viernes, 16 de marzo de 2018

El Mahabharata y los audiovisuales


El Mahabharata inicialmente fue transmitido de forma oral. Con el paso de los siglos fue puesto por escrito, y ya en plenos siglos XX y XXI, llegó al audiovisual. Pero la majestuosidad del original ha tenido que someterse a los modernos medios de comunicación, de tal manera que nunca ha podido transmitirse totalmente, primero, porque la naturaleza de la radio, el cine, el teatro y la televisión, no se prestan para tamaña obra, y segundo, porque los destinatarios, nosotros, ciudadanos de los últimos dos siglos, no estamos acostumbrados ni disponemos del tiempo para digerirla en su forma original.  Veamos algunas obras audiovisuales que están al alcance de la mano en YouTube:

Peter Brooks (Londres, 1925), uno de los directores de teatro más importantes del mundo, puso en escena el Mahabharata, en 1985, exhibición que duró 9 horas y que dejó asombrados y maravillados a los espectadores, en su mayoría personas relacionadas con las artes, que habían comprado boleto a sabiendas de que irían a estar en un espectáculo de duración tan inusitada. Luego de este éxito, comenzó la representación en diversas partes del mundo durante 4 años. Más adelante, en 1989, Brooks llevó la obra al cine, reduciéndola a 5 horas. Aquí el link, que además está al al lado derecho del blog.

La serie india de televisión ‘Mahabharata’, de 1988, tuvo tal éxito, que se dice que en horas de su transmisión, las calles de las ciudades en India se veían despobladas. Fueron 94 episodios de aproximadamente 45 minutos, que duraron 2 años transmitiéndose, entre octubre de 1988 y junio de 1990. Fue producida por B. R. Chopra y dirigida por su hijo Ravi Chopra. Es de resaltar que en el Reino Unido también fue exhibida en 1991, por la BBC, con ratings que llegaron hasta los 5 millones de personas. Esta serie está en YouTube con subtítulos en español, que aunque no muy buenos en su traducción, sin embargo, se dejan entender. Solo se encuentran 23 de los 94 episodios, que de todas formas sirven de abrebocas. 

Lo mencionado más arriba, que los medios de comunicación actuales no están hechos para narrar completamente el Mahabharata, no deja por fuera ni siquiera al libro, que es el medio tradicional por excelencia. 

La traducción completa en inglés, de Kisari Mohan Ganguli, en PDF totaliza 5818 páginas. Como se desprende de este hecho, publicar un libro de este tamaño no es muy comercial. Recordarán que en entrada anterior, comenté someramente sobre los libros resumidos del Mahabharata que hay en nuestro idioma, resaltando la versión del profesor Emilio Faro, de 750 páginas, y que pueden encontrar en el link que aquí pongo y que también se encuentra al lado derecho de este blog. 

Una muy buena noticia, es que este maravilloso trabajo del profesor Emilio Faro ha sido llevado al audiolibro en forma completa, es decir, las 750 páginas en 6 audios de 5 horas. Aquí les dejo el link, que también pongo al lado derecho del blog.

También se encuentran en YouTube muchas otras versiones del Mahabharata, pero estas dos últimas, la película de Peter Brooks, y el audio del libro de Emilio Faro, me parecen dignas de ser apreciadas, si queremos tener una visión bastante buena del Mahabharata desde el audiovisual.

Para quienes no tienen el hábito o el tiempo de leer, el Mahabarata en medio audiovisual, hará que en pocos días entren en la médula de esa obra divina de todos los tiempos. 


martes, 13 de marzo de 2018

BISHMA


En la entrada anterior hablamos de Satyavati, pero también mencionamos a Bishma, uno de los personajes más importantes del Mahabharata, por lo que vamos a dedicar esta entrada a complementar la biografía del gran Devavrata, como se llamaba antes de su voto de castidad, el gran héroe. 

Recordemos que su madre, Ganga, ahogó a 7 bebés antes de que naciera Bishma. Pero hay una explicación para tan terrible historia:

Cierta vez, los ocho Vasus visitaron al sabio Vashishta. La esposa de uno de ellos se encaprichó con la vaca preferida por el sabio y pidió a su esposo Prabhasa, que la robara. Este cumplió los deseos de su esposa y robó la vaca con la ayuda de sus hermanos. Como consecuencia, el sabio los maldijo a todos a nacer como humanos. Pero ellos imploraron clemencia y el sabio, ablandándose, les permitió que solo vivieran por muy poco tiempo entre los humanos. 

En cuanto al mayor culpable, Prabhasa, el sabio Vashistha no se ablandó, sino que por el contrario, lo condenó a vivir muchísimo más que cualquier otro humano. Se entenderá, entonces, la razón para que los bebés de Ganga murieran casi de inmediato. En cuanto a Prabhasa, para que se cumplirá la maldición, le correspondió ser salvado de la muerte por su padre, Zantanú, y vivir como Devavrata o Bishma.

Entonces, el gran Bishma, conocido entre otras muchas cosas por su desmesurado voto de castidad (ver entrada anterior), también iría a tener una larguísima vida. Bishma no era un humano común. Tal vez no era humano aunque lo pareciera. Cuando Ganga lo llevo con ella después de que Zantanú le salvara la vida, se dedicó a impartirle la mejor educación que pudiera tener un príncipe. Veamos quienes fueron sus ‘modestos’ maestros:

Brihaspati, preceptor de Devas, y Shukracharya, preceptor de Asuras, le enseñaron los deberes de un rey o ciencia política. El sabio Vashishta y Chyavana, el hijo de Bhrigu, le iniciaron en los Vedas. Sanatkumara, el hijo mayor de Brahma, le enseñó las ciencias mentales y espirituales. Markandeya, quien obtuvo el don de la eterna juventud por parte del Señor Shiva, enseñó a Devavrata los deberes de los Brahmanes. Parashurama, de la raza Bhrigu, lo inició en las artes de la guerra. Y, finalmente, pero no menos importante, el dios Indra le entregó a Devavrata el conocimiento de armas celestiales.

El nombre ‘Bishma’ significa “el hombre del extremo juramento”, y fue adoptado después del extremo voto de castidad que hizo, según vimos en la entrada anterior. Este voto impresionó tanto a los dioses, que le fue otorgado el don de tener control sobre el día de su muerte. El otro voto que hizo Bishma, fue el de ver en todo ocupante del trono de Hastinapura a su padre  Zantanú, y servirle a él y al reino como a su propio padre.

Cuando se realizó el Swayamvara de Amba, Ambika y Ambalika, y no fue invitado su hermanastro, el rey Vichitravirya, Bishma montó en cólera y asistió al evento para raptar a las tres doncellas y traerlas ante su hermanastro. Todo esto no sin antes haber  derrotado en batalla a todos los príncipes allí presentes, dentro de ellos Salwa, el prometido de Amba.

Cuando una vez cometido el rapto Amba le confesó a Bishma que ella y el príncipe Salwa estaban comprometidos, Bishma la dejó en libertad. Pero cuando ella llegó ante su prometido, este la rechazó. Así que Amba, presa del dolor, volvió donde Bishma y le dijo que por ser él el culpable de su situación, debería, por lo menos, casarse con ella. A lo que Bishma, por su voto de castidad, se negó. Aquí hay que entender el contexto histórico del Mahabharata, para apreciar la situación infeliz en que se encontró de pronto Amba.

