arjuna, Vrikodara, Yudhishthira, etc., y se enfrentarían a los Kauravas, cuyo comandante era el abuelo de todos, el invencible Bhishma en persona.

La guerra comenzó y Bhishma, que por si fuera poco no podía ser muerto, estaba diezmando con sus ejércitos a los Pándavas, cuya situación era desesperada. Pero el destino les ayudó, pues a pesar de su edad, y de que aún era el hombre más fuerte del mundo, Bhishma se sentía cansado de la vida y de la guerra, y les dijo a los Pándavas que podrían matarlo si una dama lo enfrentaba en combate, pues él no atacaría a una mujer.

Entonces Arjuna, el principal de los guerreros Pándavas, pidió a Sikhandi que fueran ambos a enfrentar al patriarca y que en determinado momento Sikhandi se interpusiera entre él y Bhishma. Cuando el abuelo vio en frente suyo a Sikhandi, por su visión espiritual reconoció que era Amba y entonces bajó las armas. Las flechas de Amba y Arjuna lo destruyeron. La venganza de Amba estaba consumada.  

 

Dos grandes epopeyas de la India y del Asia Sudoriental

EL MAHABHARATA Y EL RAMAYANA por Arthur L. Basham* (Extracto de un artículo publicado en la revista El Correo de la UNESCO, Diciembre de 1...