Y se sintió tan absolutamente pisoteada y desventurada, que juró vengarse de Bishma, así se le fuera toda la vida en lograrlo y si no le alcanzara la vida, en su siguiente encarnación seguiría buscando venganza. Así que después de dedicarse por muchos años a poderosísimas disciplinas ascéticas, llamó la atención del Señor Shiva, que enterado de la historia de Amba, le aseguró que en su próxima vida nacería como hombre, que su nombre sería Shikandi, que recordaría su anterior vida y que sería instrumento para la muerte de Bishma.

A pesar de que Bishma era un renunciante, le correspondió criar a sus nietos, los hijos de Dhritarashtra y los hijos de Pandú, es decir, a los Kurus. Dentro de su labor educadora, admitió y acogió a Drona como el instructor de armas y guerra de los jóvenes príncipes, siendo Drona otro de los personajes vitales del Mahabharata. Con el paso del tiempo y ya en su adultez,  gracias al mal corazón de uno de los jóvenes príncipes, Duryodhana, los Kurus se dividieron en los dos bandos que se enfrentaron en la terrible guerra del Kurukshetra: los Kauravas y los Pandavas.

Durante el famoso juego de dados, en el cual de manera tramposa Duryodhana despojó del derecho al trono a su primo Yudhishtira y, entre otras humillaciones, irrespetó a su esposa, Draupadi, y expulsó a los Pandavas del reino, Bishma mantuvo un silencio inexplicable. Por esta razón ha sido duramente criticado y su enorme figura no deja de mostrar esa gran mancha. Pero una de las virtudes del Mahabharata es que sus personajes no son perfectos, ni aun uno solo.  Aunque Bishma puede alegar en su defensa, que había jurado defender al ocupante del trono como a su propio padre. En este caso, el rey ciego Dhritarashtra, padre y alcahuete de Duryodhana.

Durante la guerra, Bishma fue el Comandante Supremo de los ejércitos Kurus. Gracias a su educación y destrezas tanto para la guerra como para la paz y a pesar de ser 5 generaciones mayor que los demás, es decir, el gran abuelo, el padre de todos, no tenía rival que pudiera enfrentarlo. Él solo mataba a 10 mil soldados de a pie y a mil aurigas  diariamente, pero no mataba a ninguno de los príncipes Pandavas, pues su amor por ellos era más fuerte. Ante este hecho, Duryodhana lo criticaba amargamente.

Pero los Pandavas también amaban con todo su corazón al abuelo, y aunque alguno de ellos fuera rival para él, ninguno hubiera atentado contra su vida. Y si alguno hubiera hecho el atentado, con seguridad Bishma iba a sobrevivir, pues solo él podía elegir el momento de su muerte. Así que en determinado momento, la guerra estaba en un punto muerto. Reflexionando sobre este hecho, los Pandavas decidieron consultarlo con el mismo Bishma y fueron a visitarlo.

Bishma lo sabía. Sabía que él era un obstáculo pues ellos no lo iban a matar, y mientras él viviera, la guerra seguiría, así fuera en un punto muerto. Entonces el abuelo, el gran Bishma, el hombre del extremado juramento, hizo algo de acuerdo con su grandeza: les dijo cómo podrían matarlo. Les dijo que si se ponía frente a él una mujer, él bajaría sus armas y entonces podrían eliminarlo.

Amba fue la mujer, aunque ahora era hombre y se llamaba Shikandi. Arjuna, el guerrero más diestro de los Pandavas, puso a Shikandi frente a su carro y fue a enfrentar al abuelo. Cuando Bishma vio a Shikandi, y conocedor de quién había sido él (ella) y de su juramento anterior, no tuvo más remedio que bajar sus armas. Entonces Arjuna le disparó miles de flechas y el gran Bishma, el hombre del extremado juramento, el hombre que podía decidir su muerte, y el hombre sin par en la tierra, cayó abatido y al caer, lo hizo sobre las flechas que tenía clavadas en la espalda y sobre ellas quedó suspendido: quedó yacente en un lecho flechas. Aun así, siguió vivo, esperando la mejor posición de los planetas para desencarnar. Por eso tuvo tiempo de dar sabios consejos a Yudhisthira, entre varios temas, sobre el manejo del Estado y los deberes de un Rey.

Bishma es tomado como ejemplo de la devoción y el sacrificio. La compensación por la acumulación de energía gracias a su voto de castidad fue que se convirtió en el hombre más fuerte de su era (aquí ‘fuerte’ se debe entender no solo respecto a la parte física, sino a la emocional, la intelectual y la espiritual). Tenía todas las condiciones para ser el rey más poderoso de la tierra y combinó en él algo inusual: era a la vez un chatria (guerrero) y un asceta. Es triste ver el espectáculo de un hombre como él vivir una vida solitaria, llena de frustraciones y tristezas. Pero esa fue la maldición que le lanzó el sabio Vashistha en su anterior vida. Pero lo asombroso y ejemplar es que su vida transpiró el Dharma hasta último momento.  

A pesar de su gigantesca talla humana, de ser un erudito, un asceta, un político, un guerrero, cuya vida dedicó al Dharma, no dejó de cometer sus errores: cuando raptó a las princesas, entre ellas Amba; cuando guardó silencio ante el tramposo juego de dados y ante el vilipendio de Draupadi; y el peor de todos sus errores: cuando falló en erradicar el odio que Duryodhana incubó y desarrolló por sus primos los Pandavas. 

Pero en el balance final, fue un bueno y extraordinario hombre, maestro de todos nosotros: de los de su época y de los de la nuestra. Por eso se le conoce también como ‘achraya’ (maestro). ‘Bishmachraya’. Hoy en día hay fiestas religiosas en su honor en la India, y muchas ceremonias auspiciosas para tener un hijo con sus cualidades. Su nombre es muy popular entre los indios, y se han hecho numerosas películas, en la India, sobre su vida.



Artículo adaptado del portal Vyasa Mahabharata in Kannada



sábado, 3 de marzo de 2018

LA PARADOJA DE SATYAVATI

Antes de la guerra, Zantanú era el rey de Hastinapura. Un día que estaba de caza, conoció a la dama más bella que pudiera existir y que estaba destinada a ser la mujer de su vida: La princesa Ganga. En poco tiempo el rey le propuso matrimonio y ella aceptó bajo una condición: que no cuestionara nada de lo que ella hiciera, o de lo contrario lo abandonaría. El rey Zantanú estaba tan enamorado, que no puso objeción alguna y el matrimonio se consumó. 

Al poco tiempo llegó el primogénito y en cuestión de horas, sin que el rey hubiera tenido tiempo de conocerlo, vio cómo su esposa iba hasta el río y allí ahogaba a la criatura. Entonces fue que recordó Zantanú la condición de Ganga, de no cuestionar nada de lo que ella hiciera. Al rey le dolió el alma, y apretando los dientes guardó silencio.

Así continuó la historia, pues llegaron otros bebés que corrieron la misma suerte del primero. Cuando nació el octavo y Ganga iba a ahogarlo, Zantanú ya no pudo más y se interpuso para interpelarla. Ella, cumpliendo su promesa de abandonarlo si él la cuestionaba, se marchó llevándose al niño. Zantanú pensó satisfecho que, al menos, le había salvado la vida al último de sus hijos.

El rey se dedicó a gobernar su reino con sabiduría y fueron pasando los años. Un buen día, volvió Ganga con un muchacho ya crecido. Era el hijo sobreviviente del rey Zantanú, quien exultante lo recibió con todo el amor de su corazón. Ganga retornó a su reino y dejó al rey con su vástago, Devavrata, que tenía inteligencia y destrezas asombrosas; era valiente como nadie más en la tierra, y su conocimiento de las escrituras y de todo lo divino y humano era colosal. En poco tiempo el rey lo designó como legítimo heredero al trono.

Desde que Ganga lo abandonó, el rey Zantanú había llevado una vida de celibato, completamente entregado al gobierno de su reino. Pero ya con la alegría de tener a su hijo consigo y de haberlo designado como su heredero, el rey pareció relajarse un poco, y un día que estaba de expedición por el bosque, a orillas del rio conoció a la segunda mujer de su vida: Matsyagandha. Era la más dulce y hermosa chica que había visto en su vida, y el rey no dudó un momento en pedirla en matrimonio a su padre, que era pescador.

Pero ahora, igual que le había sucedido con su primera mujer, padre e hija pusieron al rey una condición: podía casarse con Matsyagandha, siempre que los hijos del matrimonio fueran los legítimos herederos al trono. 

El rey ya había designado a su hijo Devavrata y no era hombre de ir a cambiar esa designación, así se le partiera el alma, como en efecto se le partió. Al no aceptar esa condición, el amor que sentía por Matsyagandha se le convirtió a Zantanú en un amor fatal, que comenzó a afectar toda su vida. Y esto lo notaron en el reino, sobre todo, sus más allegados, el primero de ellos, su hijo Devavrata.

Devavrata comenzó a investigar y pronto descubrió cuál era el mal que aquejaba a su padre. Entonces fue a conocer a Matsyagandha y se sorprendió al encontrar que era de edad parecida a la suya, no a la de su padre, que ya tenía sus años. Entonces le pidió a Matsyagandha hablar con su padre, el pescador, y los tres conferenciaron. Cuando Devavrata se enteró de la condición que habían puesto al rey y que este no quiso aceptar, les dijo que él tenía la solución: iba a renunciar a su designación como heredero al trono.

Pero padre e hija querían tener todo bajo control, sin que la más mínima posibilidad de perder en el juego fuera a amenazarlos. Así que el pescador preguntó a Devavrata, qué pasaría en el futuro, si alguno de sus hijos (de Devavrata) reclamara su derecho al trono, como nieto del rey Zantanú. 

Entonces Devavrata demostró no solo todo el amor que tenía para su padre, sino su calidad, su fuerza, su entereza, su visión, su sabiduría, su superioridad, su nobleza, en fin, demostró que era un hombre como muy pocos sobre la tierra: solemnemente ante padre e hija hizo el voto de castidad. No solo no se casaría, sino que no tendría relaciones sexuales para que los hijos que hubieren en el matrimonio de su padre con Matsyagandha fueran los legítimos herederos al trono de Hastinapura. Dedicaría su vida solamente al bienestar del reino. Este es uno de los personajes más gloriosos del Mahabharata. Desde ese momento cambió su nombre de Devavrata por el de Bishma. El sexto libro está dedicado a él, el Bishma Parva, dentro del cual está el divino Bhagavadgita.

Entonces Matsyagandha podía casarse con el rey Zantanú. Cuando Bishma le dio la buena noticia a su padre, este tuvo al mismo tiempo una gran alegría por la realización de su amor hacia Matsyagandha, y un gran dolor por la decisión tomada por su hijo. Sin embargo, la vida continuó, el rey se casó con la mujer de sus sueños, que ahora pasó a llamarse Satyavati. Tuvieron dos hijos, Chitrangada y Vichitravirya. Poco después el rey Zantanú, murió.

Pero la muerte siguió rondando a la familia real, pues el heredero, Chitrangada, murió muy joven sin dejar descendencia. Su hermano, Vichitravirya, era débil y enfermizo, pero no obstante, Bishma lo exaltó al trono, aunque quien gobernaba era realmente Bishma. Por su condición física, Vichitravirya resultaba poco atractivo para las princesas casaderas, razón por la cual el reino tenía problemas de continuación del linaje.  

Era costumbre en aquellos tiempos que las princesas escogieran a su esposo en un acontecimiento fastuoso llamado Swayamvara, el que era convocado por el respectivo padre, el rey, suceso al que se invitaba a todos los príncipes en edad de merecer.

Sucedió que el rey de Kasi convocó a un Swayamvara para sus tres hijas, Amba, Ambika y Ambalika, e invitó a todos los príncipes, menos a Vichitravirya, por las razones arriba mencionadas. Esto hizo enfurecer al gran Bishma, quien acudió al Swayamvara y arrollando con su poderío a todos los príncipes y guerreros que allí había, raptó a las tres princesas y las trajo para que casasen con su medio hermano paterno, Vichitravirya. Amba, se negó, y Bishma le permitió volver a casa. Quedaron Ambika y Ambalika, las cuales convivieron con el rey Vichitravirya por poco tiempo, pues este murió, y no dejó descendencia con ninguna de las dos esposas.

Estaba en juego, pues, el linaje real y, además, los planes que Satyavati y su padre habían hecho años atrás respecto a sus descendientes. La situación para la reina madre era paradójica: el heredero al trono de Zantanú, Bishma, había jurado no tener hijos para que los hijos de Satyavati pudieran subir al trono, y ahora resultaba que no había descendientes de Satyavati.

Entonces, la reina madre presa del desespero pidió a Bishma que engendrara hijos en las viudas, pues la ley lo permitía, pero Bishma le recordó su voto de castidad. A lo que Satyavati le replicó airada:
“¿Qué objeto tiene tu voto, cuando mis hijos han muerto y no hay heredero al trono de Hastinapura?”

Entonces, Bishma exclamó:

“Madre, mi voto no fue condicional. Ha sido, es, y será absoluto”.

Entonces Satyavati decidió recurrir a un hijo que había tenido con el sabio Parasara antes de casarse con el rey Zantanú, ese hijo era nadie menos que Vyasa. Le propuso que engendrara hijos en las dos viudas. Pero aquí tendríamos que dar un largo rodeo en la historia y ahora no es necesario. Bastará decir que Vyasa engendró en las viudas a nadie menos que a Dhritarashtra y a Pandú.

Pero volvamos a la situación paradójica en que estaba Satyavati: Impidió que Bishma tuviera hijos para apoderarse del linaje real, y ahora se veía en la penosa situación de que sus hijos habían muerto sin dejar descendencia y se veía obligada a pedir a  Bishma que engendrara, pero este no iba a romper su voto. Y aun los hijos que logró que Vyasa tuviera con las viudas resultaron con graves defectos: Dhritarashtra era ciego y Pandú, con frecuencia, tenía problemas de salud. ¿Al final, qué había obtenido Satyavati?

Es una gran lección. Hacemos planes a corto, mediano y largo plazo. La sociedad nos enseña que si planeamos con juicio y no dejamos nada al garete, las cosas van a salir como las planeamos. Inclusive, como hicieron Satyavati y su padre, si hay que chantajear a alguien o simplemente eliminarlo, es parte del juego. Al menos eso nos enseña, sin decirlo explícitamente, la sociedad en la que vivimos, incluyendo la de la época de Satyavati. ¿Pero, será cierto que todo nos va a salir como lo planeamos? ¿Será cierto que somos dueños plenamente de nuestras vidas y de nuestro destino? 

No se trata de que no planeemos ni calculemos. No. Se trata de que hagamos todos los planes y cálculos necesarios, pero, sobre todo, que actuemos bien, y hasta ahí llega nuestra parte. El resultado no depende de nosotros. ¿Cuál fue el resultado del actuar de Satyavati?  

Para Bishma la situación fue diferente, y debemos estar seguros que un hombre de su sabiduría, sabía que no era dueño de los resultados: Él renunció, por amor a su padre, al trono con todo y lo que implica: poder, relaciones, respeto, oro, fama, etc. Y al final, en el momento del desespero de Satyavati, todo había resultado para Bishma diferente: su pueblo y todos los reyes de la tierra sabían de su renuncia, pero esto no era óbice para que lo aceptaran como el rey sin corona, lo admiraran, lo amaran, lo respetaran, lo acataran y le rindieran todo tipo de honores y tributos. Él, cuando renunció al trono, sabía que era precisamente de todas esas cosas mundanas (pero agradables) que se iba a privar. Pero por sobre todo, sabía que actuaba bien.  

El egoísmo hizo de Satyavati una mujer desesperada y el no-egoísmo hizo de Bishma un hombre grande. Como había jurado dedicarse a proteger el reino de Hastinapura, tuvo que comandar el ejército de los Kurus contra los Pándavas, aunque era el abuelo y padre espiritual de ambas familias. En la guerra, muy a su pesar, tuvo que combatir al lado de los Kurus para proteger el reino, aunque al final no logró evitar la derrota.

Con frecuencia creemos que sabemos lo que queremos y forzamos las situaciones, como pasó a Satyavati. Si ella no hubiera presionado a Bishma y este hubiera sido el rey, quizá las cosas hubieran ido mejor para todos. O quizá no. Pero ese no es el punto. Como dice Vyasa: “El sabio no sufre por lo que sucedió ni se preocupa por lo que va a suceder. El sabio vive en el presente y aprende de los errores pasados, sean propios o ajenos, y siempre lucha por seguir el sendero de la rectitud, o sea el Dharma”. 

“El Mahabharata, en cuanto a las debilidades humanas, es mucho más que cualquier hagiografía o glorificación de simples personalidades humanas. Él nos muestra cuáles son nuestras profundas limitaciones y cómo corregirlas, si es que estamos dispuestos a hacer tan grande trabajo. Nada en la vida llega fácilmente, sin examen o sin determinación. La sabiduría y el conocimiento llegan a aquellos que incesantemente luchan por exceder sus limitaciones personales”.

(Adaptación del artículo de U. Mahesh Prabhu, publicado en el portal Vedic Management Center)

sábado, 24 de febrero de 2018

El Mahabharata y los extraterrestres

Para comprender el Mahabharata

Traducción libre del Blog "Science & Technology – Behind Mahabharatha”, cuyo autor es Sthithapragnan.


Antes de entrar en materia sobre el Mahabharata, permítanme dar mi punto de vista sobre ciertas cosas básicas: Primero, el simbolismo en el Hinduismo juega un papel principal. Los hinduistas creen que la representación simbólica de los conceptos los hace aptos para describir grandes teorías metafísicas. A cada deidad le dan una única representación simbólica. 

Por ejemplo, Visnú (el protector del universo) cuyo avatar en el Mahabharata es Krishna, se representa simbólicamente como durmiendo sobre la serpiente en el océano de leche... la serpiente tiene miles de cabezas todas vueltas hacia adentro, lo que simboliza una mente tranquila y mirando hacia la Verdad Absoluta del Señor Visnú. El Señor es visto aquí en un sueño cósmico enfocado sobre la Realidad Infinita de Su propia identidad. Él representa el espacio, que es infinito. La serpiente representa la energía cósmica y el océano de leche representa la eterna dicha. Brahma, el creador del universo, salió de su ombligo. El Chakra o disco en una de sus manos, simboliza el ciclo del tiempo (Kala-chakra). También el Chakra es descrito como el Dharmachakra, que mantiene el orden y el apropiado funcionamiento del universo. Su caracola representa los 5 elementos universales; cuando sopla la concha, se dice que produce un sonido relacionado con la vibración original de la creación universal.

Los gramáticos del Sánscrito y los investigadores metafísicos afirman que los Vedas y las Upanishads están escritos de tal forma que pueden producir diferentes interpretaciones basados en el nivel de su inteligencia (del lector). El Sánscrito es en sí mismo un lenguaje extraterrestre hablado por los seres que han llegado a la cima de la filosofía y la ciencia. Pienso que cuando una civilización se desarrolla por miles de años y es cada vez más y más avanzada en conocimientos, su lenguaje se vuelve más conceptual. Los alienígenas, que están a millones de años luz, pueden no hablar el mismo estilo de lenguas que nosotros hablamos. Por ejemplo, si usted habla a un humano pre histórico, aun en su propio idioma, tiene que darle unas descripciones muy detalladas de los conceptos que él no puede percibir.  Por esta razón, Vyasa al compilar el Mahabharata, presentó solo una versión limitada a los humanos, en comparación con la que entregó a los alienígenas.

Después de esa, Vyasa hizo otra compilación de 600 mil versos. De estos, 300 mil fueron para el mundo de los Devas; 150 mil al mundo de los Prtris; 140 mil para los Gandharvas, y 100 mil para los humanos.

Vyasa, siendo él mismo un avanzado extraterrestre, sabía cuál iba a ser la capacidad de percibir de los humanos en el futuro. Así que pudo haber velado el conocimiento técnico, que era muy avanzado para la época en que sucedió el Mahabharata, y prefirió dar un mensaje menos técnico para que fuera entendido por esa generación. Estos poemas eran memorizados y pasados debidamente a la siguiente generación, de tal manera que las futuras generaciones, al avanzar en conocimientos científicos, pudieran algún día decodificar el mensaje. Por lo tanto, es importante para cualquier persona que lea textos indios, deshacerse de los prejuicios y leerlos con el sentido de que se alcanzará un conocimiento superior.

Los santos y sabios antiguos no experimentaban de la misma forma que lo hacemos en tiempos modernos. Ellos eran, de cierta manera, físicos teóricos. Tomemos el ejemplo de Einstein, quien generalmente no trabajaba en un laboratorio ni hacía experimentos. Solo trabajaba en sus teorías en su mente. La mayor parte del tiempo su método consistía en crear una imagen mental de lo que estaba sucediendo; lo que llamaba un experimento del pensamiento. Después de esto, desarrollaba los principios fundamentales de su imagen mental. Finalmente, creaba las ecuaciones que modelaran sus ideas. Lo mismo sucede con Stephen William Hawking, el físico teórico inglés, quien dijo: “Es difícil para alguien discapacitado físicamente ser astrónomo. Pero en cambio le será fácil ser astrofísico, porque todo está en la mente. No requiere ninguna habilidad física”.

Es de suma importancia la capacidad de percibir la ciencia de avanzada y las más elevadas teorías metafísicas. Por ejemplo, cuando leemos la traducción del Mahabharata desde el contexto de nuestros días, puede parecernos absurda. Imagine que usted le enseña lo que es la televisión a un indígena del centro de África, que no conoce el mundo por fuera de su aldea. ¿Cómo se lo explicaría? Seguro que usted no se iría por los detalles técnicos de la televisión. Solo le explicaría lo que hace y lo que no hace la televisión. Usted no podría profundizar más explicándole la televisión, porque para él sería imposible percibirla completamente. 

Después de la guerra del Mahabharata, solo hubo destrucción total y solo quedó  un puñado de alienígenas. Los humanos corrientes no poseían el conocimiento para entender los desarrollos técnicos. Por ejemplo, en la guerra del Mahabharata se usaron arcos y flechas junto con sofisticados misiles manuales recibidos de los extraterrestres. De igual manera, se usaron carros tirados por caballos junto con avanzados carros blindados, también suministrados por los extraterrestres. Y puesto que esa generación no tenía la capacidad de percibir la avanzada ciencia de los alienígenas, Vyasa mencionó dichos artefactos con el nombre de unos más ordinarios, y usó términos conceptuales, como ‘carros celestiales’, ‘Dhanush’, ‘Vimanas’, ‘astras’, etc.  

Por esta razón, la descripción que en el Mahabharata se hace sobre diversas tecnologías, no debe descartarse como si solo fuera ciencia ficción. Las historias de varias personalidades, grupos y reinos, que tienen tanto un hilo de unión así como de interdependencia y la altura filosófica alcanzada, es imposible de imaginar. Además, la profunda descripción que proporciona, es una muestra clara de que se trata de Historia, no de Mitología (tomen, por ejemplo, el Bishma Parva VI, en el que se describen ríos, montañas, llanuras, gentes, culturas, etc.) 

Los tiempos del Mahabharata se ubican en una civilización influida por cientos de razas extraterrestres (devas o semidioses), que dominaron la guerra. Estos alienígenas eran tan poderosos con sus armas de alta tecnología, que mataban a miles en un instante. Así mismo, estos alienígenas eran biológicamente mucho más fuertes que los humanos; tanto, que podían resistir el ataque de armamento pesado, lo que es imposible para los humanos. Ninguno de ellos era humano, pues su código genético deriva de súper-humanos o alienígenas.

Por ejemplo, Dhritrarashtra, el rey de los Ghandharvas; Pandú, del dios del viento; Yudhisthira -  Yama; Duryodhana – Kali; Sakuni – Dwapara; Sikandhi, Dussasana y otros de los hermanos – Rakshasas; Bhima – Dios Viento; Arjuna – hijo de Indra; Nakula y Sahadeva – Aswins; Karna – una porción del sol; Abhimanyu – la Luna;  Dhrishtadyumna y Draupadi – porciones auspiciosas del fuego; Drona – porción de Vrihaspati; Ashwathama - Porción de Rudra; Bishma – uno de los Vasus e hijo de Ganga.

Podemos observar que estos grandes alienígenas, que biológicamente eran más fuertes y que poseían increíbles armas celestiales, eran casi indestructibles. Mientras tanto, los seres humanos ordinarios de este planeta, caían por millones.

Traducción libre del Blog "Science & Technology – Behind Mahabharatha”, cuyo autor es Sthithapragnan. 

viernes, 16 de febrero de 2018

Nacimiento de Vyasa

Vyasa dicta el Mahabharata al Señor Ganesha

Una de las muchísimas particularidades del Mahabharata es que su compositor, Vyasa, algunas veces entra dentro de su composición y campea dentro de ella con los protagonistas, aconsejándoles, previniéndoles o instándoles. 

Es algo que en lo personal me fascina. Como si en Don Quijote, cuando van a mantear a Sancho, apareciera don Miguel de Cervantes y dialogara con el ventero, o con el mismo Sancho, para prevenirles del manteo, y después del diálogo, desapareciera por un tiempo para volver más tarde en otra escena.

De Vyasa, lo mismo que de Homero, se dice hoy día que nunca existió. Pero ni que sí, ni que no, podrá comprobarse nunca y, por tanto, para efectos prácticos, Vyasa es el autor o compilador del Mahabharata. También se le conoce como 'Veda Vyasa' y 'Krishna Dwaipayana'. Vyasa quiere decir “compilador”, y Dwaipayana quiere decir “nacido en una isla”. Se le atribuyen, además del Mahabharata, los Upanishads y los Puranas, así como la organización de los 4 Vedas (Rig, Yajur, Sama y Atharva).

Fue hijo del sabio Parasara y Satyavati. Esta última fue la hija de Girika y Vasu, y fue concebida de la siguiente manera: Deseando Girika sexualmente a Vasu, la relación no se pudo consumar en esos momentos, pues los antepasados de Vasu le pidieron, un momento antes, cazar un venado para ciertos ritos funerarios. Siendo Vasu un hombre que podía controlar sus pasiones, prefirió ir en busca del venado y posponer el placer que le esperaba con Girika.

Sin embargo, ya en el bosque y momentáneamente cansado de su actividad cazadora, Vasu durmió una siesta y gracias a la previa excitación sexual, eyaculó. Cuando despertó, no quiso desperdiciar su semen: lo recogió en una hoja del árbol llamado Asoka, y la entregó a un halcón con el encargo de llevarla a Girika, para que así ella pudiera concebir un hijo. 

Pero en el camino el halcón fue atacado por otro halcón que pensó que llevaba comida y en la lucha la hoja y el semen cayeron al río Yamuna donde un pez la tragó. Pero el pez era nada menos que una Apsara (parecida a un hada), que habiendo sido maldecida, vivía en el cuerpo del acuático animal.

Una vez tragada la hoja, la apsara concibió dos criaturas, niño y niña. Pasado el tiempo, cuando cayó en las redes de un pescador, este, al abrir el pez, se sorprendió al ver los dos bebés en su interior. De inmediato la apsara tomó su forma original, pues la maldición decía que solo se liberaría de la forma de pez, si concebía dos seres humanos.

Admiradas las gentes no sabían qué hacer con los bebés, así que el jefe de los pescadores se presentó ante el rey Vasu, quien al notar que la niña despedía un fuerte olor a pescado, no la quiso, y ordenó al pescador que le dejara al niño para hacerlo heredero al trono. A la niña, podía quedársela el pescador.

Satyavati, hermosa como ninguna, con todas las cualidades imaginables en una mujer, no solo creció entre pescadores, sino que nunca perdió el fuerte olor a pescado. Además, su padre le había ordenado que fuera barquera: transportaba viajeros de una a otra orilla del sagrado río Yamuna.


Un buen día apareció a orillas del río, solicitando ser transportado a la otra orilla, el sabio Parasara. Una vez dentro de la barca, el sabio se fijó en la belleza de la barquera y quedó prendado. Entonces Parasara pidió a Satyavati que aceptara sus abrazos apasionados y ella se resistió, argumentando entre otras cosas, que ella sin su virginidad no podría volver a casa, pues en adelante, ya no podría vivir. Y si esto no importara, tampoco le parecía a ella correcto tener abrazos amorosos  a la vista de todas las personas que viajaban en otras barcas y/o estaban en las orillas.

Pero el sabio Parasara tenía una solución para cada problema: le prometió que su virginidad quedaría intacta y contra los noveleros, prometió crear una neblina que cubriría la barca para evitar miradas. Además, prometió otorgarle el don que ella pidiera. Entonces retozaron en la barcaza y cuando terminaron, Satyavati pidió el don de no despedir más el olor a pescado, lo que concedió el sabio de inmediato, quedando desde entonces la doncella expeliendo un dulce aroma que a todos encantaba. 

El sabio Parasara continuó su viaje y ese mismo día, en una isla del río, Satyavati dio a luz a Vyasa, que nació adulto. Entonces le dijo a su madre que se convertiría en un asceta y que si ella llegase a necesitarlo, solo tendría que pensar en él y comparecería ante ella de inmediato.

Este fue el nacimiento del compilador del Mahabharata y también la historia inicial de Satyavati, quien como se verá más adelante, es personaje fundamental como matrona de los Pandavas.

viernes, 9 de febrero de 2018

EL COMPLOT

Dhritarashtra, que era ciego, no obstante era el rey. Pero ese reino lo había conquistado su hermano, Pandú, el padre de los 5 Pandavas. Por esta razón, el mayor de los hermanos Pandavas, Yudhisthira, era el legítimo heredero al trono. Esta situación no le gustaba al rey ciego, pues prefería designar como heredero al trono a su hijo Duryodhana.



Pero no iba a ser fácil, pues el pueblo amaba a los Pandavas y a Yudhisthira en especial, y se escuchaba por todas partes la voz de diversas gentes pidiendo, con demasiada frecuencia, que Yudhishtira ascendiese pronto al trono que legítimamente le correspondía. Así que a Dhritarashtra no le quedó más remedio que reconocer y designar como heredero al trono a su sobrino Yudhisthira.

Duryodhana, que siempre había malquerido a sus primos, los Pandavas, y que incluso había ordenado la muerte de uno de ellos, Bhima, que por fortuna había sobrevivido, al conocer la designación de Yudhisthira estaba a punto de reventar; entonces le recriminó a su padre haber designado como heredero del trono a Yudhisthira. Le dijo que se suicidaría si el monarca no hacía algo en contra de los Pandavas para favorecerlo a él en su deseo de ser rey.

Dhritarashtra se resistió a la petición de su hijo, advirtiéndole lo inconveniente y por demás peligroso que era, pero Duryodhana insistió, y acribilló con argumentos a su padre para que se pusiera en contra de los Pandavas. Dentro de todo lo que le dijo, le sugirió que valiéndose de cualquier excusa, enviara lejos de Hastinapura, la capital, a los 5 hermanos y a su madre. Que mientras durara la ausencia, él, Duryodhana, se ganaría el amor del pueblo, y después, cuando regresaran algún día los Pandavas, ya habrían perdido toda su popularidad. Descargada su hiel, salió presuroso de la presencia de su padre.

El rey quedó pensativo. Tampoco amaba a los Pandavas, y dándole vueltas al asunto, cayó en cuenta que su hijo no iba a permitir que los Pandavas regresaran jamás. Sabía muy bien de lo que era capaz Duryodhana. Entonces, y para dar su tácita aprobación al complot, guardó silencio respecto al tema, y se limitó a llamar a Yudhisthira ante su presencia.

Entonces, con fingido cariño, le dijo a Yudhisthira que la ciudad de Varanavata era de verdad encantadora. Que si quería, podía irse para esa bella ciudad junto con sus hermanos y su madre y vivir felices allí, siquiera por un año. Yudhisthira no era tan ingenuo como para no saber que tras esas sonrisas y ese ofrecimiento había algo malo. Muy malo. No obstante, decidió seguir el juego y aceptó la propuesta de su tío, el rey. 

Cuando Duryodhana supo que Yudhisthira había aceptado irse a Varanavata con su familia, saltó de alegría y de inmediato llamó a un ministro de su padre, Purochana, y le ofreció riquezas para que le ayudara en el plan de asesinar a los Pandavas. Era sencillo. Solo tenía que adelantarse desde ese mismo día a Varanavata y construir una casa digna de príncipes. Solo que debería construirla con materiales altamente inflamables.

Le ordenó también Duryodhana, que una vez que llegaran los Pandavas, humildemente les debía decir que ocuparan ese palacio mandado a construir para ellos por el rey Dhritarashtra, y que él mismo, Purochana, debía residir allí, para que los príncipes no sospecharan nada. Pero con el tiempo, mientras ellos estuvieran durmiendo, debía prenderle fuego a la casa. Purochana aceptó y de inmediato viajó a Varanavata.

Mientras los príncipes alistaban su viaje, los pobladores, con lágrimas en los ojos, les pedían que no se fueran. Les advertían que el rey ciego los mandaría eliminar una vez estuvieran lejos. Pero Yudhisthira los tranquilizaba, diciéndoles que no era cierto. Que el rey, su tío, los amaba como si fuera su propio padre.

Tanto el rey Dhritarastra como su fallecido hermano Pandú, habían tenido otro hermano, Vidura, que era un hombre supremamente sabio, quizá el hombre más sabio de su tiempo. Vidura amaba a los Pandavas y sabía muy bien las malas intenciones de sus primos, los Kurús. Así que se acercó a Yudhisthira y le dijo al oído palabras sabias, como siempre él sabía hacer, y al escucharlas su sobrino, entendió que debía estar prevenido contra lo peor. Que sus primos no eran lo suficientemente nobles como para luchar abiertamente, y que echarían mano de las trampas más viles. Pero hubo dos palabras que dijo Vidura, que Yudhisthira no entendió, y que quedaron resonando en su mente: fuego y estrellas.

Cuando después de ocho días de viaje los 5 príncipes y su madre llegaron a Varanavata, los pobladores salieron a recibirlos con euforia. Todo era alegría y festejo en la ciudad, y en medio del júbilo, Purochana se acercó a Yudhisthira y le hizo saber que allí cerca estaba un palacio espléndido, construido especialmente para ellos por orden del rey.  Así que hacia allá se dirigieron los Pandavas.

Cuando los príncipes quedaron solos, hablaron sobre el penetrante olor que despedía la casa, y supieron de inmediato, que era una sustancia inflamable. Supieron de inmediato, que sus queridos parientes querían quemarlos vivos con todo y casa. Entonces el más beligerante y fuerte de los cinco, Bhima, dijo que iría a matarlos en ese mismo momento con sus propias manos. (Y vaya, que con su habilidad y  fuerza descomunales, lo podía haber hecho sobradamente).

Pero su hermano mayor lo tranquilizó. Le dijo que la casa no la incendiarían tan pronto, pues sería muy obvio y se delatarían. Que los Kurús dejarían pasar un tiempo antes de hacerlo, y mientras, ellos, los Pandavas, con la ayuda de su tío Vidura, sabrían qué hacer. Entonces, de repente entendió lo que quería decir su tío con la palabra ‘fuego’.

En efecto, en pocos días llegó un mensajero de Vidura. Después de identificarse plenamente ante Yudhisthira, le dijo que él era un minero, y que el plan era construir un túnel desde la casa hasta orillas del río Ganges. Pero el plan era muy complicado. Tenían que perforar sin que el ruido fuera escuchado, sacar la tierra, todo en las propias narices de Purochana, que residía allí mismo. Sin embargo se dieron mañas en distraerlo, y al final de un largo año, el túnel estaba listo. Partía del salón principal del palacio y desembocaba a orillas del Ganges.

Entonces Kunti, la madre de los 5 príncipes Pandavas, invitó a una fiesta para dar de comer a los pobres, que por supuesto fue todo un éxito. Dentro del gentío, se presentó una mujer que prestaba servicios sexuales a Purochana, lo que Kunti sabía. La mujer iba junto con sus 5 hijos, y Kunti los atendió muy especialmente, con lo que la mujer entró en más confianza, pensando que se había ganado el corazón de la reina.

Así que a avanzadas horas de la noche, el gentío fue retirándose y solo quedaron Purochana, la mujer y sus hijos, todos completamente ebrios. Kunti los hizo acostar en los lechos reales. Entonces los Pandavas penetraron por el túnel, mientras Bhima se quedaba atrás con una tea y comenzaba a incendiar la casa. El pueblo se despertó y gritó de dolor al ver el palacio en llamas. Creían que los príncipes estaba ahí, pero nadie podía acercarse, pues Purochana había hecho un foso alrededor del palacete para que durante el incendio nadie pudiera escapar... ni entrar. Todos sabían que era obra del rey Dhritarashtra y su hijo Duryodhana. El pueblo contempló impotente el incendio hasta el amanecer sin que sus lágrimas cesaran, y todo terminó cuando con estrépito lo que quedaba de la inmensa construcción se derrumbó en medio de las llamas.



Los Pandavas llegaron a orillas del Ganges. Allí encontraron a un barquero, también enviado por Vidura, quien tenía órdenes de pasarlos al otro lado. Además les dijo que Vidura les pedía que se alejaran lo más que pudieran de Varanavata. Que no se dejaran ver de nadie. Que una vez estuvieran en la otra orilla, se guiaran por las estrellas y siguieran siempre rumbo al sur. Cuando desembarcaron al otro lado, los príncipes agradecieron al barquero y se enfrentaron al tétrico bosque. En ese momento entendió Yudhisthira el significado de la palabra ‘estrellas’.

Resumen muy (pero muy) resumido de las secciones CXLIII a CLI del Volumen I, titulado Adi Parva

viernes, 2 de febrero de 2018

EL BHAGAVADGITA Y EL MAHABHARATA

Como vimos en la entrada anterior, el BHAGAVAD-GITA, que es parte del Mahâbhârata, es una obra fundamental del Espíritu. Si a esto le sumamos que su extensión es 'corta' (en el sentido material), nos podemos explicar que haya innumerables traducciones a todos los idiomas del mundo. En nuestro idioma también hay varias traducciones, una de ellas, la del teósofo J. Roviralta Borrell, que publicó en 1910 su versión del BHAGAVAD-GITA en español. En la introducción, nos da nuevas visiones sobre el Mahâbhârata, las que aquí quiero compartir, por considerarlas valiosas para la visión global que de esta epopeya queremos hacer en este blog:

El Señor Ganesha transcribiendo el Mahabharata

...El relato que se acaba de hacer, aunque de un modo somero, es el argumento del Mahâbhârata (1). Autores hay que aceptan este relato al pie de la letra, llegando alguno a suponer, entre otras cosas, tal vez por hacer alarde de ingenio, que la palidez de Pându (2) era ocasionada por la lepra (¡). Opuestamente al modo de pensar de tales autores, va prevaleciendo cada día más una opinión de todo distinta, o sea que el BHAGAVAD-GÎTÂ, así como el Mahâbhârata entero, ya se le considere en conjunto o ya en sus menores detalles, es una obra en la cual la realidad permanece encubierta tras el tupido velo de la alegoría y de la fábula.

“Los contextos de los diversos pasajes —dice Telang– indican, en mi sentir, que se ha soltado una semiverdad aquí y otra semiverdad allí, especialmente relacionadas con el sujeto especial de que se está tratando; pero no se ha hecho todavía ninguna tentativa para organizar las diversas semiverdades— que son aparentemente incompatibles— en un todo simétrico, donde las aparentes contradicciones podrían quizás desvanecerse por completo en una síntesis superior”. Esta opinión viene corroborada por otros autores de reconocida competencia, entre ellos W. Brehon, que se expresa en los siguientes términos: “Aquel que estudie con atención este poema, no tardará en darse cuenta de que en el fondo del mismo hay un substratum, un sentido íntimo mucho más grande que lo que puedan sugerirle las simples palabras”.

En efecto: la misma disposición del poema, la forma en que están distribuidas sus materias y capítulos, diversos hechos de carácter maravilloso y extraordinario que descuellan en el mismo, todo, en fin, revela bien a las claras la verdad de esta última opinión, indicando asimismo que es preciso poseer un elucidario, o mejor dicho, una o más claves para poder descifrar los enigmas y misterios de que rebosan las páginas de este libro (3). Un solo ejemplo bastará para demostrar esta afirmación: en el curso de todo el Mahâbhârata se encuentra de un modo preferente el número dieciocho. Dieciocho son los parvas (divisiones o libros) de que consta dicha epopeya: dieciocho son los cantos o capítulos del BHAGAVAD-GÎTÂ; dieciocho es el número que corresponde al nombre de este poema; en dieciocho cuerpos de ejército se dividieron los dos partidos beligerantes de Kurús y Pandavas; dieciocho días duro el combate; el número dieciocho está misteriosamente relacionado el nombre de Arjuna, y dieciocho es también el número que representa la forma particular del Logos asumida por Krishna. Igualmente encontramos el número dieciocho en las siguientes cifras que indica Sâuti, contestando a una pregunta de los Richis: “El número de carros de un ejército, oh excelentes brâhmanas, según aquellos que conocen la ciencia de los cálculos, es de 21,870 (2+1+8+7=18); el número de elefantes es idéntico (=18); 109,350 (=18) es el número de los soldados de a pie; y 65,610 (=18) es el número de caballos. He aquí lo que los hombres versados en la ciencia de los cálculos han designado con el nombre de ejército completo”.

Como indica W. Q. Judge, en su introducción al BHAGAVAD-GÎTÂ, éste puede interpretarse de diversas maneras, según sea el punto de vista bajo el cual lo considere el lector. Así es que puede referirse al individuo siguiendo todo el curso de su desarrollo evolucionario, a la cosmogenia, a la evolución del mundo astral, a las distintas jerarquías de seres, a la naturaleza moral, etc.

Si el relato se aplica al individuo, tenemos que el rey Dhritarâchtra representa al cuerpo humano, que la Mónada inmortal, obligada por la fuerza de la ley kármica (ley de justa retribución) y del tanha (sed o deseo de vida), adquieren al venir a la existencia transmigratoria con el objeto de recorrer el sendero de la evolución. Es ciego, porque el cuerpo, separado de sus facultades internas, es materia insensible, y por consiguiente, incapaz de gobernar; razón por la cual figura en el Mahâbhârata otro personaje como regente del Estado, siendo rey de nombre el ciego Dhritarâchtra, o sea el cuerpo físico.

Como quiera que en nosotros hay una doble naturaleza, vemos que los Kurús mencionados en el poema simbolizan la parte material de nuestro ser, el yo inferior, mientras que los príncipes Pandavas, y entre ellos Arjuna, representan los principios espirituales.

El sabio brahmín teósofo Subba Row, en su excelente obra titulada Discourses on the Bhagavad-Gîtâ, dice que por Arjuna ha de entenderse el hombre, o mejor dicho, la Mónada humana, conforme viene a probarlo el significado mismo de Nara (hombre), que es una de las varias denominaciones con que se designa a dicho príncipe; y por Krishna ha de entenderse el Yo supremo, el Logos (4), Atman o Espíritu inmortal, que descienden para iluminar al hombre y contribuir a su salvación. Este es el motivo porque se representa al dios desempeñando, en obsequio de su amigo, el papel de guía en el campo de batalla.

Bajo el punto de vista filosófico, los dos ejércitos enemigos, los Kurús y los Pandavas, son las dos agrupaciones de potencias o facultades humanas que traban entre sí encarnizada lucha, teniendo las unas a degradarnos y sumirnos en la materialidad, y propendiendo las otras a elevarnos a la sublimación espiritual. Los Kurús, o sea la parte inferior y más grosera de nuestra naturaleza primitivamente desarrollada, obtienen por el momento el poder sobre este plano, y uno de ellos, Duryodhana, “prevalece”, hasta el punto de que los Pandavas, esto es, las partes más nobles y espirituales de nuestra naturaleza, se hallan proscritos temporalmente del reino, o lo que es lo mismo, se hallan imposibilitados para gobernar. La prolongada marcha errante y las numerosas privaciones a que están condenados los príncipes pandavas, son el continuo vagar de un lado a otro, causado por las necesidades de la evolución, antes que dichas partes nobilísimas de nuestro ser se detengan con el objeto de alcanzar la dirección en la lucha evolucionaria del hombre.

Cuanto acaba de indicarse respecto al hombre considerado individualmente, se puede referir también a la Humanidad, o sea al hombre considerado como raza, así como al encumbramiento y decadencia cíclicos de las naciones.

La batalla sangrienta que tiene lugar en Kurukchetra, simboliza la lucha que se entabla entre la parte más noble o espiritual del hombre, representada por los Pandavas, y las más grosera y material, representada por los Kurús, con el objeto de conquistar el trono de Hastinâpura, esto es, los planos de existencia más elevados, siendo para ello preciso apelar a la fuerza, a la violencia, hasta que el hombre espiritual, verdadero santuario de la Divinidad, aniquile por completo a la “bestia humana”, con todo su cortejo de pasiones y tendencias ruines”. Esto mismo es lo que vienen a significar los dos siguientes pasajes bíblicos; “El reino de los cielos se alcanza a viva fuerza, y los que se la hacen a sí mismos, son los que lo arrebatan”. (Math., XI, 12); “...de manera que la vida inmortal absorba y haga desaparecer lo que hay de mortalidad en nosotros”. (Corinth., V. 4).

Es de notar que Arjuna no pretendía que Krishna peleara por él. De esto se sigue que la Mónada humana ha de reñir su propia batalla, ayudada, desde el momento en que el hombre empieza a pisar la verdadera senda, por su propio Logos, que es su amigo y consejero.

El descorazonamiento que se apodera de Arjuna, el intenso pesar que le agobia cuando el desventurado príncipe considera que ha de trabar un encarnizado combate contra sus amigos y parientes más cercanos es el profundo desaliento, la desesperación que se apodera del hombre en el acto de emprender la lucha contra su naturaleza inferior, que es una parte de sí mismo; simboliza el sentimiento de doloroso vacío, de amarga soledad que le atormenta cuando tiene que anonadar sus pasiones animales, sus afectos y sus aspiraciones terrenas, que tanto había acariciado hasta aquel momento y durante repetidas existencias. Es también una alegoría para expresar que cuando el hombre se halla en el mismo umbral del conocimiento, con mucha frecuencia su alma consiente que los peores sentimientos de su naturaleza avasallen por completo su razón, y en tales casos, si no se apresurara a reunir en torno a él sus mejores aliados, el hombre está perdido. Esto también es lo que Bulwer Lytton pretende significar en su Zanoni, cuando describe con tan vivos colores el monstruoso y terrible guardián o “habitante del umbral”, cuya influencia en el plano de la mente es mucho más abrumadora que la de cualquier terror de orden material. En semejante circunstancias, la victoria o la derrota dependerán del efecto que en el hombre produzcan las exhortaciones de Krishna, o sea del Logos que brilla dentro de nosotros y habla en nuestro interior...

Notas:

(1) El lector que desee conocer más extensamente esta gran epopeya, podrá consultar con fruto el precioso compendio que de ella ha hecho Mrs. A. Besant, con el título The Story of the Great War (Historia de la Gran Guerra ).

(2) Pandu significa pálido.

(3) Antes de la aparición del Buddhismo, el BHAGAVAD-GÎTÂ, por razón de ser uno de los antiguos libros de iniciación, hallábase únicamente en manos y bajo la custodia de los brâhmanes iniciados, siendo por completo desconocido para las muchedumbres. Gautama Buddha, llevado de su deseo de abrir las puertas del Santuario oculto a todos cuantos, sin distinción de casta o de posición social, se mostrasen dignos de conocer las Verdades supremas, reveló en parte el secreto de este libro; pero, inmediatamente después de la muerte del sabio Maestro, sus enemigos hicieron desaparecer la clave, el verdadero grano de la doctrina, dejando tan solo la cáscara para desorientar a las masas. Esta preciosa clave, contenida en un volumen tres veces más abultado que todo el Mahâbhârata se dice que los buddhistas iniciados se la llevaron consigo cuando fueron condenados al destierro, y es fama que en el templo de Kandy, en Ceilán, se conserva actualmente un ejemplar o copia de la misma. (SUBBA ROW).

(4)  Krishna es el Logos, pero sólo una forma particular del mismo representada por el número dieciocho. Es el Logos que protege al Yo humano, y el dar Krishna su propia hermana Subhadrâ (nombre que significa “bien propicia”) en matrimonio a Arjuna, simboliza la unión entre la luz del Logos y la Mónada humana. (SUBBA ROW).


Dos grandes epopeyas de la India y del Asia Sudoriental

EL MAHABHARATA Y EL RAMAYANA por Arthur L. Basham* (Extracto de un artículo publicado en la revista El Correo de la UNESCO, Diciembre de 1...